"Cayó una nave espacial en nuestro barrio"

Los vecinos del nuevo Hotel Grand Packard opinan sobre el establecimiento de lujo

Hotel Grand Packard. (14ymedio)
El Packard, con 312 habitaciones, dispone de amplios ventanales de vidrio, esquinas afiladas y un área de portal que se integra al paseo. (14ymedio)
Marcelo Hernández

11 de septiembre 2018 - 14:59

La Habana/Gerardo Carbonell mastica un tabaco, sentado en la puerta de una ciudadela de la calle Prado, mientras dice que en su barrio "cayó una nave espacial". El deslumbrante objeto sí está identificado y no es otro que el recién inaugurado hotel Grand Packard, el segundo de categoría cinco estrellas plus de Cuba.

La fachada resplandece bajo el sol de septiembre y aunque todavía no se ve trasiego de turistas, el alojamiento ya está causando cierto revuelo. "En los últimos días han venido muchas personas importantes a mirar y participar de la inauguración", cuenta Carbonell, aunque "no se mueven mucho, no caminan para esta parte", lamenta.

La ciudadela donde vive desde hace 60 años este habanero jubilado está a escasos metros de la imponente construcción pero parecen dos mundos aparte. "Esto es como el sol y la luna, el día y la noche", opina. "Ahora estas casas se ven más deterioradas porque en comparación con esa cosa nuevecita todo parece más viejo".

"Ahora estas casas se ven más deterioradas porque en comparación con esa cosa nuevecita todo parece más viejo"

Con "viejo" Carbonell no se refiere solo a los años que tiene el inmueble estilo colonial donde habita junto a su esposa y tres hijos, sino también a la instalaciones. "En este solar las tuberías colapsaron hace años y todo el agua que se consume tenemos que sacarla a cubos de la cisterna o llevarla con motores propios hasta los cuartos".

Sin embargo, el menor de sus problemas es trasladar el agua dentro de la ciudadela, lo más difícil es que llegue al lugar. "Tenemos un suministro de una vez a la semana, si acaso dos. El resto del tiempo hay que pagar por pipas (camiones cisternas) o hacer las necesidades en otro lugar", sostiene.

El jubilado señala los lugares de la zona a los que acude con frecuencia para ir al baño. "En el Hotel Inglaterra hay buenos baños y no se ponen tan pesados, también en el Parque Central tienen buen suministro de papel sanitario, pero en el Telégrafo no se puede ni entrar porque la seguridad es muy estricta", repasa.

El Grand Packard, gestionado por la compañía española Iberostar Hotels & Resorts, no tendrá problemas con el agua. Este lunes bien temprano varios camiones cisternas lo abastecían, en una rutina que llevan a cabo todos los hoteles de la zona, una de las que más desabastecimiento hidráulico tiene en La Habana.

Con diez niveles y una vista privilegiada, el alojamiento promete a sus visitantes conocer una cara histórica y bien concurrida de la ciudad. Los comerciantes de la zona esperan beneficiarse de los clientes que se aventuran a comer y darse unos tragos fuera de las instalaciones hoteleras en un momento en que la baja del turismo preocupa a todos.

"Aunque el Packard tenga todo tipo de lujos, siempre hay quien quiere tocar la realidad con sus propias manos"

"Estamos en la misma acera y algo nos tocará de este pastel", predice un empleado de la cercana cafetería privada La Tatagua. El local, pequeño y bien diseñado, tiene una vista al Paseo del Prado y conexión por wifi que los clientes pueden usar mientras consumen. "Aunque el Packard tenga todo tipo de lujos, siempre hay quien quiere tocar la realidad con sus propias manos", agrega.

La realidad es un concepto difuso en una de las zonas más turísticas del país. Por un lado, están los espectaculares vehículos antiguos, muchos de ellos descapotables, que ofrecen recorridos por las áreas más famosas del paisaje urbano, pero a pocos metros también se mantienen milagrosamente en pie edificios en los que se hacinan decenas de familias.

El piso del paseo central ha sido pulido recientemente y esta semana varios trabajadores seguían laborando en las farolas que marcan la ruta. "Toda la zona se ha embellecido para la ocasión, especialmente las áreas verdes que están justo frente al hotel", asegura uno de los custodios, de perfecto traje y corbata, que aguarda a la entrada.

Propiedad de la empresa hotelera estatal Gaviota, controlada por las Fuerzas Armadas, el Packard ha venido a subrayar los contrastes en una zona donde el hotel Manzana Kempinski ya se veía como "algo caído del cielo", según bromea Carbonell.

"Esto era una ruina, porque antes estaba el hotel Biscuit, que se inauguró en 1911 y que mi abuelo me contaba que era una maravilla", asegura María Eugenia, que vive en otra ciudadela de la acera contraria "con vista directa al nuevo hotel. Ahora me levanto y cuando miro por la ventana me parece que estoy en otro país", ironiza.

Ahora me levanto y cuando miro por la ventana me parece que estoy en otro país"

El Packard, con 312 habitaciones, dispone de amplios ventanales de vidrio, esquinas afiladas y un área de portal que se integra al paseo a la sombra, típico de la zona. Su imponencia y tamaño -ocupa casi una manzana completa- tienen pocos rivales en las cercanías.

La fachada, sin embargo, tiene sus detractores. "Aunque se ha conservado parte de la estructura exterior original la mayoría de los elementos son modernos y rompen la estética dominante en la zona", opina Laura Fumero, graduada de arquitectura y que colabora con un pequeño gabinete privado de diseño.

"La altura de la portada parece quedarle grande al edificio, pero mi mayor cuestionamiento tiene que ver con la demanda de energía, agua y otros recursos que tendrá este hotel cuando esté totalmente operativo. No sirve de mucho tener algo tan lujoso instalado en un lugar con una infraestructura general que tiene más de un siglo", considera.

La arquitecta va más allá y pone en duda la necesidad de hoteles de "gran volumen". La decisión "sería más aceptada si estuviéramos viviendo un aumento vertiginoso del turismo, pero no es el caso", puntualiza. "Se trata además de un tipo de alojamiento destinado a visitantes de altos ingresos, pero ahora mismo se está viviendo una caída en el número de norteamericanos que llega y que son, mayoritariamente, los que están más dispuestos a gastar más", opina.

En el primer semestre del año las cifras globales del turismo, unos 2,5 millones de visitantes, descendieron en más de un 5%. Tomando en cuenta tan solo a los turistas estadounidenses, la caída de todo el semestre fue del 24%. Entre enero y marzo pasados, 240 grupos de estadounidenses cancelaron sus reservas debido a las nuevas restricciones que Washington ha impuesto sobre los viajes a la Isla.

En junio pasado, el cercano Manzana Kempinski estaba por debajo de un 20% de ocupación, según testimonios ofrecidos a 14ymedio por varios de sus empleados

En junio pasado, el cercano Manzana Kempinski estaba por debajo de un 20% de ocupación, según testimonios ofrecidos a 14ymedio por varios de sus empleados. "Es una apuesta difícil de cumplir, porque en esta zona ya hay una gran saturación de habitaciones y estamos en un momento difícil", asegura una turoperadora que prefirió el anonimato. A pesar de ello, el gerente general, Xavier Destribats, afirmó que el grupo hotelero suizo que lo gestiona tiene varios proyectos más en conjunto con la estatal Gaviota.

"Con cada inauguración crece la presión y la premura para atraer más turismo, pero no se divisa que vaya a ocurrir otro boom como el que pasó con el acercamiento de Barack Obama", explica la especialista en referencia al deshielo diplomático entre ambas naciones que comenzó en diciembre de 2014. "Tendría que cambiar algo drásticamente para que el número de turistas crezca hasta los números que se necesitan", asegura.

Más allá de las preocupaciones de arquitectos y turoperadores, los vecinos más cercanos al hotel Grand Packard, como María Eugenia y Gerardo Carbonell, temen que la demanda de recursos del alojamiento perjudique con sus rutinas diarias.

"Tendremos que acostumbrarnos al ruido de las pipas desde temprano y al trasiego de suministros, la seguridad de la zona se redoblará y eso afecta al mercado negro", apunta él. "Mucha gente tiene miedo de que esta moda de abrir hoteles de lujo siga y que la calle Prado completa termine destinada al turismo", advierte ella.

Sobre sus cabezas, en una terraza luminosa y llena de atractivas ofertas, los primeros curiosos miran hacia el horizonte y de vez en cuando voltean la vista hacia abajo.

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