Cuando la represión llama a tu puerta

Para mí no cuenta que me hayas difamado sin saber, atacado sin argumentos o golpeado en un acto de repudio contra mí o mis seres queridos. (Captura)
Para mí no cuenta que me hayas difamado sin saber, atacado sin argumentos o golpeado en un acto de repudio contra mí o mis seres queridos. (Captura)
Yoani Sánchez

21 de julio 2021 - 21:59

La Habana/Hace un poco más de diez días, la represión violenta era para muchos cubanos una experiencia ajena, una historia que contaban otros y de la cual dudar cuando la narraban opositores o periodistas independientes. Así parecía, hasta que el 11 de julio pasado algunos confirmaron en carne propia que los arrestos arbitrarios, los golpes, el desnudar y humillar en las estaciones policiales o el silencio de las autoridades sobre el paradero de un detenido no eran fantasías ni bulos de unos pocos.

Muchos de los que antes dudaban y cuestionaban a las víctimas diciendo que se lo inventaban todo y que algo así no podía pasar en esta isla, ahora tienen un hijo o una sobrina encerrados a la espera de un juicio sumario por solo salir a las calles pidiendo “¡libertad!” o intentar grabar las revueltas populares con la cámara de su móvil. Los testimonios van saliendo, incluyen excesos, ultrajes, larguísimos interrogatorios, hacinamiento en los calabozos y amenazas, muchas amenazas.

Nada de esto resulta novedad alguna para una parte de la población cubana que llevaba décadas denunciando tales hechos. Pero, a veces, hay que sentir para creer, experimentar en carne propia para empatizar con otra víctima y meter el dedo en la herida para asegurarse de que existe. No debería ser así.

En lo personal, tampoco me vale ahora devolver escepticismo con escepticismo, sordera con sordera, sarcasmo con sarcasmo

En lo personal, tampoco me vale ahora devolver escepticismo con escepticismo, sordera con sordera, sarcasmo con sarcasmo. Es tiempo de poner el hombro y apoyar a las nuevas víctimas de la represión directa, no importa si una vez dudaron del horror vivido por otros.

Cuenta conmigo para gritar por la liberación de tus hijos. No me importa si te burlaste o no creíste cuando me secuestraron y golpearon en noviembre de 2009; no me importa si te prestaste para vigilar a mi pequeño mientras iba a la escuela y gritarle que su madre era una “mercenaria”; no me importa si informaste sobre la gente que me visitaba y te reíste cuando pasé largas horas en un calabozo. No importa si te sumaste al fusilamiento de mi reputación y el intento de matarme socialmente.

Para mí no cuenta que me hayas difamado sin saber, atacado sin argumentos o golpeado en un acto de repudio contra mí o mis seres queridos. Estoy de tu lado para que liberen a ese familiar que amas. Yo sí te creo.

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