'Casting' para empleo

Una trabajadora preparando maíz. (14ymedio)
Una trabajadora preparando maíz. (14ymedio)
Yoani Sánchez

25 de junio 2014 - 08:00

La Habana/Eugenia perdió su empleo de treinta años en una oficina del Ministerio de Transporte. Se quedó "disponible", según le aclararon sus jefes antes de ofrecerle una plaza como albañil. Renuente a poner ladrillos y preparar mezclas, se ha lanzado al mercado laboral privado a ver qué encuentra. Sus posibilidades son pocas. No habla otro idioma, jamás ha tocado una computadora y no tiene "la buena presencia" de la juventud.

Una amiga la inscribió en un sitio digital para buscar empleo. "Aquí no aceptamos gente con prótesis dental", le dijeron en la primera entrevista donde optaba por una plaza de limpieza en una casa que renta a extranjeros. La dueña del lugar quería "una mujer limpia, que hable poco, no fume y se vea fuerte". Contrataron a otra y Eugenia decidió invertir en su físico.

Logró teñirse el pelo, se compró unos zapatos nuevos e hizo un recorrido por varias cafeterías y restaurantes de Centro Habana. Con más de cincuenta años, en casi todos los lugares donde fue le respondieron lo mismo "ya tenemos gente en la cocina y para el servicio no nos sirves". Eugenia se fijó que tras las barras de los nuevos lugares por cuenta propia o despachando en las mesas, casi siempre hay mujeres jóvenes, delgadas y de busto prominente.

"Usted es de La Habana ¿verdad?" le preguntaron en un sitio donde contrataban personas para planchar y lavar. Eugenia nació en Holguín y lleva casi toda su vida en la capital cubana, pero al dueño de la lavandería eso no le sirvió. "Queremos gente habanera, para que después no haya problemas con parientes que vengan y quieran metérsenos en la casa".

Una vecina le avisó de otra posibilidad cuidando un anciano. Se trataba de un militar retirado que apenas se podía parar de la silla de rueda. "Delante de él no se puede decir nada malo de la Revolución", le advirtieron los hijos del viejecito al que había que darle la comida, cambiarle la ropa y leerle el periódico Granma. Al final, Eugenia tampoco consiguió el trabajo.

Por unos días logró cuidar un niño, pero sólo fue una semana porque "si no puedes cantar y no conoces algunos juegos infantiles, mi hijo se aburre", le dijo la madre del pequeño. Eugenia sólo sabe llenar planillas, poner cuños y mover la cabeza afirmativamente durante las largas reuniones en la que fue su empresa. No puede competir en el mercado laboral actual.

Ayer le avisaron de una plaza fregando en una paladar. "No puede salir de la cocina durante el horario de trabajo", le aclaró el cocinero. "Es mejor que los clientes no la vean", remachó antes de confirmarle que estaba "a prueba".

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