Israel Rojas, 'La Joven Cuba' y el arte de sobrevivir al derrumbe

Opinión

Reformistas domesticados y talibanes se enfrentan mientras colapsa el régimen

En La Sobremesa vimos a un Israel Rojas desencantado, derrotado, convertido en una especie de osito del cariño con amnesia selectiva.
En 'La Sobremesa' vimos a un Israel Rojas desencantado, convertido en una especie de osito del cariño con amnesia selectiva. / Captura de pantalla
Yunior García Aguilera

05 de agosto 2025 - 11:02

Madrid/La reciente entrevista al cantante y compositor Israel Rojas en el programa La Sobremesa, de La Joven Cuba (LJC), ha desatado intensas polémicas en ambos extremos del espectro político cubano. Para algunos, se trató de un intento de “lavado de cara” a una de las figuras más antipáticas para el exilio; para otros, especialmente desde sectores afines al régimen, fue una traición inaceptable: ¿cómo es posible que Rojas se preste a aparecer en un medio “financiado por el enemigo”?

Desde hace años, no faltan quienes ven a La Joven Cuba como una especie de suplemento cultural del Granma o una versión diluida de Cubadebate. Fundada en Matanzas por Harold Cárdenas en 2010, nació bajo el ala del llamado oficialismo reformista. Con el tiempo, ya fuera de Cuba, sus textos comenzaron a moverse entre la crítica mesurada y los guiños calculados que les permitieran conservar su condición de “interlocutores válidos” para el poder en la Isla.

Esa ambigüedad les funcionó. Pero el estallido social del 11J marcó un parteaguas

Durante la era Obama y el deshielo, esa ambigüedad les funcionó. Pero el estallido social del 11J marcó un parteaguas. LJC no supo –o no quiso– incorporar en su discurso el peso histórico de ese quiebre. Se aferraron a sus trincheras narrativas como si el país siguiera siendo el mismo de 2010, cuando apenas eran un blog universitario. Por eso no sorprende que hoy se les juzgue con dureza desde ambos flancos. Su tibieza resulta incomprensible en un país donde la calle y la desesperanza reclaman definiciones más claras.

Su estrategia ambivalente –desfasada para unos, oportunista para otros– les hizo perder seguidores. Algunas voces de peso dejaron de escribir en sus páginas. Y su tono burlón, casi infantil, hacia otros medios que perdieron financiación tras el cierre de la Usaid, parecía el clavo final en su ataúd. Sin embargo, hay que reconocer que La Sobremesa ha sido su resurrección, un “Lázaro, levántate y anda” que los ha devuelto al centro del debate y les ha hecho ganar nuevos adeptos.

Los números no mienten. La entrevista a Israel Rojas superó las 50.000 visitas en YouTube, mientras la última emisión de Con Filo apenas roza las 7.000, menos incluso que el ejército de ciberclarias obligadas a inflar sus métricas. No es el algoritmo; es el hastío. Y es evidente que las restricciones de Etecsa han golpeado también a los “cibercombatientes”.

Vimos a un Israel Rojas desencantado, derrotado, convertido en una especie de osito del cariño con amnesia selectiva

En La Sobremesa vimos a un Israel Rojas desencantado, derrotado, convertido en una especie de osito del cariño con amnesia selectiva. El poeta del “bulbo” y la “tiñosa” parece haber olvidado que estuvo presente el 27N, pero no del lado de los artistas, sino encerrado en las oficinas del Ministerio de Cultura. También salió a las calles el 11J, pero no con los manifestantes pacíficos, sino tras recibir la “orden de combate”, alineado con policías y militares vestidos de civil. Llegó al ICRT dispuesto a “dar palos”, aunque tarde: ya nos habían montado en un camión de escombros rumbo al Vivac.

Ahora, Cubadebate –autoproclamado defensor de la soberanía– lo ataca contratando la pluma de un extranjero. Carlos González, un comunista asturiano (no confundir con Mentepollo), lo acusa de haber caído en “la trampa de la equidistancia”, mientras recurre al viejo y rancio eslogan de la fortaleza sitiada. Para este radical, el enemigo ya no es EE UU, sino la pérfida Noruega. Poco después, Michel Torres Corona –más ansioso por volar a Madrid que por defender a la Revolución– se hace eco de esas palabras en Facebook y las califica de “esclarecedoras”.

El modelo cubano está colapsado. Y cada uno de sus fragmentos compite para no ser aplastado en el derrumbe

Circulan hipótesis según las cuales todo esto sería parte de una operación de la Seguridad del Estado: se le devuelve algo de visibilidad a un artista fiel pero sin musas, y se reposiciona a LJC como víctima de ambos extremos, renovando así su legitimidad. Francamente, no creo que sean tan listos.

El modelo cubano está colapsado. Y cada uno de sus fragmentos compite para no ser aplastado en el derrumbe. Israel Rojas quiere girar internacionalmente sin tener que cantar para cuatro gatos en sedes de movimientos solidarios. La Joven Cuba necesita recuperar audiencia y sostener su financiamiento. Convertirse en víctima de ataques cruzados les viene como anillo al dedo, en tanto les permite apelar a ese amplio sector que, como en toda sociedad, prefiere evitar la polarización.

Ni Donald Trump ni Xi Jinping moverían un solo portaaviones por Cuba

Los talibanes ideológicos, por su parte, actúan como dicta su naturaleza. Aunque sientan el temblor bajo sus pies, deben responder ante sus aliados internacionales, que muchas veces son más castristas que el propio Castro. Ese radicalismo les asegura becas, viajes, foros, cargos, premios, cofradías y corazones rojos, en forma de likes.

La ideología, en este contexto, parece haber alcanzado niveles insospechados de prostitución. Y en este gran burdel geopolítico, ni Donald Trump ni Xi Jinping moverían un solo portaaviones por Cuba. Ese discurso llorón, épico y rancio de Israel Rojas sobre “la islita asediada que resiste más que nadie”, ya no sirve ni como letra de un hit de reparto.

El régimen fracasó. Lo saben todos: Buena Fe, La Joven Cuba, Díaz-Canel, Cubadebate. La única incógnita es quién se aferra a más ladrillos… mientras el edificio se viene abajo.

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