Cuatro Caminos, el mercado donde confluyen las diferentes clases sociales cubanas

Frente a la escasez contrasta la tienda de venta en MLC, con sus anaqueles llenos y sus clientes bien vestidos y mejor alimentados

Vista de las tarimas del agromercado de Cuatro Caminos este viernes. (14ymedio)
Vista de las tarimas del agromercado de Cuatro Caminos este viernes. (14ymedio)
Juan Diego Rodríguez

16 de septiembre 2022 - 23:57

La Habana/El mercado de frutas y verduras en la Plaza de Cuatro Caminos, el más grande de la capital, lucía este viernes un panorama desolador. Malanga vieja y plátanos verdes, era lo único que se vendía en un puesto, entre tarimas y tarimas vacías.

"Esa malanga está tan fea que parece que tiene la viruela del mono", bromeaba una mujer ante las vendedoras, que reían de buena gana. Lejos queda la memoria de este agro, que antes y después de su remodelación mayor, en 2019, fue el mejor surtido de La Habana, con precios aceptables para la siempre precaria economía de los cubanos. "Esto está pelado", decía en voz alta otro joven, una de las pocas personas que se observaba en el lugar junto a figuras ancianas, acuciadas por el hambre.

Frente a la escasez de esta parte de la plaza, a la que se accede por la calle Matadero, contrasta la tienda de venta en moneda libremente convertible (MLC), con sus anaqueles llenos y sus clientes bien vestidos y mejor alimentados.

Apenas rozando esa abundancia, una mujer inválida vende jabas de nailon por 50 pesos, aprovechando las bocanadas de aire acondicionado que salen al exterior cada vez que las puertas se abren.

Quienes por falta de divisas no pueden acceder a este establecimiento, que tiene su entrada por la calle Manglar, pueden acudir a la tienda en pesos, que da a la calle Monte. Eso sí: no puede comprar ahí a menos que le corresponda por su lugar de residencia, como indican las normas de racionamiento establecidas por las autoridades habaneras el pasado abril.

A medio camino, una cola súbita se formó para comprar un combo de dos vasitos de yogur a 16 pesos cada uno y un pequeño plato de jamón a 55 pesos en el local El Rápido. Varios mundos en uno, en suma, con diferentes clases sociales contra las que con tanto ahínco luchó la Revolución.

En noviembre de 2019, cuando se reabrió Cuatro Caminos tras cuatro años cerrados por obras, la afluencia de clientes fue tal que la primera jornada se convirtió en una batalla campal por alcanzar cualquier producto. Personas pisando a otras para acceder al interior del edificio, zapatos perdidos en la carrera y los más fuertes, o más listos, haciéndose con cajas y cajas de un mismo alimento, marcaron aquel reinicio.

Enclavado en un cruce de municipios, el mercado, construido en 1920, siempre fue, más que un local de ventas, el centro de la actividad económica de la zona. Durante décadas, su función como plaza con tarimas de campesinos privados, comerciantes particulares y todo tipo de vendedores informales que rondaban el lugar contribuyó a la sobrevivencia de los vecinos.

Aquellos tiempos en que los residentes en las cercanías vivían de alquilar parte de sus viviendas para guardar frutas, viandas y accesorios religiosos, que luego se vendían en Cuatro Caminos, han quedado atrás. Tras su última reforma profunda, el lugar ganó en modernidad, pero perdió el carácter popular y bullanguero que lo caracterizaba desde sus inicios.

Sin poder ganarse la vida con el mercado, los vecinos tratan ahora de sacar algún rédito a la cercanía de ese imponente inmueble que en su fachada principal tiene dos cuernos de la abundancia, la próspera cornucopia que no se refleja en su interior. La única ventaja que parecen tener es la de marcar en la cola más temprano que los residentes en otras barriadas.

La nueva forma de sobrevivencia se reduce ahora a vender turnos en las filas para comprar algún producto o adquirir ciertas mercancías que duran apenas unas horas en oferta para revenderlas en el mercado informal. Algunos de los que aguardaban hoy por el combo de yogur y jamón probablemente estaban en ese caso: sacándole las últimas ventajas a un lugar que cada vez les resulta más inaccesible para su bolsillo.

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