En el aeropuerto fantasma de Ciego de Ávila solo vuelan las auras tiñosas

Prensa oficial

Una nota en el periódico oficial 'Invasor' critica el abandono del lugar, sin funcionamiento desde 2002

Auras tiñosas junto a la vieja torre de control del aeropuerto Máximo Gómez, en Ciego de Ávila.
Auras tiñosas junto a la vieja torre de control del aeropuerto Máximo Gómez, en Ciego de Ávila. / Invasor
14ymedio

19 de mayo 2025 - 13:09

Madrid/La “estampa de la soledad y el deterioro”. Así califica el diario provincial Invasor al aeropuerto Máximo Gómez, de Ciego de Ávila, en una nota que critica el abandono del lugar. “De lo hondo de la terminal aeroportuaria no asoman ruidos, voces, música, mucho menos rugidos de aviones”, refiere el texto. “No hay señales de actividad alguna, solo algunas manadas de vacunos que, a ratos, entran al lugar por algún vericueto de la amplia área de la pista”.

El aeródromo, inaugurado el 1 de septiembre de 1986, años antes de la caída del Muro de Berlín, cuando aún manaba a la Isla el subsidio soviético, costó, dice la nota del periódico oficialista, más de 100 millones de pesos. Durante décadas sirvió, primero, para vuelos nacionales, y más tarde, en la obligada apertura al turismo de los años 90, como receptor de viajeros internacionales con destino final en la cayería norte.

Cuando a finales de 2002 se abrió el Aeropuerto Internacional de Jardines del Rey, en Cayo Coco, el Máximo Gómez quedó abandonado, también para vuelos domésticos. Ahora, describe Invasor, “la terminal aeroportuaria se debate entre la existencia y la inexistencia, entre el silencio y el espanto”.

"Las concreteras transportadoras de asfalto y un enjambre de hombres enterrando el esfuerzo y el dinero. Imágenes de desarrollo, de futuro"

El autor de la crónica, Ortelio González Martínez, recuerda “aquellas imágenes de un ayer lejano, de los buldóceres y motoniveladoras en los trabajos de acondicionamiento y nivelación del terreno y la destrucción de todo vestigio de marabú en la amplia explanada; las concreteras transportadoras de asfalto y un enjambre de hombres enterrando el esfuerzo y el dinero. Imágenes de desarrollo, de futuro”.

El aeródromo no solamente servía de terminal de transporte, sino espacio de socialización, a juzgar por sus palabras: “Los avileños residentes en los municipios de Ciego de Ávila, Ciro Redondo y Morón se llegaban hasta el aeropuerto Máximo Gómez a mitigar el ocio con bebidas refrescantes y a degustar otros encantos que brindaba el restaurante bien acondicionado y el bar del entonces vital enclave; el visitante también encontraba tiendas, restaurantes y buena gastronomía estatal, con ofertas variadas y a precios módicos, hubiera vuelos o no”.

La situación que detalla hoy es desoladora, comparándola continuamente como un lugar “fantasma”. “A la entrada, viales en mal estado, conservan la fuerza para no dejarse vencer por la maleza; a la derecha, una veintena de apiarios; al fondo un tanque de agua potable del tipo hongo en desuso; más allá, uno observa que los tanques de combustible desaparecieron de sus bases originales. ‘La gente del petróleo se los llevó para repararlos’, dice alguien”, se explaya, con un vocabulario no tan frecuente en la prensa oficial.

El autor se refiere también a que lo apartado del lugar lo hace propicio para el delito: “Uno cruza los dedos para que todo salga bien, cuando ve posadas en la torre de control las auras tiñosas cabecirrojas, en modo descanso o en espera de lanzarse sobre alguna carroña o sobre algún esqueleto de animal muerto, fundamentalmente vacunos que sacrifican en el lugar, idóneo para ese trance por la soledad existente”.

Vista general del aeropuerto Máximo Gómez de Ciego de Ávila, en la que se aprecia el estado de abandono y deterioro.
Vista general del aeropuerto Máximo Gómez de Ciego de Ávila, en la que se aprecia el estado de abandono y deterioro. / Invasor

Se permite, incluso, pies de foto metafóricos. Por ejemplo, en la imagen de varias auras tiñosas en el balcón de la vieja torre de control del aeropuerto: “Mal presagio sobre la torre de control”, aludiendo a la fama de mal agüero que acompaña a esas aves, o al poner palabras a una foto con carros para equipaje arrumbados, dice: “¿En el descanso eterno?”.

Para el Invasor, merecería la pena que el Gobierno rescatara el espacio para actividades como carreras de karting, motos y automóviles –“la plataforma y la pista de rodaje no se han perdido del todo y todavía respiran, aunque en tiempo breve podrían sucumbir ante las plantas abundantes y no deseadas: aroma y marabú”, aclara–, o el paracaidismo.

Y, sobre todo, denuncia: “Al menos hasta hoy, no se conoce de posibles procedimientos para recuperarlo, ni que se haya tenido en cuenta en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030, para mejorar la infraestructura aeroportuaria o lograr la sostenibilidad”.

Cualquier intención que hubiera en mantener operativo el Máximo Gómez, expresa, quedó varada “por múltiples factores”, entre los que incluye el principal esgrimido siempre por el régimen, el bloqueo yanqui”, pero no solamente: también por “falta de financiamiento”, por “políticas internas no siempre acertadas”, y por “desvío de recursos hacia otros renglones económicos que solicitan una mayor inyección de finanzas”.

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