2025: el año en que la comida tuvo acento extranjero
Alimentación
Los alimentos importados, más caros y mejores, han desplazado los productos nacionales, cada día más escasos
La Habana/Si algo aprendieron los cubanos en 2025 fue a leer los mercados agrícolas como quien consulta el parte meteorológico: no para saber si mañana lloverá, sino para calcular cuánta comida podrá entrar en casa antes de que el dinero se evapore. Fue un año sin tregua para los precios y con una novedad que ya dejó de ser anécdota para convertirse en paisaje: la consagración definitiva de los productos importados en renglones que, hasta hace poco, eran de producción nacional.
El arroz, la carne de cerdo, los cítricos, la cebolla, el ajo y hasta el azúcar terminaron de cambiar de acento. De criollos pasaron a hablar inglés, portugués o español peninsular. Estados Unidos, México, Panamá, Brasil y España se colaron en la mesa cubana no por preferencia gastronómica, sino por pura necesidad. Lo nacional se volvió escaso, irregular o inviable, y el mercado respondió con la lógica que mejor conoce: traer de fuera para aprovechar la desesperada demanda de alimentos.
Uno de los productos que resume el año que termina fue el arroz, ese termómetro doméstico que define si hay almuerzo o solo una comida en la noche. En el mercado Plaza Boulevard de Sancti Spíritus, la libra de arroz criollo empezó enero en 150 pesos. Para julio ya había alcanzado los 280 y, tras un ligero "descanso" forzado por la intervención estatal de intentar regular su precio, diciembre lo encontró en 250 pesos. No bajó por milagro productivo, sino porque muchos vendedores particulares optaron por esconderlo o sustituirlo por arroz importado, convenientemente fuera de cualquier regulación. El resultado fue simple: menos arroz criollo a la vista y más sacos con etiquetas extranjeras.
La libra de arroz criollo empezó enero en 150 pesos. Para julio ya había alcanzado los 280
Esa dinámica se repitió una y otra vez. Los precios topados, anunciados con tono de orden final, chocaron con tres muros difíciles de atravesar: la devaluación constante del peso cubano, una demanda insatisfecha y la obstinación de los comerciantes, que saben muy bien que vender por debajo de los costos no es altruismo, sino ruina. Ante la disyuntiva de perder dinero o complacer a las autoridades, muchos eligieron una tercera vía: retirar la mercancía y colocarla por la izquierda, donde no hay inspectores ni resoluciones ministeriales.
El frijol negro, otro clásico del plato nacional, ofrece una lección parecida. En el mercado La Feria de Los Chinos, en Holguín, arrancó el año a 400 pesos la libra. En agosto, se alivió momentáneamente la oferta y bajó a 320. Pero la alegría duró poco. Diciembre lo devolvió a los 420 pesos, confirmando que en Cuba las rebajas suelen ser paréntesis, no tendencia. El frijol importado, mientras tanto, entró sin pedir permiso a los precios topados y encontró su nicho entre quienes prefieren pagar más a no comerlo nunca.
La carne de cerdo, históricamente reina de la mesa cubana, terminó de perder la corona en 2025. En los mercados del Ejército Juvenil del Trabajo en La Habana, gestionados por las Fuerzas Armadas pero con la mayoría de las tarimas de vendedores privados, el lomo de cerdo importado comenzó el año a 900 pesos la libra. En julio ya iba por 1.000 y cerró diciembre en 1.200. El puerco criollo, golpeado por la falta de pienso, el robo y los costos imposibles de la crianza, se volvió una rareza. Cuando aparecía, no siempre respetaba los precios oficiales y, cuando los respetaba, desaparecía al día siguiente.
La carne de cerdo, históricamente reina de la mesa cubana, terminó de perder la corona en 2025
Algo similar ocurrió con productos que definen la cocina diaria. La cebolla, por ejemplo, se comportó como un activo financiero. En el mercado de 19 y B, conocido con ironía como La Boutique, en La Habana, empezó enero a 350 pesos la libra. En julio ya estaba en 500 y diciembre la encontró en 600. El olor no cambió, pero el origen sí: cada vez más cebolla importada, mejor presentada, más vistosa y, sobre todo, libre de topes.
El cartón de 30 huevos, ese salvavidas proteico de muchos hogares, también dio su salto. En los comercios privados de Holguín pasó de 3.000 pesos a inicios de año a 3.200 en diciembre. No es una subida espectacular, pero sí persistente, y se suma a un contexto donde el salario promedio no aumenta, las pensiones se encogen y cualquier incremento, por pequeño que parezca, termina doliendo.
Escandalosa ha sido la reaparición de la mandarina en los mercados privados este año, no tanto por su sabor, siempre amable y perfumado, sino por su precio: alrededor de 1.300 pesos la libra, lo que equivale a casi la mitad de una pensión mensual promedio en la Isla. Ese cítrico llegó desde Perú después de años de ausencia y provocó una mezcla de asombro, nostalgia y desencanto. Muchos cubanos, especialmente los mayores, confesaron que hacía más de un lustro que no veían mandarinas a la venta.
La escena se volvió icónica: junto a cebollas estadounidenses y ajos panameños, las mandarinas importadas se venden en puntos céntricos de La Habana con etiquetas que recuerdan su origen, atrayendo a quienes las ven como un pedazo de sabor perdido. Sin embargo, el precio las convierte en una paradoja dolorosa: lo que debería ser un retorno a la frescura termina siendo un lujo casi inaccesible para muchos bolsillos.
Junto a cebollas estadounidenses y ajos panameños, las mandarinas importadas se venden en puntos céntricos de La Habana
Detrás de estos números hay una lógica clara. La política de precios topados, aplicada de forma selectiva, terminó incentivando justo lo contrario de lo que pretendía. Al regular el arroz criollo y dejar sin tocar el importado, se envió un mensaje nítido al mercado: traiga lo que no está regulado. El resultado fue un desplazamiento acelerado hacia productos importados, más caros, pero disponibles.
Con ironía amarga, muchos consumidores aprendieron a distinguir marcas extranjeras sin haber salido nunca del país. No por cosmopolitismo, sino porque la cebolla española, el arroz estadounidense o el cerdo brasileño fueron, paradójicamente, más estables que sus equivalentes nacionales. En 2025, el mercado agrícola cubano no solo vendió comida: vendió una lección diaria de economía básica. Y la mayoría la aprobó a la fuerza.