Estuve 23 días detenida por ejercer mi derecho constitucional a manifestarme

Voy bajando por Martí rumbo a Regla acompañada de personas que no conozco pero que tienen el mismo objetivo que yo

Daniela Rojo estuvo 23 de días en prisión por manifestarse pacíficamente el pasado 11 de julio. (Cortesía)
Daniela Rojo estuvo 23 de días en prisión por manifestarse pacíficamente el pasado 11 de julio. (Cortesía)
Daniela Cecilia Rojo Varona

14 de agosto 2021 - 13:33

Guanabacoa/El día 11 de julio, en una de mis habituales conexiones a Facebook, veo un video que anunciaba que el pueblo de San Antonio de los Baños se ha lanzado a las calles. Un par de horas después, las publicaciones de levantamientos en varios sitios del país son muchas. En una de ellas, Iliana Hernández habla de una manifestación en Regla y, como me queda cerca, quiero ir.

Envío varios mensajes a mis contactos de Guanabacoa con la palabra "parque", para quien quiera unirse.

Caminando por la calle Martí, veo a muchas personas con el mismo rumbo, pero la manifestación grande ya se ha trasladado hacia Regla (luego, en prisión, supe que llegaron hasta la Virgen del Camino, donde comenzó una férrea represión).

Voy bajando por Martí rumbo a Regla acompañada de personas que no conozco pero que tienen el mismo objetivo que yo: llegar a la manifestación grande.

Gritamos "patria y vida", "libertad", "no más hambre", "abajo Díaz-Canel" e incluso "abajo el bloqueo"

En el semáforo de Guanabacoa, nos encontramos con una concentración de personas afines al Gobierno, unas 50 personas recitando consignas oficialistas. Presencio la provocación de uno de aquellos ciudadanos vestidos de civil, presumiblemente agente del DSE, que empuja de vuelta a quienes intentaban regresar a Guanabacoa. La intención es, al parecer, cercarnos en el semáforo.

Gritamos "patria y vida", "libertad", "no más hambre", "abajo Díaz-Canel" e incluso "abajo el bloqueo", pero tenemos que desviarnos por una calle interior para salir hasta Regla porque la concentración de las personas afines al Gobierno nos supera en número. Somos un pequeño grupo de unas 14 o 15 personas.

Enfilamos rumbo a Regla y al no encontrar a los manifestantes, decidimos regresarnos. En ese momento se va del grupo un señor en circunstancias sospechosas. Luego de caminar unas tres cuadras más, a uno de nosotros lo para una moto, detrás de la que viene una patrulla.

El agente le pide el carné y con muy mala forma le dice que se meta en el carro. Un par de policías tratan de apresarlo (el joven perdió su teléfono cuando lo botó para que no se lo quitaran), pero entre cuatro o cinco se lo arrancamos de las manos, diciéndoles que no tienen razón para arrestarlo pues vamos simplemente caminando rumbo a Guanabacoa.

Los policías amenazan con rociarnos espray, pero conseguimos quitarle al detenido sin que nadie resulte lastimado y seguimos caminando. Ahí, nos decimos que debemos mantenernos juntos para que no nos arresten dispersados.

La última fila de los que clamaban "patria o muerte" la forman hombres vestidos de civil armados con grandes palos

Al llegar a Guanabacoa, observamos dos grupos: una concentración de gente afín al Gobierno recitando viejas consignas enardecidas y otro que desde la acera de enfrente grita "patria y vida" y "libertad". La última fila de los que clamaban "patria o muerte" la forman hombres vestidos de civil armados con grandes palos.

Yo me separo del grupo y trato de apoyar al segundo grupo, pero enseguida varias mujeres juntas se acercan a empujarme para evitar que me acerque. Sin usar las manos, con el cuerpo, se lanzan cuatro contra mí, mientras yo mantengo mis brazos alzados y grito "patria y vida" y "libertad".

Una de ellas me toma por detrás y me conduce a un auto previamente preparado. Me le escapo sentándome en el piso, alzando mis brazos y poniendo mis manos en forma de "L". Les grito que "pensar distinto no es terrorismo" mientras me increpan: "gusana", "apátrida", "traidora", "mercenaria".

Después, unas ocho o diez personas me levantan en peso y me lanzan como se lanza un saco dentro de un Lada rojo. Indignada, saco mi cabeza por la ventanilla y grito con todas mis fuerzas varias veces: "abajo la dictadura". Casi pierdo la voz mientras la masa enardecida me insulta.

Dentro del auto, consigo llamar a mi hermana y a una amiga para informarles de mi arresto. Ya en la estación de Policía, cuando aún no termino de hablar con mi amiga, me quitan el teléfono de las manos.

Antes de conducirme al calabozo, me devuelven el teléfono advirtiéndome de apagarlo. Recogen mis pertenencias, las registran y una mujer me hace un cacheo.

En el calabozo no hay colchón (solo lo daban por la noche para dormir) y está muy sucio. Ahí meten a otra muchacha conmigo. Ambas permanecemos en ese lugar 72 horas.

Después, unas ocho o diez personas me levantan en peso y me lanzan como se lanza un saco dentro de un Lada rojo. Indignada, saco mi cabeza por la ventanilla y grito con todas mis fuerzas varias veces: "abajo la dictadura"

Esa misma noche me llaman para tomar declaración. Alego que participé en una manifestación pacífica, indignada por la situación del país. Después de ese proceso, me conducen nuevamente al calabozo.

Al rato me sacan para fotografiar posibles lesiones que tenga (solo algunos arañazos) y el instructor del Técnico de Alamar se entrevista conmigo. El funcionario miente, diciendo que yo aparecía en un vídeo golpeando a un policía, y me dice que se me acusa de "desorden público". Lo desmiento, es una entrevista acalorada.

Me vuelven a conducir al calabozo y al rato me sacan otra vez para tomarme huellas y una muestra de orina. Exijo que me dejen llamar a mi familia para saber de mis hijos y una oficial vestida de civil me dice que me va a dejar llamar y me facilita una tarjeta. Está vencida y no puedo hacer la llamada.

Al día siguiente, sigo exigiendo que me dejen llamar para comunicarme con mis familiares, pero se me niega esa posibilidad. Solo un día más tarde el calabocero me hace el favor de llamar a mi mamá y decirle que yo estoy en dependencias de la Policía Nacional Revolucionaria de Regla (ella pensaba que yo estaba en Guanabacoa). Y entonces consigue llevarme aseo y una muda de ropa limpia.

Al tercer día, por la noche, comienzan a llamarnos. A algunos los dejan ir con medidas cautelares y a mí y a cuatro jóvenes más nos dicen que nos van a trasladar a otro centro de detención. Nos devuelven las pertenencias y nos conducen al vehículo de transporte.

Dentro del vehículo, con mi teléfono devuelto, consigo llamar a mi hermana, a mi mamá y a una amiga, para decirles que me están trasladando (no me han dicho adónde, así que no puedo decírselo a ellas).

Solo al tercer día de estar allí, el instructor llega con una medida de "prisión provisional", para informarnos de que aún continuaremos detenidas

Llegamos al Vivac, el centro de detención al sur de La Habana, recogen nuestras pertenencias y nos dan ropa de presos y ropa de cama.

Solo al tercer día de estar allí, el instructor llega con una medida de "prisión provisional", para informarnos de que aún continuaremos detenidas (conmigo están otras dos muchachas de Regla).

Estamos cuatro días más allí.

Consigo hablar con mi mamá gracias a la solidaridad de una de las guardias de turno (en el Vivac solo se permiten llamadas cuando se entra y cuando se sale).

A la semana, el instructor nos viene a buscar para trasladarnos a la Unidad Policial de Técnico de Alamar, donde debemos permanecer hasta completar el traslado a la prisión.

La higiene en los calabozos del Técnico es pésima, sin agua corriente. Los guardias solo la conectan dos veces al día.

En el Técnico se me permite ver a mi papá durante 10 minutos en presencia del instructor y darle las pertenencias que me han quitado y que no puedo tener conmigo. El teléfono se queda el instructor con él para peritarlo.

No hay en las celdas agua corriente ni ventanas. Los mosquitos y el calor son insoportables

Nos hacen PCR a todos.

En total estoy allí siete días, hasta que llega el resultado negativo del PCR y el 28 de julio me trasladan a la prisión de mujeres conocida como El Guatao.

Allí tendremos que estar en aislamiento 14 días, en celdas de castigo con una capacidad para ocho reclusas. No hay en las celdas agua corriente ni ventanas. Los mosquitos y el calor son insoportables.

Allí estoy seis días junto a otras siete mujeres, hasta que me llaman para anunciar que me dan libertad bajo una fianza de 2.000 pesos, por un cambio de medida cautelar.

Me trasladan al Técnico de Alamar, donde me espera mi mamá, que ya ha pagado la fianza.

El instructor me cita para el siguiente día y me dice que vuelva con mi mamá para depositar la fianza en el banco y devolverme el móvil.

En total, pasé 23 días detenida por ejercer mi derecho constitucional a manifestarme pacíficamente.

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