Bolos, caramelos y peligros

Putin y Castro en la televisión cubana. (14ymedio)
Putin y Raúl Castro, juntos en la televisión cubana. (14ymedio)
Yoani Sánchez

12 de julio 2014 - 11:00

La Habana/"¡Estos son los últimos caramelos!" El grito podía ser el simple pregón de un vendedor de golosinas, pero lo escuché hace veintitrés años en mi preuniversitario en el campo y fue la primera evidencia que tuve del colapso de la Unión Soviética. La que vociferaba era Olga, una estudiante que revendía lo que le daban las esposas de los técnicos rusos radicados en Alamar. Ella era el puente entre nuestro dinero cubano, que cada vez se desvalorizaba más, y una serie de productos como dulces y latas de conservas "Made in URSS". A esa adolescente, que nos advertía del corte de suministros, la guardo en mi memoria como a un Tiresias ciego, que nos anticipó el adiós a "los bolos".

La vieja relación con el Kremlin vuelve a la memoria por estos días en que Vladimir Putin ha visitado Cuba. En la televisión nacional hemos visto a la delegación oficial, con su aspecto empresarial, de cuello y corbata, que no habla ya del marxismo leninismo ni de la dictadura del proletariado. Parecen diferentes pero son tan iguales. La misma mirada desde arriba que una vez tuvieron cuando sabían que nuestra Isla sólo era una pequeña ficha más en el juego del poder. Vienen en busca de alianzas, para definir los contornos de esos bloques que se recomponen –ante nuestros ojos- en un nuevo regreso de la Guerra Fría. Estamos a un paso de volver a nuestra vieja condición de satélite, disminuidos ante el poder de Moscú, su petróleo, la condonación de la deuda que acaba de otorgarnos.

Ni un solo comentarista oficial ha hecho alusión a los peligros que entraña este acercamiento ni a la necesidad que tiene el gobierno ruso de utilizar a Latinoamérica como "plataforma de lanzamiento" diplomático contra su viejo enemigo Estados Unidos. En medio de esta reanudada confrontación entre grandes, hemos quedado atrapados nosotros como una parte descartable y negociable, llegado el caso. El riesgo es tal, que he vuelto a recordar a Olga y a los últimos caramelos soviéticos que nos ofreció en aquel albergue. Aquellos dulces en extinción predecían un final, estas golosinas que se anuncian hoy, como un nuevo aeropuerto y posibles inversiones rusas en el Puerto del Mariel, comprometen nuestro futuro. No hay que ser ciego, ni Tiresias para darse cuenta.

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