La magia del dólar se extiende por La Habana y hace milagros en el mercado La Quinta
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La 'ola verde' llena anaqueles, enciende las lámparas y los aires acondicionados, y los empleados vuelven a sonreír
La Habana/El oeste de La Habana siempre ha sido la avanzadilla de los experimentos comerciales en Cuba. Las diplotiendas que solo vendían a extranjeros se ubicaron inicialmente en esa parte de la ciudad y también ahí abrió, este año, el primer mercado estatal en dólares, pionero de una expansión de la moneda estadounidense que parece no tener fin. La Quinta, con su fachada recién pintada y sus neveras llenas, se ha sumado a la ola verde que recorre la Isla.
Ubicado en la esquina de la Quinta Avenida y la calle 118, el local está gestionado por la cadena de tiendas Panamericanas en manos de Cimex, brazo comercial del conglomerado militar Gaesa. Para los vecinos de los alrededores, acostumbrados a ver vehículos con matrícula diplomática, empresarios extranjeros y algún que otro funcionario con su guayabera impecable dentro de un auto climatizado, no hay sorpresa alguna en la reinauguración del comercio en dólares.
"Muchos experimentos comienzan por aquí", explica a 14ymedio una madre con su hija que se acercaron este viernes a La Quinta para comprar algunas golosinas. "La gente cree que en este barrio tenemos divisas pero aquí vive mucha gente trabajadora que solo gana en moneda nacional", aclara la mujer tras sacar un par de billetes con el rostro de Washington y algunos centavos para completar el pago por un paquete de galletas y unos caramelos. "Traje el dinero exacto", puntualiza en tono triunfal ante la cajera.
La falta de monedas para dar el vuelto completo ha empujado a que Cimex apele a prácticas más cercanas al trueque en una aldea medieval que a las redes comerciales modernas, entregando chucherías como parte del vuelto. "Al final se pierde dinero, porque si yo no quiero comerme un bombón y usan mi dinero en eso, entonces estoy siendo afectado", recelaba otro cliente que hacía maromas para encajar un picadillo de pollo y una lata de leche condensada en un número entero que no implicara recibir nada de cambio tras pagar.
“Esta tienda estaba pelada hasta hace poco y de pronto aparecieron los productos”, añadió con ironía el hombre. Como un abracadabra muy efectivo, el dólar tiene la capacidad en Cuba de llenar anaqueles, encender todas las lámparas del techo, poner a funcionar los aires acondicionados de los comercios y hacer que los empleados vuelvan a sonreír. La magia, sin embargo, no parece extenderse a los bolsillos de los consumidores. Para ellos, llegar a los fulas sigue siendo más un duro esfuerzo que un acto de hechicería.