Las ópticas cubanas no tienen armaduras, solo cristales de vez en cuando

La falta de materiales es solo la punta del iceberg, pues los largos apagones dejan sin funcionar las máquinas. Sin luz, no se puede trabajar una sustancia tan delicada como el vidrio

La escasez de vidrio y los constantes apagones pasan factura a los servicios de las ópticas, que se han quedado solo para reparar armaduras. (14ymedio)
La escasez de vidrio y los constantes apagones pasan factura a los servicios de las ópticas, que se han quedado solo para reparar armaduras. (14ymedio)
Yankiel Gutiérrez Faife

29 de enero 2023 - 14:16

Camajuaní/Cada óptica cubana encierra una colección de tornillos, cristales y patas inservibles. Hace años que los técnicos no pueden desarrollar su trabajo con normalidad y a nadie le sorprende la falta de insumos ni las vitrinas vacías. A la principal óptica de Santa Clara, ubicada a pocos metros del parque Vidal, en el número 57 de la calle Cuba, los clientes no acuden en busca de nuevos espejuelos, sino para reparar armaduras con demasiados años de uso.

Cuando no hay más nada que hacer, los trabajadores se dejan caer en las butacas del establecimiento, salen a fumarse un cigarro o caminan por los pasillos. Lo usual en cualquier centro administrado por el Estado.

Todo cambia radicalmente cuando llega un cargamento, generalmente pequeño, de cristales. Nadie sabe quién avisa a quién, o cuáles son los mecanismos por los cuales se entera la gente, pero lo cierto es que en muy poco tiempo se forma una cola, comienzan los gritos y empujones, y la óptica vuelve a entrar en acción por unos días.

Muy pocos afortunados vuelven a su casa con el comprobante que les permitirá recoger, semanas después, sus anteojos. No basta tener la receta suministrada por un optometrista ni que, por fin, la óptica cuente con los cristales que necesita el paciente. El interesado tiene que llevar, además, una armadura.

Como en todo, también aquí proliferan los "inventos" e improvisaciones. Aunque es posible que algún familiar de EE UU haya enviado el "esqueleto" de los espejuelos, también es frecuente pedir al técnico que engaste los cristales nuevos sobre antiguas gafas de sol o remedos de armadura, formada con piezas rotas o sobrantes.

"Aquí hace rato que no entra nada, y lo que está haciendo la gente es encargar lo que necesita en el exterior o comprar gafas a las cuales se les puedan fijar los vidrios"

"Nosotros les cambiamos los cristales y listo", garantizaron los trabajadores de la óptica santaclareña a Mariela, una cubana que lleva meses esperando esta oportunidad. "Aquí hace rato que no entra nada, y lo que está haciendo la gente es encargar lo que necesita en el exterior o comprar gafas a las cuales se les puedan fijar los vidrios. Por ahora, no obstante, hay cristales", cuenta a 14ymedio.

Días atrás, Mariela salió en busca de armaduras y acudió al único lugar donde sabía que las iba a encontrar: los establecimientos particulares. Ya sea en las casas donde, con licencia para comercializar ropa, se vende de todo, o en la laberíntica candonga –en las inmediaciones de la zona hospitalaria–, siempre hay alguien que tiene en venta un par de espejuelos.

Después de caminar por varios puntos de la ciudad, dio con un puesto donde exponían, en una pequeña vitrina, unas gafas de sol que le gustaron. Eran de buen plástico negro y, calculó, no sería difícil adaptarlas para su nuevo uso. Aunque el precio la hizo dudar por un momento –le pidieron 1.000 pesos por los anteojos– acabó comprándolas y acudió, a toda velocidad a bordo de un carísimo bicitaxi, a la óptica.

El técnico evaluó la armadura y accedió. A estas gafas, informó el hombre, se les pueden poner los cristales sin ningún problema. Mariela respiró con alivio y pagó 150 pesos. "Hasta los cristales del Estado subieron de precio", lamenta.

Pedro, un anciano residente en Santa Clara y afectado con una miopía, ha pasado por todo un purgatorio para adquirir un par de espejuelos. Su enfermedad ha dañado más uno de sus ojos que el otro, por lo que encontrar los cristales necesarios ha sido difícil. La única solución que encontró fue pedírselos a su hijo, que vive en España. "Pero tardarán dos meses en llegar y la miopía avanza", se queja Pedro.

"No sé cuántas veces he ido a graduarme la vista y he tenido la receta ya en la mano, pero cuando voy a la óptica por la vía normal, no sirve de nada", explica el hombre

"No sé cuántas veces he ido a graduarme la vista y he tenido la receta ya en la mano, pero cuando voy a la óptica por la vía normal, no sirve de nada", explica el hombre. "Según me dice mi oftalmólogo, tendré que usar unos cristales especiales de por vida, porque no reúno los requisitos para una operación.

A Pedro le diagnosticaron, también, un principio de queratocono, una enfermedad de la córnea que degenera progresivamente la visión. "Además, desde que tenía ocho años uso espejuelos", asegura.

La falta de materiales es solo la punta del iceberg del tema óptico. Los largos apagones dejan sin funcionar las máquinas y sin luz no se puede trabajar una sustancia tan delicada como el vidrio. El problema no se limita a Santa Clara, donde es casi imposible comprar unas armaduras. Los pequeños establecimientos municipales, destartalados y sin que al Estado le preocupe su abastecimiento, tienen un funcionamiento aún más precario.

Hace años, quienes no podían conseguir sus espejuelos en Santa Clara, viajaban a localidades como Camajuaní, Remedios y Caibarién, cuyas ópticas tenían menor demanda, para lograr la difícil combinación de espejuelos, cristales y un local con electricidad.

"En todos los lugares la respuesta fue la misma: ni armaduras ni cristales. Acabé pagando 2.500 pesos: nada menos que mi salario de jubilado", lamentó

Sin embargo, nadie va ya a la óptica de Camajuaní –frente al parque del templo católico del pueblo–, vacía durante la mayor parte del día. Hace meses que el único técnico disponible no cuenta con nuevos recursos y la única labor de la dependiente es recibir viejas armaduras, a ver si merece la pena remendarlas.

A treinta kilómetros de allí, en Remedios, se encontraba una de las ópticas mejor surtidas de la provincia, a la vera del parque. Ahora, sin atención al público ni vendedores, es el propio técnico quien recibe las monturas, las repara y entrega luego a los interesados. Para colmo, ni siquiera asiste todos los días.

"Hace poco hice la 'gira' completa", comenta Ramiro, un camajuanense de 72 años. "Busqué en las ópticas de Santa Clara, receta en mano, me trasladé a Remedios, Caibarién y Camajuaní. En todos los lugares la respuesta fue la misma: ni armaduras ni cristales. Acabé pagando 2.500 pesos: nada menos que mi salario de jubilado", lamentó.

Melisa, de Santa Clara, llevaba días buscando espejuelos en el grupo de ventas online Revolico. Dio con una tienda particular con el siguiente anuncio: "Se hacen espejuelos graduados monofocales, bifocales y progresivos con la medida que traiga la receta". Acompañaban su perfil de Facebook con fotos y una sesión de preguntas y respuestas. Melisa no tardó en contactarlos. Le entregaron sus espejuelos en siete días. En los precios, afirma, es mejor no pensar. El costo de los espejuelos "normales" iba de 1.500 a 2.500, los progresivos, de 2.000 a 8.000. "Eso sí", cuenta Melissa, "por unos pesos más te los entregan en tu propia casa".

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