La prensa oficial cubana vuelve a usar la explosión del 'Maine' en 1898 para justificar al régimen

Manipular la memoria histórica es un componente esencial de la "batalla de ideas" diseñada por Fidel Castro

En las escuelas cubanas aún se enseña que “la mayoría de los tripulantes eran negros” y que la plana mayor del barco los había abandonado en la bahía para morir. (US Naval Institute)
En las escuelas cubanas aún se enseña que “la mayoría de los tripulantes eran negros” y que la plana mayor del barco los había abandonado en la bahía para morir. (US Naval Institute)
Juan Izquierdo

15 de febrero 2023 - 17:57

La Habana/Como cada 15 de febrero, la propaganda oficial desempolva sus teorías sobre la explosión del acorazado estadounidense Maine, hundido en la bahía de La Habana en 1898. Al cabo de 125 años, la versión del "autosabotaje" del barco por EE UU como pretexto para intervenir en la guerra de Cuba contra España se sigue enseñando en las escuelas y divulgando en la prensa como verdad irrefutable.

Aunque la "voladura" del Maine es la piedra angular de la historiografía del régimen contra EE UU, ninguna de las investigaciones realizadas en el pasado han sido concluyentes sobre la causa de la explosión. ¿Por qué La Habana sigue manipulando los hechos con tanta insistencia? La respuesta de Cubadebate es clara: se defiende esta versión porque "en ella se sostiene la irracional política de bloqueo", otro comodín ideológico del régimen.

Este miércoles, en los periódicos oficiales se asevera que el acorazado fue enviado como un "caballo de Troya de acero" a la Isla. Conocer "la verdad", por remota que pueda parecer, significa ganar la "batalla de ideas a la está consagrada el pueblo cubano".

La nave que estalló en el puerto habanero en febrero de 1898 era un buque militar de segunda clase, con 98,9 metros de eslora y 17,37 de manga, preparado para abrir fuego por ambas bandas y con un espolón en la proa. Su botadura se produjo el 18 de noviembre de 1889, pero no entró en servicio hasta seis años más tarde. El oficial que lo condujo a La Habana como parte de una "visita amistosa" en enero de 1898 fue el capitán Charles Dwight Sigsbee.

Este miércoles, en los periódicos oficiales se asevera que el acorazado fue enviado como un "caballo de Troya de acero" a la Isla

Granma seleccionó y reprodujo varios telegramas del capitán Sigsbee, del cónsul estadounidense en la Isla y la Secretaría de Estado de EE UU, cuya colocación sugiere que el Maine no estaba en La Habana para proteger a los ciudadanos de ese país presentes en Cuba, sino que "había un propósito ulterior": producir una "agitación" contra el Gobierno autonomista de la Isla –constituido hacía sólo unas semanas– y lograr "con toda probabilidad" una protesta.

De esta correspondencia, que se refiere tan sólo al clima de tensión política que se respiraba entonces, el diario del Partido Comunista apresura una conclusión: la explosión fue provocada "por los propios yanquis" para inmiscuirse en una "guerra ajena", que ya estaba "virtualmente ganada" a España por el Ejército Libertador cubano.

Murieron 254 marinos y seis oficiales, de los 328 alistados. Era una tripulación compuesta por ciudadanos estadounidenses de origen alemán, sueco, irlandés, noruego, danés e incluso rusos y finlandeses. En las escuelas cubanas, sin embargo, aún se enseña que "la mayoría de los tripulantes eran negros" y que la plana mayor del barco los había abandonado en la bahía para morir. El propio Cubadebate admite que este dato es una flagrante mentira, aunque sólo reconoce que se haya divulgado en la enseñanza cubana "a veces".

Lo único cierto en la versión de los hechos que repite el régimen fue la histeria mediática que siguió al suceso, responsabilidad, en gran medida, de dos célebres magnates de la prensa estadounidense en su época: Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst.

Con el eslogan Remember the Maine –reciclado en 1961 por el cantante oficialista Carlos Puebla como Remember Girón– los diarios de EE UU crearon una opinión desfavorable a España entre los lectores, que sin duda facilitó el reclutamiento de jóvenes para participar en la guerra.

"Con el Maine se hundió la independencia de Cuba", concluyen Granma y Cubadebate, manipulando también unas pocas citas del libro Cómo fue destruido el acorazado Maine, del almirante estadounidense H. G. Ricover, sin mencionar que tampoco este autor encuentra viable la hipótesis del "autosabotaje".

El historiador cubano Manuel Moreno Fraginals, en su libro Cuba/España, España/Cuba (1995) –uno de los más denostados por el régimen–, afirma que el Gobierno de Fidel Castro dio a la explosión "la interpretación más fácil y conveniente", en el más puro estilo propagandístico de la guerra fría, cuando "en realidad no existe una sola prueba que lleve a tal interpretación".

"A los norteamericanos les sobraban las razones políticas y opinión pública interna para tomar parte en el conflicto sin recurrir al peligroso extremo de volar uno de los cruceros de su armada, matando [a más de] 250 marines. Los españoles tenían aún menos motivos para llevar a cabo un sabotaje de esta categoría. Para los cubanos era casi irrealizable", prosigue el Moreno Fraginals.

Un estudio actualizado sobre el tema, a cargo del historiador español Tomás Pérez Vejo (3 de julio de 1898, el fin del Imperio español, 2020), coincide en que la intervención de EE UU se iba a producir de todos modos, "al margen de las causas del hundimiento del Maine". Los problemas, afirma, eran "más de fondo".

A todo esto, la prensa oficial cubana se encuentra especialmente ofendida por una teoría, que involucra no al "autoatentado" de EE UU o a una agresión de España. Se trata de la posibilidad de que los insurgentes cubanos hayan provocado la explosión, indignados con la pasividad de EE UU ante la causa independentista, para obligarlos a intervenir.

Al margen de la propaganda, los historiadores cubanos, españoles y estadounidenses coinciden en que la explicación más probable es la de un accidente

Esta hipótesis, recogida entre otros por la clásica Cuba: la lucha por la libertad (1973) del historiador inglés Hugh Thomas, describe que para 1898, el deseo de anexionismo a EE UU no le era extraño a una facción de los rebeldes. Los que con mayor fervor se oponían a la unión con el norte eran José Martí y Antonio Maceo. Ambos habían muerto. "Los cubanos eran capaces de un acto semejante, como lo sería cualquiera después de tres años de guerra sin cuartel", sugiere Thomas.

Incluso un historiador naval serio como el cubano Gustavo Placer Cervera sigue rasgándose las vestiduras ante esta posibilidad. Sus argumentos, no obstante, son poco objetivos y rozan la ingenuidad: "El terrorismo no era el método de lucha de los independentistas cubanos", afirma. Los cubanos no querían "cambiar de dueño" y EE UU era un "país aliado" para los insurgentes.

Al margen de la propaganda, los historiadores cubanos, españoles y estadounidenses coinciden en que la explicación más probable es la de un accidente. "El Maine explotó debido a que llevaba una gran cantidad de la nueva pólvora que necesitaba para los cañones más pesados y que, en sus primeros años, a menudo provocaba explosiones", zanja Thomas.

El buque permaneció en la bahía hasta 1911, cuando EE UU extrajo del agua el pecio y los cadáveres de la tripulación. El 16 de marzo de ese año, el Maine fue remolcado a varias millas del puerto habanero y, tras varios disparos de salva para honrar a los marines muertos, fue hundido nuevamente a más de 1.000 metros de profundidad.

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