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Estampas de la pobreza sin disfraz en las calles de La Habana

Cuba

"Le pido al presidente que si algún día ve este reportaje le dé un 'like', y así estará por un buen camino"

Llenos de ñáñaras y vestidos con harapos, los mendigos son el recordatorio de que el sistema falla. / 14ymedio
Darío Hernández/Juan Izquierdo

26 de julio 2025 - 07:07

La Habana/Lleva la cara oculta bajo una gorra en cuya visera hay un calvario pintado con tinta. Sobre las orejas le nacen tirabuzones de pelo castaño, masca un tabaco y su boca, rodeada por una barba de varios días, dibuja una mueca de bucanero. Es un pirata del siglo XXI, pero no tiene nada de pintoresco ni se trata de un “disfraz”: para sobrevivir en La Habana hay que tener el sable en la mano, pero en su caso el sable no es otra cosa que una muleta.

Con una lata extendida, el objeto más reluciente de todos los que componen su colección de quincalla, el hombre pide limosna apostado en una esquina de Centro Habana. Es la viva estampa de la pobreza en la Isla y su sola existencia es incómoda para muchos.

“Eso de deambulante es cosa religiosa, de Babalú Ayé, San Lázaro”, explica a este diario un santero que ve a San Lázaro, andrajoso y acompañado por un par de perros, encarnado en los menesterosos de la ciudad. Por eso, aunque algunos “molestan un poco porque piden de una forma muy áspera”, le parecen parte natural del entorno.

Llenos de ñáñaras y vestidos con harapos, los mendigos son el recordatorio de que el sistema falla, de que en Cuba sí hay pobres y que el Estado –contrario a lo que le gusta aparentar– no cuida de todos. No obstante, decir en voz alta que no existen o que van disfrazados, como hizo la ex ministra del Trabajo y la Seguridad Social, conlleva el truene máximo para conservar las apariencias. “A la ministra seguro le pasó algo, por lo que se habrá expresado así”, considera el hombre.

La vida cotidiana de los deambulantes está ligada a la chatarra y la basura. / 14ymedio

Por necesidad, por abandono –institucional y familiar– o por buscarse “el dinerito”, la vida cotidiana de los deambulantes está ligada a la chatarra y la basura, pero incluso para ellos, los vertederos de proporciones bíblicas que alberga la ciudad están fuera de control. “Yo lo único que le puedo decir es cómo está el sistema de la basura. Esto ya no hay quien lo aguante. Los mosquitos, los ratones”, explica a 14ymedio Lorenzo, que detiene sus labores de buzo para hablar con este diario.

“Yo tengo mi casa, ahí en San Ignacio, al lado de la iglesia de las Mercedes. Yo soy cristiano y creo mucho en la palabra de Dios. Dios para mí es poderoso”, dice, cargado de pulseras y collares que le dan cierto aire de rockero que completa con un gorro rastafari, al estilo de Bob Marley. El hombre conoce bien el mundo de los basureros y las ganancias que trae el “negocio”. “Hay personas que viven de la basura, porque son pobres. Ven una cosa que les llama la atención y lo cogen para venderlo, para poder vivir, para poder defenderse. Hay otros que son pobres, y no tienen familia”, explica.

Lorenzo, no obstante, tiene trabajo y casa, lo que hace su vida un poco mejor, pero no alivia sus necesidades materiales. Por su “necesidad”, refiere, el buceo es una especie de trabajo complementario. “Yo me dedico a trabajar en un puerto”, asegura, pero con la basura se busca “la comida”. Como la mayoría de sus hermanos de oficio, Lorenzo tiene un método. “Sacar lo que es la merma, que no sirva. Eso lo boto. A veces tengo que coger la basura y echarla a un lado, porque no puedo echarla para el medio de la calle, porque por aquí pasan los vehículos”, expone.

Al final de un registro exhaustivo, se queda con lo que pueda venderse: latas y cartones para la Empresa de Recuperación de Materias Primas, además de cualquier baratija o pieza de ropa que pueda despachar por unos pesos. El resto, “porque sabemos cómo estamos con los apagones”, dice repitiendo una consigna gastada de la Revolución, es “resistir”.

Se quedan con lo que pueda venderse: latas y cartones, además de cualquier baratija o pieza de ropa. / 14ymedio

Los parques y portales de la ciudad se han convertido en los lugares idóneos para exponer la “mercancía” a la vista de todos. Sobre una sábana o una mesa improvisada, muchos venden desde bombillas usadas hasta arandelas, juguetes y vajilla, todo rescatado de los vertederos.

Los transeúntes normalmente pasan de largo, aunque no falta quien encuentra el tornillo que lleva meses buscando en las ferreterías o la caja de bolas que necesita para cierto invento doméstico. Otros compran por lástima, u ofrecen dinero sin llevarse nada, aunque son los menos en un país donde la pobreza afecta a una gran parte de la población.

“En estos momentos yo me considero una persona luchadora más de este país”, explica a este diario un transeúnte que pasa por 23 y 12. Su situación, recalca no obstante, no es la misma de quienes han sufrido un derrumbe y se “les cae la casa arriba” u otras personas en situación de “alta vulnerabilidad”.

“Desgraciadamente, el país no da el principal apoyo para poder construirles la casa”, admite, y los afectados “tienen que salir hacia adelante” como puedan. “La persona, no obstante, no puede vivir sometida al país que [dice que] lo va a ayudar y les va a brindar las mejores opciones. Sencillamente, las personas tienen que crecerse, buscarse un trabajo por la izquierda, ya que, por ejemplo, la Seguridad Social no apoya a la persona a darle trabajo. Desgraciadamente, dicen que le quitan la chequera [si están jubilados y buscan trabajo]. Yo pienso que las leyes puedan cambiar. Que se mantenga la chequera y las personas puedan tener además un buen trabajo”.

Con una lata extendida, un hombre pide limosna apostado en una esquina de Centro Habana. / 14ymedio

Asimismo, el habanero cree que podrían “agilizarse los trámites” para atender a las personas vulnerables, damnificadas o víctimas de algún accidente. “Se les puede dar una buena casa o una casa chiquitica para que puedan depender de su trabajo honradamente”, asegura.

Pero más allá de las esperanzas de que la vida mejore, los cubanos saben quiénes tienen la última palabra: “Lo que yo le pediría en este momento al presidente es que, si algún día ve este reportaje, le de un like, y así estará por un buen camino”.

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