Yosmel, el cubano que da consejos para sobrevivir a la travesía del Darién

En un campamento de Panamá se reunió con otros 150 migrantes de la Isla

Desde que Yosmel (vistiendo con suéter azul en la foto) salió de Uruguay, a mediados de diciembre pasado, rumbo a Estados Unidos, ha ido publicando en redes la crónica de su odisea. (Facebook)
Desde que Yosmel (con suéter azul en la foto) salió de Uruguay, a mediados de diciembre pasado, rumbo a Estados Unidos, ha ido publicando en redes la crónica de su odisea. (Facebook)
Lorey Saman

27 de enero 2021 - 17:44

México/Yosmel Barrios Bernal, de 35 años, dejó a su hijo en Cuba cuando decidió emigrar a mediados de 2019, pero él es precisamente la razón que lo empuja hacia delante. "No soy un hombre que vive de sueños", dice tajante a 14ymedio. "Siempre trato de luchar con la vida día a día, por los míos, como lo hago por mi hijo, al cual llevo casi dos años sin darle el amor de padre".

Desde que salió de Uruguay, a mediados de diciembre pasado, rumbo a Estados Unidos, ha ido publicando en redes la crónica de su odisea.

Junto a unos 150 cubanos y más de 200 haitianos y africanos, se encontraba hasta la mañana de este miércoles en un campamento en Bajo Chiquito, en la provincia panameña del Darién, accesible únicamente a pie o en bote. Allí las autoridades de migración le dieron "la bienvenida" y "una bolsa de comida que nos tenía que durar siete días".

"Lo más duro que viví después de que me pusieran una pistola 9 milímetros en mi cabeza, nos quitaran todo y dejaran a seis niños sin comida, fue ver dos cadáveres de unos cubanos en una montaña de la selva del Darién y, en otro rincón de allí, el de una mujer con su bebé de meses en estado de descomposición", cuenta Yosmel.

En Bajo Chiquito llevaba nueve días y fue trasladado junto a decenas de cubanos, haitianos y africanos, a otro campamento de Lajas Blancas en la misma provincia. El viaje, según cuenta, fue en una embarcación tripulada por residentes del lugar, con los que consiguen tratos a cambio de dinero. Un dinero que él ya no tiene.

"Muchos tenemos que hacer trueques con los aldeanos para poder alquilar un hospedaje a un costo de cinco dólares. Otros tienen la posibilidad de que sus familiares les envíen dinero. Hay pobladores que se dedican a recibir los envíos por Western Union o MoneyGram y te cobran un 20% de lo que recibes. En mi caso, traía mi dinero y en la selva me lo quitaron todo", relata.

Pese a las vicisitudes pasadas, Yosmel se muestra optimista y con muchos deseos de ayudar a otros que como él, aspiran a llegar pronto a la frontera entre México y Estados Unidos. "Me escriben cientos de cubanos todos los días que se encuentran en Sudamérica. No seré la última persona en pasar por esto, detrás de mí vienen más y a algunos les estoy ayudando desde aquí para que tengan una mejor travesía".

El cubano aprovechó el breve contacto con 14ymedio para aconsejar a los que siguen sus pasos: "A todos los que hagan el cruce desde Turbo en Colombia, a Puerto Obaldía o Capurganá, no confíen en los guías, no vengan con dinero, no compren agua, la que van a beber va a ser la del río porque en la primera noche los van a asaltar y les van a quitar toda la comida, los celulares, el dinero y hasta pueden recibir golpes".

"No seré la última persona en pasar por esto, detrás de mí vienen más y a algunos les estoy ayudando desde aquí para que tengan una mejor travesía"

Desde 2013, con la modificación de la ley de migración en la Isla, el libre visado para los cubanos en varios países del continente americano, y aún en vigor la política pies secos/pies mojados, el tránsito más temido por los miles que se aventuraban a ir por tierra hacia la frontera norte de México fue la selva del Darién.

Cientos de migrantes han perdido la vida por asaltos, estafas, violaciones, crecidas de ríos, hambre o infartos en ese territorio aplastante que nadie que haya pasado por allí olvida. Sin embargo, los cubanos, sin una política de asilo que les otorgue ningún privilegio en Estados Unidos en la actualidad, prefieren correr el riesgo con la esperanza de cambiar el rumbo de su futuro.

El mismo futuro que intenta transformar Yosmel. "Te puedo confesar que si de Panamá me deportan a Cuba, no me importa, volvería a pasar 100 veces la selva si es necesario para darle una mejor vida a mi pequeño lejos del régimen castrista. Mi hijo es lo único que tengo y lucharé siempre por él".

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