Despertar del sueño americano y regresar a la pesadilla cubana
Migración
"A mi madre esta mañana le llegó el correo que dice que le retiran el permiso"
La Habana/La llamada llegó temprano. “Tienes que entrar de nuevo a las 3:00 p.m. porque nos quedamos sin dos empleadas”, le dijeron. La mujer, que había salido de una jornada nocturna, no tuvo tiempo ni para dormir. Al llegar, se enteró de que sus colegas no habían sido simplemente despedidas, sino que habían perdido su permiso de trabajo en EE UU. Y no son las únicas.
Muchos cubanos aguardan la esperanza de poder acogerse a la Ley de Ajuste, ya que no solicitaron el asilo político. Otros temen que no les dé tiempo y se preparan psicológica y materialmente para despedirse del sueño americano, para retornar a la pesadilla cubana.
“Ya compré una planta eléctrica para mi casa en Cuba, por si me deportan”
María Laura ya comenzó a empacar maletas físicas y mentales: “Ya compré una planta eléctrica para mi casa en Cuba, por si me deportan”, confesó a 14ymedio. “También mandé por paquetería una moto eléctrica, una lavadora, y otros electrodomésticos”. No le interesa recomenzar en otro país latinoamericano ni tiene forma de irse a Europa. Miami era lo más familiar que tenía para escapar de la miseria en la Isla sin morirse de nostalgia.
“A mi madre esta mañana le llegó el correo que dice que le retiran el permiso”, cuenta a 14ymedio otro cubano residente en EE UU. “Oficialmente se quedó sin su empleo y ahora tendrá que esperar tranquila a que se cumpla el tiempo que requiere la Ley de Ajuste”, dice, con una mezcla de resignación y rabia.
Pero la espera, en este caso, no tiene nada de tranquila. “Todo esto no estaría pasando si hubiese pedido un asilo político a tiempo, como hicieron los haitianos, venezolanos y nicaragüenses, que no tienen una Ley que los beneficie. Pero como mi madre quería visitar Cuba, se negó a hacer el trámite”, explica. Su miedo tiene varias aristas: “Por un lado, si pedía el asilo no podría visitar a su familia en la Isla. Pero también temía que, en cualquier momento, el régimen la colocara en la lista de los regulados, a quienes se les prohíbe volver". Poder abrazar cada cierto tiempo a su familia en ambas orillas pesó más que cualquier cálculo legal. Y ese deseo, ahora, puede costarle caro.
Muchos migrantes han quedado en una especie de limbo migratorio
Con el parole suspendido y un ambiente político enrarecido desde enero de 2025, muchos migrantes han quedado en una especie de limbo migratorio. La Ley de Ajuste Cubano –ese salvavidas que ha permitido regularizar a miles de cubanos tras 365 días en EE UU– sigue en pie, pero las nuevas regulaciones están recortando los márgenes. Antes, esperar ese año sin pedir asilo parecía la opción lógica. Hoy, se ha vuelto una trampa. Un experto consultado por este diario, dice: “La gente se confió, creyó que nada iba a cambiar. Pero cambió”.
Los cubanos, al menos por ahora, siguen teniendo una puerta legal: la Ley de Ajuste. Pero esa ventana no es automática. “Si no tienes una entrada legal o no lograste completar el año sin conflictos, la situación se complica. Y aunque no haya deportación inmediata, el miedo a ser expulsado se vuelve una sombra constante”, advierte el experto. En cambio, venezolanos, haitianos y nicaragüenses tienen asilo político como vía de escape, porque para ellos no existe ningún “Ajuste”.
La atmósfera que se respira en comunidades cubanas como Hialeah, Union City o partes de Houston es de ansiedad. Algunos abogados hablan de “decenas de clientes en pánico”, otros de “listas de espera colapsadas”. Las oficinas legales no dan abasto. El miedo tiene ahora una dirección postal: esa carta que llega y lo cambia todo. “Primero te dicen que te quitan el permiso de trabajo. Después viene el silencio. Y uno empieza a temer que lo próximo sea una orden de deportación”, comenta otro migrante que no quiere ser identificado.
El dilema: pedir asilo y arriesgarse a no poder volver a Cuba, o confiar en que el Ajuste llegue antes del colapso
Pero muchos cubanos siguen atrapados en el dilema: pedir asilo y arriesgarse a no poder volver a Cuba, o confiar en que el Ajuste llegue antes del colapso. Mientras, el país que dejaron atrás sigue empobrecido, militarizado y más autoritario que nunca.
Y en ese limbo, el tiempo juega en contra. Cada día sin permiso es un día sin ingresos. Cada carta del Gobierno es una amenaza. Cada conversación con un abogado termina en una lista de documentos urgentes. Algunos ya empezaron a vender sus cosas. Otros se han refugiado en casas de amigos. Nadie sabe qué pasará en julio, agosto o diciembre. Pero todos saben que Cuba, hoy por hoy, no es una opción.
“No quería pedir asilo porque pensaba regresar a Cuba”, repite el hijo de la mujer desempleada. Y su voz ya no suena a reproche. Suena a dolor. A esa mezcla de culpa y tristeza que marca la historia de tantas familias divididas por el mar, la política y la espera.