El cerdo de la cena navideña en Cuba será importado o no será
Alimentación
Mientras el resto del mundo apuesta por acortar la distancia entre el campo y la mesa, la Isla recorre el camino inverso e importa cada día más lo que come
La Habana/Este año, si hay lechón en la mesa de Nochebuena de los cubanos, será muy probable que haya viajado cientos o miles de kilómetros antes de llegar al fogón. En el mercado de la calle Tulipán, en La Habana, este martes las pizarras lo confirmaban: "Lomo de cerdo (importado), 1.200 pesos la libra". El cartel anuncia el indiscutible reinado del puerco extranjero en las tarimas nacionales.
Entre el bullicio de los compradores y el calor que se acumula bajo los techos metálicos, la palabra "importado" se repite como un eco por todo el amplio local que una vez fue gestionado por el Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) y ahora está lleno de puestos privados. Arroz importado: 275 pesos por libra. Frijol negro importado: 400. Azúcar importada a 650 el kilogramo. Hasta el limón, por 300 pesos, ha llegado desde fuera.
Las tablillas del mercado, que hace apenas unos años mostraban productos de cosecha nacional, parecen hoy un catálogo de aduanas. Un cliente se ríe resignado: "Aquí lo único criollo es el polvo del piso".
Las tablillas del mercado, que hace apenas unos años mostraban productos de cosecha nacional, parecen hoy un catálogo de aduanas
Las cámaras de 14ymedio registraron la escena: un grupo de visitantes estadounidenses, con gorras y jeans, observaban los puestos repletos de mercancías con etiquetas "Made in USA". Algunos de los recién llegados, participantes de la Conferencia Agrícola Cuba-Estados Unidos y rodeados de un fuerte operativo, no disimulaban su satisfacción. En un mercado que sigue llevando un nombre vinculado a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los productos norteamericanos –carne, arroz, legumbres– son cada vez más abundantes.
Eso sí, el lomo importado, más limpio y mejor empacado, divide opiniones. "Es carne magra, bien cortada y no trae casi huesos", defiende un comprador. "Pero no sabe igual", replica una señora, "le falta el gusto del cerdo criado por los guajiros de aquí". Sea como sea, pocos discuten su ubicuidad: el puerco foráneo ha llegado para imponerse a los chicharrones locales del que una vez fue considerado "el mamífero nacional".
Los números cuentan el trasfondo de este cambio. En 2018, Cuba produjo unas 149.000 toneladas de carne de cerdo. En 2023 apenas superó las 13.000, y el pasado año no llegó siquiera a 10.000, según cifras oficiales. Muchas granjas estatales cerraron y el pienso animal escaseó. La mayoría de los criadores particulares, que en su momento abastecían los barrios y las fiestas de fin de año, también se rindieron.
El déficit abrió la puerta al mercado exterior. En los últimos cinco años, Estados Unidos, España y Brasil se convirtieron en los nuevos proveedores de una carne que, durante décadas, fue emblema del autoabastecimiento cubano. Según los reportes mensuales del Consejo Económico y Comercial Estados Unidos-Cuba (US-Cuba Trade), las exportaciones de carne de cerdo estadounidense hacia Cuba rondaron en 2024 entre dos y cuatro millones de dólares al mes, para un total anual que superó los 25 millones.
España, que figura entre los líderes mundiales en el sector porcino, ha incrementado sus envíos al mercado cubano desde 2022, y Brasil –potencia agroalimentaria de la región– colocó en la Isla miles de toneladas de cortes congelados.
El resultado es visible: en los puestos del mercado de la calle Tulipán abundan los lomos con sellos de exportación brasileña. Las etiquetas en portugués se mezclan con sacos de arroz español y frijoles norteamericanos. "Mientras más limpio y más bonito, también más caro", resume una clienta que lee los datos sobre un paquete de azúcar de Brasil. El olor a grasa recalentada que llega desde unos puestos de comida, y la música de reguetón que suena en los altavoces, completan la escena.
En un grupo de WhatsApp, un comercio privado en la barriada de Miramar, La Habana, ofrece toda una amplia gama de alimentos traídos desde fuera. Uvas, pimientos, cebollas moradas y hasta zanahorias forman parte de una oferta que va dirigida, fundamentalmente, a personal diplomático y cubanos con recursos. El negocio particular subraya en su publicidad que todo está "limpio, bonito y sabroso" y añade "fresco y recién llegado".
El cerdo es algo más que una proteína animal. En Cuba tiene valor simbólico. Ningún fin de año se entiende sin su presencia: el asado en la púa, el crujido del cuero, el olor del mojo. Pero esta vez, el sabor de la fiesta vendrá envasado y congelado, procedente de frigoríficos en Iowa, Toledo o São Paulo.
Mientras buena parte del mundo apuesta por reducir la distancia entre el campo y la mesa, Cuba recorre el camino inverso. En los últimos años, en Europa y América Latina se multiplican los mercados de cercanía, las cooperativas locales y la etiqueta "kilómetro 0", pero en la Isla los alimentos viajan miles de millas antes de aterrizar en las tarimas.
Lo que antes era una red de producción y consumo relativamente corta –el campesino que vendía al carretillero y el carretillero al barrio– ha sido reemplazado por un sistema donde el suministro alimentario se mide en contenedores y divisas. Así, si en Madrid o Buenos Aires un tomate local es motivo de orgullo, en La Habana la novedad es un saco de arroz con letras en inglés o un lomo de cerdo empacado en portugués.
La escena resulta cada vez más pintoresca. Los frijoles ya no son frijoles: ahora son "porotos" o "alubias". Los chícharos aparecen en bolsas que dicen green peas y el azúcar lleva el sello de un ingenio guatemalteco. Hasta las frutas, que antaño venían del sur de Mayabeque o de Jagüey Grande, llegan ahora de Florida o de Yucatán. Lo sucedido retrata la paradoja cubana: en un país agrícola por vocación, cada vez cuesta más comer algo que nazca de su propia tierra.
"La gente no pregunta de dónde viene; pregunta si tiene buena calidad y se quejan de que está caro"
Un vendedor, con un delantal manchado, observa cómo algunos clientes ponen cara de disgusto cuando leen los precios y comenta: "La gente no pregunta de dónde viene; pregunta si tiene buena calidad y se quejan de que está caro". En esos gestos cotidianos se resume el cambio de una era: Cuba importa lo que antes criaba. Si hasta hace poco muchos soñaban con un puerco criollo, este diciembre tendrán que conformarse con su pariente globalizado.
La inflación ha hecho el resto. Con el dólar a 440 pesos en el mercado informal, el cartón con 30 huevos cuesta casi la mitad del salario mensual, y el lomo de cerdo a 1.200 pesos se ha convertido en un lujo que pocos pueden costear. "El cerdo nacional era de pobres, pero ahora ni los pobres pueden comprarlo", dice un anciano mientras compara precios. "Ya todo lo que comemos viene de afuera".
Bajo el sol del mediodía, el mercado del EJT sigue llenándose. Las pizarras se emborronan con nuevos números, el olor del ajo importado se mezcla con el de las mandarinas peruanas, y las neveras zumban al borde del apagón. El cerdo, ese viejo protagonista de las celebraciones cubanas, tiene este año pasaporte extranjero.