Los mosquitos, la basura y el chikungunya se imponen en el barrio militar de San José de las Lajas

Mayabeque

El municipio de Mayabeque atraviesa una de sus peores crisis higiénicas en décadas

En las calles –si se les puede llamar así a estos jirones de asfalto levantado– la basura forma montañas que parecen haber echado raíces.
En las calles –si se les puede llamar así a estos jirones de asfalto levantado– la basura forma montañas que parecen haber echado raíces. / 14ymedio
Julio César Contreras

22 de noviembre 2025 - 08:41

San José de las Lajas (Mayabeque)/A las cinco de la tarde, cuando cae una luz rojiza sobre los edificios desconchados del Reparto Militar en San José de las Lajas (Mayabeque), ocurre el mismo ritual: las puertas se cierran, las ventanas se atrancan con cartones y los vecinos se apuran en entrar antes de que la nube de mosquitos tome el control del barrio. No hace falta mirar el reloj. El zumbido lo anuncia.

En las calles –si se les puede llamar así a estos jirones de asfalto levantado– la basura forma montañas que parecen haber echado raíces. Bolsas de nailon, pañales usados, restos de comida, pedazos de madera y hasta muebles rotos se acumulan por días y semanas. Un perro hurga en los desperdicios como si buscara un tesoro improbable, mientras un vecino pasa en bicicleta esquivando charcos verdes donde el agua estancada huele a heces y abandono.

San José de las Lajas atraviesa una de sus peores crisis higiénicas en décadas, pero en el Reparto Militar –un conjunto habitacional envejecido y con una infraestructura deficitaria– la situación ha adquirido dimensiones insoportables. De acuerdo con la prensa oficial de Mayabeque, la provincia vive un incremento de casos febriles asociados al chikungunya y al dengue, lo que ha motivado “acciones intensivas de fumigación” en varios municipios. Pero esas “acciones” no han pasado por la zona, según los vecinos.

"La prensa dice que están con las bazucas por toda la ciudad, pero en mi edificio no han venido"

Orlando, ingeniero mecánico y padre de dos niños, habla a 14ymedio con un cansancio que no se le va de la mirada. “La prensa dice que están con las bazucas por toda la ciudad, pero en mi edificio no han venido. En mi casa caímos todos: primero los muchachos, después mi esposa y finalmente yo. Este virus nos remató”.

El barrio, construido décadas atrás por microbrigadas de oficiales de bajo rango, ha cambiado de rostro. “Casi no queda nadie de aquellos tiempos”, dice Orlando. “Los militares se fueron, y a los civiles que quedamos nos pasan un camión de Comunales cada tres o cuatro meses. Vienen, vacían un contenedor –si es que no se lo han robado– y se van. El resto de la basura queda tirada en el suelo. Nadie recoge nada”.

Las imágenes lo cuentan todo: un basurero improvisado que se extiende por metros, el contenedor desbordado y los edificios que hace años perdieron el color de sus fachadas. En el suelo, el agua forma charcos que parecen lagunas de cultivo para el Aedes aegypti. Los criaderos, dicen los vecinos, no solo están afuera. “Las tuberías podridas, las cisternas sin tapas, los tanques de las azoteas llenos de suciedad… ahí es donde se crían”, explica Orlando.

La enfermedad avanza como una sombra. “Cinco edificios enfermos, por lo menos. En el mío, casi todos”, calcula el ingeniero. “Es un cerco del que no se puede salir”.

La anciana asegura que el delegado del Poder Popular “está pintado en la pared”

Lucía, una jubilada que vive sola, muestra una mezcla de molestia y resignación. Ha llamado a la sede local del Partido Comunista, al Gobierno, a Salud Pública municipal y provincial. “La respuesta es siempre la misma: que cuando llegue el combustible, fumigan. Desde agosto estoy oyendo eso”. Finalmente, enferma y sin fuerzas, optó por una salida pagada: contratar a un fumigador por su cuenta.

“Lo encontré en Revolico, 600 pesos cada visita. Vino dos días seguidos con la bazuca. Él mismo me dijo que primero tenía que fumigar dos cuadras que le tocaban por el Policlínico del Este, y después podía venir aquí. Ya usted ve cómo estamos. Gasté 1.200 pesos de los 3.200 de mi chequera”.

La anciana asegura que el delegado del Poder Popular “está pintado en la pared”. Lo dice sin rabia, con la voz de alguien agotado de esperar soluciones oficiales que nunca llegan.

Mientras tanto, la vida en el Reparto Militar es una sucesión de fiebres, dolores articulares, vómitos y noches en vela. Cada día se sabe de alguien más que ha caído en cama. Afuera, los niños ya no juegan. Los adultos caminan como pueden, en un paso casi robótico por el dolor en las articulaciones que provoca el chikungunya, y mirando al suelo. 

“El país que presume de potencia médica no puede con un mosquito”

Las autoridades, por su parte, reportan en la televisión disminución de casos y “mayor control vectorial”. En la práctica, la epidemia sigue desbordada. El Ministerio de Salud Pública de Cuba informó este viernes que la jornada previa se registraron 6.597 nuevos enfermos con síntomas febriles, además de confirmar 847 casos de dengue y 753 de chikunguña en un día. Por su parte, Durán explicó, en el espacio televisivo que vuelve a tener diariamente, que el chikunguña, el principal padecimiento que afecta al país, ya tiene un acumulado de 31.513 casos, entre confirmados y sospechosos. 

“Uno siente vergüenza ajena”, dice Lucía. “El país que presume de potencia médica no puede con un mosquito”.

A lo lejos, una mujer saca una sábana por el balcón para secarla. El viento levanta un olor agrio que viene de los desechos. Un camión pasa sin detenerse. El perro vuelve a hurgar en la basura. El barrio entra en su rutina de sobrevivencia.

En el Reparto Militar, lo único que se mueve con constancia es la enfermedad.

También te puede interesar

Lo último

stats