El 12 plantas de Sancti Spíritus "no se caerá por el tiempo, sino por el descuido", advierten las autoridades
Sancti Spíritus
Inaugurado en 1986, el edificio más alto de la provincia pasa por un proceso de deterioro acelerado
Madrid/Hay 138 apartamentos en el 12 plantas de Sancti Spíritus, un edificio icónico, por ser el más alto –y moderno en su día– de la ciudad. En él residen 92 personas mayores de 60 años, una buena muestra del envejecimiento de la población cubana, pero también niños pequeños y mujeres embarazadas. Todos ellos comparten un espacio común en el que el deterioro, responsabilidad de las autoridades, es tan evidente como la falta de higiene, que compete a los vecinos.
La Dirección Municipal de la Vivienda se excusa este miércoles, en un reportaje dedicado al emblemático edificio, de los males que afectan al bloque, inaugurado en 1986 en el reparto Olivos I. “Hoy, casi 40 años después, sigue en pie, pero ya no se le mira con admiración. Se le observa con preocupación, con frustración”, admite el diario.
El organismo reconoce que hace años que se planteó una obra considerable, que incluía un cambio de la tubería principal de desagüe, pero solo se llegaron a reemplazar precariamente los ventanales. “Hoy es imposible llevar a cabo esta acción debido al presupuesto asignado y a la gran inversión y movilización que se necesitaría en la búsqueda de una reparación capital”, argumentan.
Sin embargo, la mayor parte de la responsabilidad se atribuye a unos vecinos que ni siquiera han formado la junta de administración a la que están obligados por ley. Vivienda recuerda que este órgano es imprescindible para la organización de las comunidades de propietarios múltiples, incluyendo la gestión de la limpieza, las reparaciones menores, las normas y su cumplimiento o la responsabilidad que todos tienen con el espacio común. A falta de dicha junta, a las convocatorias no asiste nadie.
Una de las consecuencias directas es la insalubridad del edificio, ya que la limpieza de los tanques y la cisterna compete en exclusiva a los vecinos. Muchos de ellos denuncian que el agua llega sucia, incluso con caracoles, aunque nada comparable al suceso ocurrido en 2009, cuando se halló el cadáver de Antonio Iglesias, un vecino deambulante al que, sin querer, se bebieron los residentes.
“La limpieza de los tanques y la cisterna es de los propios vecinos”, dice a Escambray Rufina Edita Díaz Rojas, administradora encargada del edificio. “Eso no lo hace el Estado, lo hace la comunidad organizada. Si no se organiza, no se hace. La última vez que se limpió fue hace un año y pico. Solo participaron cinco vecinos”, revela.
La Dirección Municipal de la Vivienda goza de todo el espacio para explicarse. Ningún vecino ha sido entrevistado por el medio. El organismo afirma que ha hecho todo lo posible por el edificio, desde jornadas de higienización en zonas comunes a reparación y reemplazo de luces, incluyendo las del exterior del inmueble. Han arreglado jardines, entregado herramientas y enviado personal para apoyar a los residentes. Pero estos no solo no se suman, sino que rechazan la cooperación. “Mientras nosotros trabajábamos, desde la parte alta nos han tirado basura, jabitas de nailon llenas de basura, con otras cosas más que son un poco incómodas de decir”, acusa Yadira Cantero Álvarez, subdirectora general de la Dirección Municipal de la Vivienda.
La dirección del inmueble asegura que los vecinos rompen lámparas recién instaladas, arrancan plantas y se suben desde bicicletas y escombros y hasta balas de gas por los ascensores, algo prohibido por el reglamento, por el peso y el peligro.
“Nosotros sí reconocemos que el salario que ofrecemos es bajo, es difícil cubrir plazas, pero también hemos tomado iniciativas, hasta convenios con el sistema penitenciario, para mantener el inmueble con la limpieza requerida. Pero si no se cuida, no se vela, no se trabaja… todo se pierde”, señalan los funcionarios de vivienda, que denuncian que, cuando los ascensores fallan, hay quienes tiran basura por el balcón.
El director de Vivienda habla de la cultura de lo común, de la organización colectiva y de asumir responsabilidades. “Y no lo dice para evadir responsabilidades, sino para recordar una verdad olvidada: este edificio no pertenece solo al Estado, pertenece a quienes viven en él”, señala la nota, que concluye con una sentencia: “el 12 plantas no se caerá por el tiempo, se caerá por el descuido”.