“El mar no para de avanzar”, una pelea sorda en el litoral del este habanero

El poblado de Guanabo es el escenario de una guerra entre tres bandos: el mar, el Gobierno y los residentes

Los vecinos en la primera línea de la playa Guanabo ven como el mar cada vez está mas cerca de sus viviendas. (14ymedio)
Los vecinos en la primera línea de la playa Guanabo ven como el mar cada vez está mas cerca de sus viviendas. (14ymedio)
14ymedio

02 de abril 2018 - 16:45

La Habana/El muro perimetral tiene un refuerzo de concreto cada dos metros. "Ni con esto podemos parar el mar", cuenta Elsa, una jubilada que vive a 50 metros de la costa, en La Conchita, al este de La Habana. "Aquí la pelea es al duro, o nos destruyen las olas o nos destruye Rodiles", lamenta aludiendo al presidente del Instituto de Planificación Física (IPF).

El poblado de Guanabo es el escenario de una guerra sorda que se lidia entre tres bandos: el mar, el Gobierno y los residentes. En la noche, las olas salpican las ventanas de las edificaciones que se mantienen en la primera línea de playa. Al amanecer una secuencia de escombros da cuenta de las que no pudieron resistir.

Cada día que una verja no termina bajo las aguas o recibe una orden de demolición es una victoria para los vecinos de esta zona turística, quienes temen tanto al avance de la marea como al IPF, dirigido por el general Samuel Rodiles Planas, un hombre de la vieja guardia al que Raúl Castro ha encargado la tarea de ordenar el caos urbanístico y habitacional en el país.

Desde que Rodiles asumió el cargo en 2012 ha emprendido una dura batalla contra las viviendas ubicadas muy cerca del mar bajo el lema de "restituir la legalidad en la zona costera". En las playas del este habanero se prohibieron las nuevas construcciones, las ampliaciones o las remodelaciones de las casas que están a menos de 60 metros del límite costero.

Desde que Rodiles asumió el cargo en 2012 ha emprendido una dura batalla contra las viviendas ubicadas muy cerca del mar bajo el lema de "restituir la legalidad en la zona costera"

Las denuncias y los inspectores se han convertido en una pesadilla para los que viven en esa franja de litoral, con arenas blancas, que comienza en la popular El Mégano, pasando por la más elitista Santa María del Mar, la familiar Boca Ciega o la deteriorada Guanabo, hasta llegar a la más lejana Jibacoa.

Las restricciones impuestas por Rodiles afectan seriamente a quienes viven en la zona y se dedican a rentar habitaciones para el turismo nacional e internacional. "Nos dan créditos para comprar materiales de construcción, pero después no nos dan permiso para mejorar nuestras casas", explica Jorge Marrero, un cuentapropista con licencia para alquilar dos cuartos.

"Lo que están haciendo muchos vecinos es remodelando a escondidas, poquito a poquito y sin que se note mucho, porque si no llegan los inspectores", asegura. El arrendador sostiene que "hay un interés de sacar a todos los cubanos que viven pegados al agua, para que pasen a ser áreas estatales", considera.

Cuba puede perder hasta 2.700 kilómetros cuadrados de tierra y varios miles de viviendas hasta el año 2050 debido al ascenso del nivel del mar, que se prevé que alcance unos 27 centímetros en ese tiempo, según declaraciones a la prensa oficial del director de la Agencia Nacional de Medio Ambiente, Tomás Escobar.

Esta situación "incrementará la vulnerabilidad de los asentamientos costeros, reducirá las áreas forestales y de cultivos, y la calidad y disponibilidad del agua", precisa el especialista. Entre las zonas más afectadas está el litoral norte de Matanzas, La Habana, Mayabeque y Artemisa.

En Guanabo, al este de la capital, Elsa ha contratado una brigada de albañiles que este martes reforzará la cerca que separa su casa de la arena donde se amontona el sargazo. "Hay días que me he despertado con gente durmiendo en el portal porque creen que esto es una parte pública de la playa", asegura.

En 2017 el Consejo de Ministros aprobó un Plan de Estado para enfrentar el cambio climático. La ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, Elba Rosa Pérez Montoya, advirtió que el cambio climático "agravará los problemas ambientales, convirtiéndose en un factor determinante del desarrollo sostenible". Pero el paquete de medidas oficiales tiene también un lado oscuro.

En Guanabo, al este de la capital, Elsa ha contratado una brigada de albañiles que este martes reforzará la cerca que separa su casa de la arena donde se amontona el sargazo

"Llegan y derrumban todo lo que esté cerca de la costa, no importa si está contemplado dentro de una propiedad", se queja Elsa sobre la actuación del IPF. "Cuando yo nací la playa quedaba mucho más lejos y no es culpa nuestra que ahora nos quede en el patio", reflexiona. Pero cada año, las aguas han seguido entrando en el asentamiento a una velocidad difícil de obviar.

El IPF reubica a la población en otros territorios, pero la tarea es compleja porque se calcula que en el país hay más de 35.000 personas en condiciones de vulnerabilidad y más de 11.000 viviendas afectadas por la subida de las aguas.

En La Conchita, varios residentes que viven con la puerta pegada a la orilla han recibido presiones para mudarse "tierra adentro", cuenta a este diario una vendedora de pasteles de guayaba de la zona, que prefirió el anonimato. "Nos quieren llevar para edificios que parecen cajas de fósforos, pero nosotros hemos nacido y crecido con el mar delante".

La vivienda de la pequeña comerciante tiene afectaciones serias en "los cimientos y las paredes más próximas al agua, pero nadie de mi familia quiere trasladarse", precisa. "Nos vamos a quedar para presionar y hacer que nos ofrezcan algo mejor, cerca del mar también".

Según los estudios científicos el clima de la Isla es cada año más cálido. En los últimos 17 años el país ha sufrido nueve huracanes intensos y se estima que el nivel del mar ha subido de forma acelerada. No se necesita ser un científico para darse cuenta: "el agua se nos ha metido en la sala de la casa", explica Rogelio, dueño de una casa que renta a turistas en la zona de Boca Ciega.

"Hace años perdimos el puente de madera que unía Boca Ciega con Santa María porque el mar lo destruyó, pero ninguna brigada estatal ha venido a repararlo", denuncia. Rogelio cree que "tanto desinterés por arreglar el lugar es porque quieren sacarnos y convertir todo esto en propiedad del Estado". Cree que "van a darle esto a firmas extranjeras para que levanten hoteles, como hicieron en Varadero".

Las opciones para los vecinos que elijan reubicarse son inciertas. "Es gente que tenía mansiones cerca del mar y a las que ahora les están proponiendo vivir tierra adentro en edificios, sin muchas condiciones", asegura una jubilada

Para muchos residentes en las zonas más bajas de esta costa, hay "una coincidencia entre lo que quiere el Gobierno y lo que quiere el mar: sacarnos de aquí", asegura Rogelio, que ve en la desidia oficial a la hora de reparar la infraestructura como calles y alcantarillados una forma de "empujar a la gente a que se vaya".

Las avenidas de Guanabo están llenas de boquetes en las esquinas, donde una vez estuvo el sistema de alcantarillado, las calles que desembocan en el mar se han perdido bajo la arena y el suministro de agua salobre es inestable.

Las opciones para los vecinos que elijan reubicarse son inciertas. "Es gente que tenía mansiones cerca del mar y a las que ahora les están proponiendo vivir tierra adentro en edificios, sin muchas condiciones", asegura la jubilada.

Algunos prefieren quedarse y resistir. "Nada puede ser de hierro porque se revienta con el salitre y daña lo que esté alrededor", cuenta Geondys, un albañil de 28 años que hace trabajos en varias de las casas de la zona. "Esto, más que albañilería es maquillaje, porque a estas casas hay que pasarles la mano cada mes para que se mantengan".

La especialidad de Geondys son los muros perimetrales, las duchas externas para que los clientes se limpien la arena antes de entrar a la casa y la instalación de ventanas medianamente herméticas que impidan el paso de los mosquitos, el salitre y la invasión de extraños que en los meses de verano se vuelven más temerarios con las casas que quedan más cerca del mar.

"Vivo de esto, lo que para muchos es un problema para mí es la manera de mantener a mi familia", cuenta Geondys. "El mar me pone el plato sobre la mesa".

Otros, como los dueños del restaurante Le Mare tratan de sacar partido a las olas que se acercan. "A los clientes les gusta comer en nuestra terraza porque es como si estuvieran en un muelle, dentro del mar", comenta a 14ymedio una empleada del local con varias mesas frente al inmenso azul. "Cuidado con las servilletas", le advierte a cada comensal para prevenirlo de las embestidas de la brisa marina.

Una verja pequeña separa a Le Mare de la arena donde tres catamaranes ofrecen viajes por la zona a quienes quieren mezclar una langosta con paseos marítimos, o una cerveza con algo de adrenalina sobre la marea. Las embarcaciones son privadas y cobran unos 5 CUC por un breve paseo. "Nos beneficia la cercanía entre el agua y las casas, porque así los clientes nos quedan más cerca", asegura uno de los pilotos.

El hombre, que se define como "campeón de catamarán y experto en el litoral habanero", recuerda que un vez la terraza de Le Mare no estaba a la distancia de su brazo. "Hubo un tiempo en que uno salía de esta. Ahora vivimos rodeados por el agua".

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