Proliferan en las calles de La Habana los vendedores ambulantes de productos de uso

Los puestos operan bajo total ilegalidad, pero sus artículos son tan precarios y ajados que la policía pocas veces los reprende

Venta callejera de productos usados en la calle Reina, en La Habana. (14ymedio)
Venta callejera de productos usados en la calle Reina, en La Habana. (14ymedio)
Juan Diego Rodríguez

27 de enero 2022 - 19:27

La Habana/Ropa de uso, algún que otro zapato ya gastado, jabones, una caja de cigarros o dulces caseros, de todo se puede conseguir en los puestos de venta callejeros que proliferan, cada día más, en algunos barrios de La Habana, sobre todo en las calles Monte, Reina, Carlos III y Galiano.

"Yo no vendo para hacerme rica, lo hago a veces hasta para comprar pan", dice una minusválida de más de 70 años que vende coquitos en el portal de una escuela. "A veces se vende muy poco, otras me va mejor, pero no puedo dejar de hacerlo, porque es imposible para mí vivir con la pensión". Ahora se le ha roto la cafetera, cuenta con pesar, y ayer vinieron vendiéndole una de tamaño para 6 tazas en 2.500 pesos. Las cafeteras se comercializan en las tiendas en divisas a 12,50 dólares y luego las revende el sector informal a altos precios en moneda nacional. "Pero yo no tengo ni tarjeta en MLC ni he puesto un pie en una tienda de esas nunca", lamenta.

A diferencia de las recién autorizadas ventas de garaje, estos puntos comerciales no están en el portal de una casa o en las cercanías de la vivienda del improvisado vendedor, sino que aprovechan los lugares más transitados para colocar la mercancía, sobre una manta en el suelo, los escalones de entrada a un edificio o el banco de un parque. Operan bajo total ilegalidad, pero sus productos son tan precarios y ajados que la policía pocas veces los reprende.

"Aunque no se vean tan bonitas ni relucientes, estas piezas le pueden salvar a cualquiera el día si tiene un salidero en la casa", apunta y muestra varios codos metálicos para tuberías

Un par de zapatos con el tacón roto, piezas de plomería usadas varias veces, un marco para fotos agrietado en una punta, pomos vacíos para guardar detergentes líquidos o gel de mano forman parte de estas vendutas de la urgencia que conforman el nivel más bajo del comercio privado en la Isla. Sin embargo, a pesar de su paupérrima oferta, los vendedores logran sacarle algo de dinero.

"Siempre hay alguien que anda buscando algo de segunda mano porque no puede comprarlo nuevo", comenta a este diario un vendedor que tiene su manta cerca de la Plaza de Cuatro Caminos. "Aunque no se vean tan bonitas ni relucientes, estas piezas le pueden salvar a cualquiera el día si tiene un salidero en la casa", apunta y muestra varios codos metálicos para tuberías.

A medida que la crisis en el país se profundiza, productos que hace unos años nadie pensaría que podrían encontrar un comprador aparecen en estos puntos improvisados. Algunos son verdaderas reliquias de un pasado reciente donde en las tiendas cubanas podían encontrarse una mayor cantidad de juguetes para niños, material escolar, adornos para el hogar y hasta flores plásticas.

"Vendo pomos de perfumes vacíos", detalla otra vendedora informal que ocupa la entrada de una escalera en la calle Belascoaín de Centro Habana. "Hay gente que quiere poner una colonia barata en un pomo bonito y yo los compro de casa en casa, los friego bien y los vendo aquí. Algunos no duran nada entre que los saco y me los compran".

"Esta semana he tenido suerte porque me encontré buenos pomos botados en la basura en Playa y todos eran de calidad y de los que se pueden volver a rellenar, prácticamente me los arrebataron de la mano nada más que empecé a venderlos"

"Esta semana he tenido suerte porque me encontré buenos pomos botados en la basura en Playa y todos eran de calidad y de los que se pueden volver a rellenar, prácticamente me los arrebataron de la mano nada más que empecé a venderlos", añade. La mujer también ofrece pequeñas latas de crema Nivea vacías y fosforeras sin gas para quienes quieran volver a llenarlas. Otros, llenan los pomos que recogen de colonias baratas y así los venden.

El Gobierno cubano y la prensa oficialista pasan de largo sobre estas historias y sobre la galopante inflación, uno de los motivos de la proliferación de estos vendedores ambulantes. Cuando se acerca una fecha oficial o arriba algún importante visitante extranjero al país, los uniformados limpian las principales avenidas de la presencia de estos comerciantes, pero después regresan multiplicados.

"Hoy una bolsa de leche está a 1.000 pesos y mañana puede subir a 1.200", se queja un vendedor de ropa usada en la calle Reina. "Yo nunca imaginé que después de trabajar tantos años tendría que ponerme a hacer esto para poder comer, este no era el futuro que me ofrecía la Revolución cuando yo era un joven y por el que tanto me esforcé".

Ninguna licencia de trabajo por cuenta propia cubre a estos precarios comerciantes. La mayoría son personas de la tercera edad, mujeres o gente que prácticamente vive en la calle. Cuando logran reunir algo de dinero, sus gastos principales van a comprar comida en los puestos de venta más cercanos. Literalmente, venden para comer.

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