Los comedores para pobres no dan abasto

Comedor de la parroquia La Milagrosa, en La Habana. (14ymedio)
Comedor de la parroquia La Milagrosa, en La Habana. (14ymedio)
Marcelo Hernández

24 de agosto 2017 - 18:55

La Habana/Llega cerca del mediodía con un vaso metálico y una jabita de plástico. Roberto es uno de los tantos ancianos que almuerzan en el comedor de la parroquia La Milagrosa, en el barrio habanero de Santos Suárez. La ración que recibe en el desayuno, el almuerzo y la merienda es el principal sustento de este jubilado de 78 años que recibe una pensión de 220 CUP mensuales, menos de diez dólares.

El local, gestionado por la Iglesia Católica, está repleto en el horario en que se sirve la comida, y las monjas que administran la cocina aseguran que apenas dan abasto para ayudar a las personas necesitadas. El servicio humanitario continúa, a pesar de que su inspirador principal, el sacerdote Jesús María Lusarreta, falleció recientemente a la edad de 80 años.

Desde que se instaló en la Isla a inicios de los años 90, el párroco, nacido en 1937 en la localidad navarra de Lumbier (España), promovió varios programas para auxiliar a ancianos y personas discapacitadas, además de brindar un espacio a niños y jóvenes con síndrome de Down. Sin embargo, el empobrecimiento de los barrios aledaños fue tensando la capacidad del templo para ayudar a todos los que tocaban a su puerta.

El local, gestionado por la Iglesia Católica, está repleto en el horario en que se sirve la comida, y las monjas que administran la cocina aseguran que apenas dan abasto para ayudar a las personas necesitadas

Lusarreta estableció también un sistema de ayuda a domicilio para llevar alimentos a personas que no podían llegar hasta la parroquia y no pocas veces pidió dinero a su propia familia en España para sufragar los gastos de una manutención que no ha parado de crecer en los últimos años.

Según datos de la Dirección Provincial de Asistencia y Seguridad Social de La Habana, en la capital viven 335.178 jubilados, con un promedio mensual de 272 CUP per cápita. Aunque una parte tiene familiares en el extranjero que les envían remesas, otros deben vender cigarros y periódicos para sobrevivir, o vivir de la caridad pública.El lugar, un inmueble de dos pisos adjunto al templo de estilo romano, construido en 1947, tiene también una peluquería que ofrece gratuitamente los servicios de aseo, lavandería y manicura. Al principio solo venía una docena de ancianos pero hoy llegan más de 200 cada día.

En declaraciones a 14ymedio, semanas antes de su muerte, el sacerdote lamentó que las instalaciones donde guardaban parte de los recursos destinados a ayudar a los más desfavorecidos eran víctima frecuente de “robos y actos vandálicos”. Sin embargo, aseguró que, a pesar del daño que ocasionan estos hechos, podía comprender “por qué la gente los hace”.

Uno de los jubilados, Roberto, separa parte de los frijoles y del arroz que acaba de recibir para el almuerzo. “Al lado de mi casa hay un señor que no tiene nada y siempre le llevo parte de lo que me dan a mí”, explica.

Roberto y los otros vecinos de La Milagrosa cruzan los dedos para que el proyecto no desfallezca ahora que ha muerto su principal inspirador.

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