"Uno dijo que habría gas para todos, y no hay gas", se indignan en la cola por las balitas en Matanzas
Matanzas
"El mismo decidió hace 20 años que todo debería ser eléctrico, y mira cómo estamos" con la Revolución Energética
Matanzas/No importaba la hora a la que llegara el camión del gas. Antes de que saliera el sol, Aimé y su hijo bajaron rápidamente su balita de gas licuado desde el piso 11 del edificio donde viven, con la esperanza de alcanzar su turno en el depósito de Peñas Altas. Hacía tres meses que la población no recibía el combustible, y las familias habían tenido que recurrir a estrategias improvisadas, como cocinar de madrugada aprovechando la rotación eléctrica o usar carbón, con los inconvenientes para la salud y el sabor de los alimentos. Por fin, esta semana el gas regresó, pero la tranquilidad duró poco.
“Es terrible esta situación en la que vivimos”, se lamenta Aimé, jubilada de Matanzas, en conversación con 14ymedio. “Un día a alguien que todos sabemos cómo se llamaba decidió que todo debería ser eléctrico y mira cómo estamos”, recuerda sobre el empeño de hace 20 años de Fidel Castro en lo que entonces llamó Revolución Energética. “Y otro día dijo que habría gas sin problemas para la población, y un par de años más tarde no hay gas, a pesar de que los chinos y otras compañías explotan petróleo y gas a muy pocos kilómetros de aquí”.
La búsqueda de combustible se ha convertido en un calvario. La aplicación digital Ticket, que ordena la venta de gas y combustible, “no ha parado de enviarme mensajes de aviso de que ya está disponible, pero una cosa es la app y otra es lo que pasa en el terreno”, explica Aimé. “Un trabajador de Cupet me dijo que en junio, cuando se paró el envío de gas, sí había, pero se lo llevaron para otras provincias y a nosotros nos dejaron tirados, hasta hoy”.
Aimé tuvo que permanecer tres horas antes de que el camión hiciera su entrada
El centro de recogida y depósito de Peñas Altas se convirtió en escenario de largas esperas. Aimé tuvo que permanecer tres horas antes de que el camión hiciera su entrada. Junto a ella, cerca de dos centenares de personas aguardaban su turno, entre ellas unas cincuenta incluidas en la cola de “impedidos”, pensada para quienes presentan dificultades físicas o condiciones especiales.
Entre los casos más difíciles se encuentra Norelis, vecina de uno de los edificios cercanos al depósito, cuya madre de más de 80 años se encuentra encamada tras una fractura de cadera. “Llevo desde abril cocinando en el pasillo del edificio con carbón. Los vecinos a veces se sientan a verme cocinar al estilo Masterchef”, comenta con ironía y cansancio.
“Nadie que no esté en mi situación puede calcular lo frustrante que es tener un familiar enfermo en estos días. Ahora mira: solo hay diez botellones para casos especiales, y yo estuve dos meses corriendo detrás de Salud Pública y sus comisiones porque ellos son los que dan la aprobación para recibir gas por esta vía. Aparezco en la lista, pero no entro entre los diez, así que perdí el día aquí. Los vecinos seguirán disfrutando de Masterchef en el pasillo”.
Existen dos mecanismos para atender a personas vulnerables: uno para casos especiales supervisado por trabajadores sociales, y otro para encamados, bajo la regulación de Salud Pública. “En teoría está bien, pero aquí todos nos conocemos y sabemos que lo más fácil es hacer un regalo al que tiene la lista. Automáticamente tu nombre pasa a ser el primero, ya sea aquí en el centro de reparto o con el trabajador social”, confiesa un vecino, descreído ante la frágil legalidad de los procesos y la discrecionalidad con la que se manejan las listas.
Aunque la autoridad local anuncia que habrá suministro semanal, la incertidumbre es constante
El reparto en el depósito es limitado. Este día, se descargaron 150 balitas más las 10 destinadas a casos especiales. Andrés, jubilado que hasta hace poco se ganaba unos pesos extra haciendo de mandadero, se encontraba en la fila con el número 2.545, mientras el reparto avanzaba apenas hasta el 2.190. “A este paso, tiene que venir tres veces más el gas para que me toque lo que me corresponde. Me temo que habrá problemas antes de que llegue mi turno, mientras tanto tendré que ingeniármelas con la ayuda de mis hijos o hacer algún trabajo llevando gas a vecinos que me contacten”, cuenta.
Aunque la autoridad local anuncia que habrá suministro semanal, la incertidumbre es constante. Los vecinos saben que la situación cambia de un día para otro y, casi siempre, para peor. Quizás el sábado o el próximo lunes logren abastecer la zona; quizás el show de cocina al carbón de Norelis termine antes de tiempo; quizás Andrés encuentre otra manera de adelantar su turno. Sin embargo, ni quienes manejan las listas pueden confirmarlo con certeza.
Mientras tanto, el vecindario de Matanzas sigue atrapado en una espera interminable, en la que cada camión de gas se convierte en un evento y cada balita disponible, en un tesoro. La combinación de promesas incumplidas, aplicaciones digitales poco fiables y favoritismos locales deja a muchos residentes en una situación de vulnerabilidad que, para algunos, se prolonga ya por meses.