La piedra lunar

El interior de la librería La piedra lunar. (14ymedio)
El interior de la librería La piedra lunar. (14ymedio)
José Gabriel Barrenechea

02 de marzo 2016 - 12:42

Santa Clara/Si ese aire nostálgico que tiene Santa Clara puede descubrirse en la obra de poetas como Arístides Vega Chapú, el ambiente del barrio del Condado, ese particular Bronx nuestro, tiene en Lorenzo Lunar a su máximo cronista. Entre los más importantes autores policiales de cubanos que aún residen al interior de la Isla, El Gordo, El Asere ilustrado, es el dueño de este negocio en la esquina de Luís Estévez y Conyedo. La librería de viejo La piedra lunar es un juego de palabras en el que se combinan el primer apellido del propietario-narrador con la evidente intención de homenajear a la novela de Wilkie Collins.

En esta librería he encontrado rarezas en Cuba como El miedo a la libertad, de Erich Fromm, o The spirit of democratic capitalism, de Michael Novak. Si es usted de quienes andan detrás de exquisiteces de la literatura cubana, no debe de ningún modo visitar la Isla sin pasar por este pequeño local.

Eduardo Chibas, el adalid de Cuba, de Luis Conte Agüero, y el Estudio histórico sobre el origen, desenvolvimiento y manifestaciones prácticas de la idea de la anexión de la Isla de Cuba a los Estados Unidos de América, de José Ignacio Rodríguez -publicado en 1900 y nunca reeditado, los compré en La piedra lunar a precios muchísimo más económicos de lo que me hubieran costado en ese conocido bazar de los cuarenta atracadores habaneros, la Plaza de Armas.

Lorenzo, más que despiadado capitalista a la usanza de los que ahora pululan por esta tierra, es ante que todo un promotor de las letras, capaz de dejar el libro al precio de costo, o hasta regalarlo, si llega a entender que la "necesidad" de tenerlo se combina con una recurrente cortedad pecuniaria.

Si usted no está claro de lo que busca, Lorenzo tiene lo necesario para ayudarlo: lecturas, conocimiento del corazón humano, bonhomía

Si usted no está claro de lo que busca, Lorenzo tiene lo necesario para ayudarlo: lecturas, conocimiento del corazón humano, bonhomía y esa chispa cubana de la que puede afirmarse es él uno de sus poseedores por antonomasia.

Como La piedra lunar no es simplemente un negocio, o al menos uno de esos negocios en los que se pretende esquilmar lo más posible al cliente con el menor esfuerzo del negociante, aquí se hace mucho más que vender libros. Entre sus atestados estantes son comunes las presentaciones de libros, como las del último publicado en Cuba por el ya no tan bien visto por las autoridades Julio César Guanche de boca del padre e intelectual Juan Manuel Fernández Triana, o peñas, talleres y hasta homenajes a personalidades de paso por la ciudad.

Eso sin contar los que El Gordo organiza de cuando en cuando a algún personaje, de la ciudad o sus alrededores, característico por sus hábitos y ocupaciones extravagantes o al menos no muy habituales.

La piedra lunar organiza dos concursos anuales: El Cuentero, de relatos breves, y Fantoche, de cuento policial. Además, posee un pequeño taller de impresiones ligeras donde se elaboran cuadernillos bajo el sello Ediciones la piedra lunar y en los que se privilegia a autores desconocidos o a quienes pugnan por abrirse paso. Estos pequeños libros cuentan con el privilegio de ser editados y corregidos por Rebeca Murga, esposa de Lorenzo, destacada escritora ella misma y toda una autoridad en Cuba en asuntos editoriales.

Las paredes del breve local sirven para exhibir obras pictóricas y fotográficas de importantes autores de la ciudad, o en general de cualquier rincón del mundo, que si algo se respira en estos escasos metros cuadrados es el cosmopolitismo que siempre sobrenada en lo mejor cubano.

En ningún lugar de Santa Clara puede colgar con más justicia esa foto de Agustín de Rojas que preside el minúsculo desván en que se ha apañado un lugar para las exposiciones y la reflexión, al que se accede por una peligrosa e inclinada escalera. En los tiempos en los que tantos se escabullían por cualquier esquina o callejón para no toparse con aquel loco incómodo del tipo shakesperiano, de esos que uno nunca sabe si están o no realmente locos y si todo no es más que inteligente recurso para espetarle al poder y los poderosos las verdades en su cara, El Gordo era de los pocos que no dejaban de saludarlo y que hacía lo imposible para reinsertar al excluido en la vida de las letras santaclareñas.

Fueron él, el flaco Rubén Artiles y el Yoss quienes impusieron aquel homenaje casi postrero a Agustín que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) le organizó a regañadientes después de mucho tiempo de no invitarlo a sus predios, o de los que mucho antes de su muerte clamaban por la reimpresión de sus obras.

La piedra lunar, junto a la biblioteca diocesana de esta ciudad, resultan las dos más importantes instituciones culturales independientes de Santa Clara. Si en la segunda se puede asistir a una conferencia acerca de la filosofía fenomenológica de Husserl de boca de nada más y nada menos que Francisco de Lara, en La piedra lunar no le deberá extrañar encontrarse a Paco Ignacio Taibo dándose un par de palos de buen ron cubano con su cuate, Lorenzo Lunar.

El próximo 16 de marzo La piedra lunar llega a su primer lustro. Ojalá nos dure unos cuantos más.

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