Changó derrota al Instituto de Planificación Física

El desmontaje del techo de Grisel. (Juan Carlos Fernández)
El desmontaje del techo de Grisel. (Juan Carlos Fernández)
Juan Carlos Fernández

20 de marzo 2015 - 06:25

Pinar del Río/Como de costumbre, Grisel se levantó temprano, preparó el café. Después se asomó a la parte trasera de su apartamento –en la planta baja de un feo bloque de concreto– donde, al igual que muchos vecinos, construyó hace treinta años un cuarto agregado. En el suyo no vive ningún familiar, sino que es el "cuarto del fundamento", donde consulta los numerosos fieles que todos los días van "a verse con ella".

Una enorme imagen de Changó señorea en el lugar. Grisel Arteaga es santera. Después de postrarse ante sus orishas y rociarlos con un poco de aguardiente, comienza a hacer los quehaceres domésticos.

Cerca del mediodía tocan a su puerta. Es un hombre que se presenta como jefe de la brigada de demolición de Planificación Física y le comunica que han venido a derribar su cuarto agregado. Grisel no lo puede creer y rápidamente llama por su móvil, bendita tecnología, a su hijo Idael Márquez. "Mijo, ven rápido que aquí están los demoledores pa' tumbar el cuarto del fundamento", dice.

"La brigada está esperando", reclama el funcionario, y "también trajimos a una patrulla policial, porque ese es el procedimiento". La mujer ya no puede más y estalla: "¿Por qué cuando lo hice no vinieron y me lo tumbaron? ¿Ahora porque a un jefe se le metió en la cabeza que esto atenta contra el ornato, me lo quieren derrumbar?", pregunta colérica. Y agrega: "Ahora mismo mi hijo y yo vamos a entrar para al cuarto de fundamento y me van a tener que sacar muerta, ¿me oyeron?"

"Pídale a Changó que no nos haga daño, nosotros no vamos a continuar con esto"

La brigada, conformada por cinco obreros, comienza a desmontar la cubierta ligera de la terraza. Mientras tanto, Grisel y su hijo se mantienen dentro. Rezan, unen las manos y cierran los ojos. Uno de los jóvenes de la brigada se asoma al umbral y pide permiso para entrar. "Quiero presentar mis respetos a los orishas, yo no tengo na' en su contra, pero tengo miedo que 'ellos' no piensen así y me desplumen", refiere temeroso. Grisel se le queda mirando fijamente y le dice: "Mira mijo, ustedes están jugando con candela y se van a quemar".

El hijo de Grisel no puede quedarse callado. "Hay una cabeza que piensa esto y una mano que ejecuta. Ustedes son la mano, la cabeza no da la cara, los manda a ustedes a hacer el trabajo sucio y buscarse enemigos. Tienes que elegir y decirle que no a la cabeza". Y el joven asiente.

El jefe de la brigada se acerca a la puerta y les repite que deben salir, pero Grisel no cede. Entonces llama en voz alta a los policías: "Hace falta que vengan para que controlen esto". Pero nadie quiere meterse con Changó. El oficial se zafa del asunto. "Tú estás equivocado, nosotros estamos aquí para evitar problemas de violencia, y hasta ahora no veo ninguno", dice antes de arrancar el auto y marcharse del lugar.

Uno de los obreros se queda parado y grita: "Qué va. Si el Gobierno quiere quitar el techo, que venga a quitarlo. Yo no quiero problemas con los santos, coño", y se postra ante la estatua de un indio que Grisel tiene en una esquina. Otro se acerca y susurra: "Yo tengo dos niñas, por favor, pídale a Changó que no nos haga daño, nosotros no vamos a continuar con esto". Terminan recogiendo todas las herramientas y huyen a toda velocidad en el viejo camión ruso de la brigada.

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