El ‘mercado del alivio’ se extiende por La Habana ante el avance del chikungunya
Foto del día
La escasez de medicamentos convierte la capital en una farmacia a cielo abierto
La Habana/La caja de cartón, colocada sobre la acera de la calle Tulipán, parece una isla en medio de la corriente humana. Las tiras de paracetamol, duralgina y aspirina se exhiben a plena vista y algunos se acercan para tantear los precios. Uno de los comerciantes se espanta los mosquitos con un abanico, en medio del brote de chikungunya que sacude a La Habana.
"Todo es de calidad", dice con voz ronca el comerciante, con varios blísteres en la mano. "Son 400 pesos por el paracetamol y 500 por la duralgina, si se lleva dos se los dejo en 900". No necesita anunciarlo mucho: los clientes llegan solos, atraídos por el boca a boca que ha reemplazado al mostrador vacío de las farmacias estatales.
En medio de la emergencia sanitaria, la escena es cotidiana y urgente. La mayoría de los medicamentos sobre el cartón son los mismos que los doctores recomiendan para aliviar las fiebres, el dolor de cabeza y las inflamaciones articulares del virus que tiene a la capital en vilo. La calle se ha convertido en una farmacia a cielo abierto en una ciudad donde la gente se saluda con un “ya me cogió el virus” o “todavía no he caído, pero en mi casa están todos contagiados”.
La calle se ha convertido en una farmacia a cielo abierto en una ciudad donde la gente se saluda con un “ya me cogió el virus” o “todavía no he caído, pero en mi casa están todos contagiados”
"¿No tiene alguna crema que me sirva para las rodillas, las tengo muy inflamadas", pregunta un anciano que termina comprando dos tiras de aspirina. "Al final, si uno no viene aquí, tiene que pasar la fiebre sin nada que la baje", añade antes de irse. A su lado, una joven con ojeras profundas y movimientos casi robóticos, por la inflamación articular, calcula rápido: "Dos de paracetamol y una de acetaminophen". El vendedor guarda el dinero en una riñonera y acomoda la mercancía. Si la policía apareciera, el improvisado puesto se desarma en un pestañazo.
Las molestias del virus no se calman con explicaciones oficiales. Las autoridades insisten en que el déficit de medicamentos obedece a "problemas con las materias primas y el financiamiento", como reconoció hace unas semanas el ministro de Salud, José Ángel Portal Miranda. Según datos oficiales, de los 627 fármacos previstos en el cuadro básico nacional, más de 200 presentan afectaciones graves de disponibilidad. En el mercado negro, esos números se traducen en pesos contantes que hay que pagar para aliviar los síntomas urgentes.
El sol de la tarde cae sobre el cartón y las pastillas brillan por un momento, como si fueran monedas. El flujo de personas no se detiene y alguien pregunta si hay antihistamínicos. Una mujer, con una bolsa de pan y un niño de la mano, responde antes que el vendedor: "Aquí lo que hay es lo que falta en las farmacias". En la calle Tulipán, la economía del dolor ha encontrado su propio mostrador.