La colada amarga
La cosecha cafetalera 2014-2015 cayó por debajo de las 6.000 toneladas mientras el consumo nacional sube a 24.000 toneladas
Santiago de Cuba/Todos en la casa muelen cuando hay que hacerlo. Libras y libras de unos granos tostados que luego mezclan con los del café. Chícharos requemados para agregarle a la cada vez más disminuida producción de sus sembrados en Dos Palmas, provincia de Santiago de Cuba. Son la cuarta generación de cafetaleros de la familia Rojas Ramírez y lejos quedan aquellos tiempos de amplias cosechas que vivieron sus abuelos.
Junco, el hijo mayor y sobre quien recaen las mayores decisiones de la finca, recuerda cuando su padre le contaba ilusionado que en esa zona se hacía "el mejor café del mundo". La producción cafetalera junto a la caña de azúcar y los frutales eran el orgullo del país y parte inseparable de su identidad. En la cosecha de 1957-1958 se obtuvieron más de 60.000 toneladas del preciado grano; hoy apenas llega a la décima parte de esa cifra.
En los últimos años los funcionarios del sector agrícola han hecho repetidos llamados a solucionar los problemas que lastran la productividad. Sin embargo, la ansiada recuperación no ha llegado. La cosecha 2014-2015 cayó por debajo de las 6.000 toneladas al recogerse apenas unas 5.544 toneladas, cantidad que ha hecho saltar las alarmas y que obliga a repensar estrategias.
Ni siquiera el aumento de los precios en la compra del grano a los productores, que casi se ha triplicado, detiene la caída. Según la resolución 237 del Ministerio de Finanzas y Precios, el kilogramo de café en grano, variedad arábica, se le paga ahora al campesino a 12,50 pesos cubanos, lo que hace que una lata de 13 kilos le reporte 171 pesos en moneda nacional, menos del equivalente a ocho dólares.
La variedad robusta, de menor calidad y que se ha ido imponiendo en los últimos años, le daría unos 106.90 pesos cubanos por cada lata, una unidad de medida muy usada en el campo cubano. El Estado, por su parte, comercializa el kilogramo de este café –ya molido y tostado– en las tiendas en divisas a unos 14.35 pesos convertibles. La diferencia entre el precio de compra y de posterior comercialización es tenida como "un abuso" por la mayoría de los campesinos de la zona.
"Esto se ha quedado muy rezagado y la vida en estas lomas es muy dura", explica Julieta, de 42 años y residente en Songo-La Maya. La mujer comparte con otros pobladores del lugar la inconformidad con la situación económica y la falta de oportunidades.
"A los productores les sale mejor vender parte del café por la izquierda", se sincera la señora, hija y nieta de cafetaleros. Se estima que hasta un 20% de todo el grano recolectado termina en las redes ilegales. Un vasto entramado que comienza desde los sembrados e incluye la transportación, mezcla, empaque y venta del producto. "La policía persigue mucho el negocio", asegura Julieta, quien dice haberse "quitado" porque las multas son muy altas.
Se estima que hasta un 20% de todo el grano recolectado termina en las redes ilegales
En los puntos de control de la carretera, guardias uniformados detienen los ómnibus interprovinciales, autos y camiones en busca del producto. "El café es como los camarones o la langosta: se detecta por el olor", refiere la señora. "Tienen perros entrenados para encontrarlo y también al cacao" apunta. Esa es una de las razones que la ha llevado a pensar en otros cultivos. "Ahora estoy sembrando flores, que me dan más negocio", aclara.
La región donde vive es una de las tradicionalmente más productoras del grano, insertada en la zona Este del país donde se obtiene el 85 por ciento de todo el café que se produce en la Isla. Muchos campesinos prefieren ahora los frutales, las viandas u otro tipo de granos, en busca de mayores dividendos y autonomía. "Los frijoles, la fruta bomba y hasta el boniato dan menos complicaciones y no estamos obligados a vendérselo al Estado", explica Julieta.
Unos 35.000 agricultores en todo el país mercadean el café de sus cosechas solo con el Estado, que tiene el monopolio sobre su distribución. Esos granos oscuros jamás se han visto en los llamados mercados agrícolas, ni en las carretillas de los vendedores por cuenta propia. La poca independencia a la hora de comercializar el producto desestimula a muchos agricultores junto a los impagos o retrasos en las liquidaciones que son frecuentes en el sector.
"El café tiene su maña, no todo el mundo puede recogerlo", detalla Virgilio, que con 67 años dice saber hasta "cuando las matas están tristes". Residente por muchos años en el poblado santiaguero de San Luis, terminó por mudarse el pasado año a la capital provincial. "Ya esto no es lo que era antes", dice; "mucha gente sin experiencia está trabajando ahora en los campos y eso acaba con las cosechas".
Cientos de hombres movilizados por la Central de Trabajadores de Cuba y unos 5.000 estudiantes bajo el plan de la Escuela al Campo intentan paliar la pérdida de fuerza de trabajo. Lo hacen fundamentalmente en los municipios de Tercer Frente, Segundo Frente, Songo-La Maya, Guamá y San Luis. Pero llegan con "insuficiente capacitación", según explica Elvis Salazar, presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios Flor Crombet, del municipio Yateras, en Guantánamo.
La obsolescencia de la industria despulpadora y de los secaderos se suma a los motivos para la caída brusca de la cosecha cafetalera
La erosión de los suelos agudiza la situación. "Ya estos campos no producen lo mismo", explica Virgilio, quien vio cómo la tierra daba cada vez menos cosechas. La deforestación unida a la explotación intensiva han dañado seriamente la fertilidad de la zona. Por otro lado, producir un kilogramo de café gasta en algunas zonas del país entre 40 y 60 litros de agua, según estudios realizados.
La obsolescencia de la industria despulpadora y de los secaderos se suma a los motivos para la caída brusca de la cosecha cafetalera. En paralelo, el consumo nacional va en aumento y en los últimos meses ha tenido un repunte asociado a la llegada de un número mayor de turistas a la Isla. "El café no puede faltar en los desayunos y los huéspedes toman bastante", explica un camarero del Hotel Casa Granda en el centro de Santiago de Cuba. En todo el país se consumen 24.000 toneladas anuales (cuatro veces la producción nacional de este año), lo que obliga a la importación de una creciente cantidad del grano para paliar la baja productiva.
La solución para muchas familias sigue siendo la mezcla para "estirar el polvo", agregándole al café otros granos que van desde chícharos hasta trigo. "Antes le poníamos esto sólo para vendérselo a otros –explica Junco, de la familia de los Rojas Ramírez, mientras muestra el grano perfectamente redondo de un chícharo– pero ahora hasta en la casa lo tomamos mezclado". Apura una colada en un jarro de aluminio deformado por los años y concluye: "no me gusta con azúcar, lo prefiero amargo para que me despierte".