El pasado de los casinos de La Habana

El objetivo de Lansky era convertir La Habana en el destino caribeño por excelencia para los aficionados a los juegos de azar
El objetivo de Lansky era convertir La Habana en el destino caribeño por excelencia para los aficionados a los juegos de azar

22 de abril 2021 - 22:07

Fulgencio Batista Zaldívar nació el 16 de enero de 1901 en la ciudad de Banes, un pequeño municipio ubicado en la provincia de Holguín. Tras dejar los estudios, probó suerte en diferentes oficios, hasta que comenzó a fraguarse una carrera de éxito como taquígrafo en el Ejército Cubano, alcanzando el rango de sargento. En 1933, participó en la llamada Revuelta de los Sargentos, un golpe de Estado mediante el cual un grupo de militares depusieron al presidente de Cuba, el general Gerardo Machado. A partir de ese momento, Batista se convirtió en coronel en jefe del Estado Mayor y en la figura militar más importante del país. En 1940, se alzó con la victoria en las elecciones generales de Cuba tras liderar la Coalición Socialista Democrática, superando a Ramón Grau San Martín.

Tanto en primera línea como en la sombra, Batista controló el poder de Cuba desde la Revuelta de los Sargentos en 1933 hasta su fuga de la isla ante el triunfo de Fidel Castro en la Revolución cubana de 1959. Durante esos años, ofreció facilidades a los Estados Unidos para lucrarse de los recursos de la Isla y permitió la libre circulación de los grandes capos de la mafia estadounidense. La relación de Batista con la mafia estadounidense se remonta a 1933, cuando realizó los primeros arreglos con Meyer Lansky, un gánster judío que comenzó a operar los casinos y los clubes nocturnos cubanos a cambio de tres millones de dólares para Batista y sus hombres.

Tras la victoria de Ramón Grau San Martín en las elecciones generales de Cuba de 1944, el banense se fue a Estados Unidos, instalándose en Daytona Beach, Florida. Durante su tiempo en el país norteamericano, Batista entró en contacto con algunos de los mafiosos estadounidenses más importantes de la época gracias a Lansky. A partir de ese momento, empezaron a entrar en Cuba capitales y capos de las familias mafiosas. De hecho, en 1946, La Habana acogió una de las cumbres más grandes de capos criminales, con la presencia de mafiosos como Albert Anastacia (Familia Gambino), Frank Costello (Familia Genovese), Lucky Luciano (Familia Genovese), Santo Trafficante (Familia Trafficante) o Vito Genovese (Familia Genovese). Los grandes capos de la Cosa Nostra se reunieron en el Hotel Nacional, con Frank Sinatra amenizando el evento, gracias a su relación con Batista.

Hoy en día, el Hotel Nacional sigue teniendo una pequeña galería de fotografías que rememoran el encuentro entre los grandes capos de la Cosa Nostra. En esa reunión, los mafiosos estadounidenses se repartieron el negocio del juego en Estados Unidos y Cuba. A la cabeza se encontraba Lansky, que tenía el sueño de convertir la ciudad de La Habana en el lugar más famoso de América. Por su parte, Batista tenía la intención de reducir la dependencia del mercado azucarero impulsando el negocio del turismo, principalmente norteamericano, así como el juego de los casinos. De esta forma, durante los años cincuenta, Cuba se llenó de hoteles y casinos para atraer a los turistas, dando inicio a la época del entretenimiento por la que la capital se hizo conocida en todo el mundo.

La floreciente industria de casinos y juego de Cuba

Lansky se encargó de la organización de la floreciente industria de casinos y juego de Cuba, aportando el asesoramiento y el capital necesario para la construcción de los establecimientos de juego. El objetivo del mafioso era convertir La Habana en el destino caribeño por excelencia para los aficionados a los juegos de azar con la instauración de 50 hoteles-casinos a lo largo del litoral del norte, hasta el balneario de Varadero. El Cabaret Tropicana, el Hotel Comodoro, el Hotel Sevilla, el Hotel Capri o el Hotel Deauville eran algunos de los hoteles y centros nocturnos de la capital controlados por la mafia estadounidense. Estos lugares permitieron a las grandes familias de la Cosa Nostra lavar su dinero lejos de Estados Unidos.

En 1955, comenzaron las obras en el Hotel Nacional, situado en el corazón del Vedado, la zona más céntrica de La Habana. El costado izquierdo del establecimiento hotelero, que daba al mar, se convirtió en un complejo de entretenimiento que albergaba bares, restaurantes, el famoso Cabaret El Parisien y un elegante salón destinado al casino, que fue bautizado como Casino Internacional Wilbur Clark (en honor al magnate de casinos de Las Vegas). Las fichas del casino se fabricaron en los Estados Unidos, y tenían grabadas el nombre y la cara de Wilbur Clark. En total, el casino contaba con siete mesas de ruleta, tres mesas para juegos de cartas, una mesa y 21 máquinas tragamonedas. Unas modalidades de juego que siguen siendo populares en la actualidad gracias a casinos online como 888casino.es. La mayoría de los clientes del casino procedían del Cabaret El Parisien.

El Hotel Nacional y el Casino Internacional Wilbur Clark se convirtieron a finales de los años 50 en uno de los mejores lugares de entretenimiento del Caribe. Sin embargo, La Habana contaba con otros establecimientos de juego como el salón del Hotel Capri, que ofrecía a los aficionados a los juegos de azar varias máquinas tragamonedas, seis mesas de ruleta, así como diferentes mesas para juegos de cartas y dados. Todo ello con el actor norteamericano George Raft como anfitrión del casino, y con los espectáculos del famoso Cabaret Salón Rojo. Por su parte, el Hotel Riviera era la gran apuesta de Lansky para obtener ganancias millonarias con el negocio de los casinos en Cuba. Por este motivo, el salón del casino tenía un total de 85 máquinas tragamonedas y más de 20 mesas para juegos de apuestas.

La industria de casinos y juego de Cuba vivió una época dorada entre 1952 y 1958. Sin embargo, la victoria de la Revolución cubana de 1959, que provocó la caída del régimen de Fulgencio Batista y la llegada al poder de Fidel Castro, obligó a los mafiosos estadounidenses a huir de la isla. Por su parte, Batista salió en un avión a la República Dominicana y desde ahí a España, donde falleció el 6 de agosto de 1973.

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