La pesadilla de una pareja cubano-rusa, perseguida en los dos países por su rechazo a la guerra de Ucrania

Después de huir de San Petersburgo, Carlos y Daria sufren el acoso de la Policía en la Isla

El cubano Carlos Jiménez y su esposa Daria, en una calle de La Habana. (14ymedio)
El cubano Carlos Jiménez y su esposa Daria, en una calle de La Habana. (14ymedio)
Reinaldo Escobar

24 de marzo 2023 - 12:48

La Habana/Antes de verse obligado a huir de Rusia por temor a ser reclutado para la guerra en Ucrania, el cubano Carlos Jiménez vivía tranquilamente junto a Daria, su esposa, en Kushelevskaya Doroga, San Petersburgo.

Se habían conocido mientras estudiaban filología en la Universidad Hidrometeorológica de Rusia que, aunque parezca raro, tiene un prestigioso programa de estudio de lengua y literatura. Carlos ya dominaba la lengua porque de niño vivió en Moscú durante cinco años cuando su padre ocupaba un cargo en la Embajada cubana.

Ahora es un admirador de la cultura rusa, entre otras cosas, según confiesa, por la influencia de su esposa. Con ella conoció a Bulgákov (El maestro y Margarita), las obras de Dimitri Yemets, escritor infantil-juvenil, cuyas novelas son lo más ruso que dice haber leído en su vida. Con Daria conoció al grupo de rock ruso Bi-2, que se ha convertido en su favorito, y ha visto lo mejor del teatro, del cine ruso y del soviético.

La joven pareja ahora está en La Habana. Ella, temerosa de lo que pueda ocurrirle a él. Él, muy preocupado por lo que pueda ocurrirle a ella. La pesadilla empezó en Rusia y se ha prolongado hasta Cuba.

Una tarde dos hombres armados golpearon fuertemente la puerta de los jóvenes en San Petersburgo, buscando hombres para la guerra en Ucrania. "En ese mismo momento supimos que no podíamos quedarnos en Rusia"

Una tarde dos hombres armados golpearon fuertemente la puerta de los jóvenes en San Petersburgo, buscando hombres para la guerra en Ucrania. "En ese mismo momento supimos que no podíamos quedarnos en Rusia" –cuenta Carlos– "Recogimos nuestros ahorros, vendimos todas nuestras pertenencias, que no eran muchas, y salimos rumbo a Armenia. No pudimos pedir ayuda a la familia de mi esposa porque por ser extranjero yo no era bien recibido allí".

Más que una elección, Armenia era el primer destino posible porque Rusia tenía ya cancelados casi todos los vuelos a otros países. Allí los precios de los hospedajes subían como la espuma por la cantidad de rusos que estaban emigrando, por eso no les quedó otra opción que viajar a La Habana a principios de enero de este año, donde Carlos mantiene su residencia oficial en la casa de sus padres. Sabía que la convivencia sería difícil por las divergencias ideológicas, pero no tenía otra opción. Daria tampoco era bien recibida por los padres de Carlos.

"En la mañana del 8 de marzo un hombre uniformado entró a nuestra habitación acompañado de mi padre. Esta vez no tocaron a la puerta. Era un oficial de Inmigración. Dijo que mi esposa había estado en el país más tiempo de lo que está reglamentado para los extranjeros, pero eso era falso porque solo llevábamos 55 días y lo establecido son 90 días. Actuaba extraño y agresivo. No podía precisar los objetivos de su visita y cambiaba su versión diciendo que había quejas de ruidos, pero sin aclarar de dónde venía la denuncia. Finalmente dejó una cita para el otro día en las oficinas de Inmigración del municipio de Habana del Este. Todo el tiempo se negó a dirigirle directamente la palabra a mi esposa".

Una hora después de que el supuesto oficial de Inmigración abandonara la casa, Carlos recibió una llamada telefónica conminándolo a que se presentara en la estación de policía local.

"En esa estación donde tuvimos que esperar más de dos horas me condujeron a una oficina donde no permitieron la presencia de mi esposa. Allí tres hombres armados me aleccionan sobre mi mala conducta y lo más sorprendente: tenían testigos. Se abrió una puerta y entraron mis padres que mintieron tanto sobre mí y sobre Daria, pero que no se atrevían a mirarme a los ojos."

Todavía le quedaba a la pareja acudir a la citación del 9 de marzo para supuestamente ventilar los asuntos migratorios de Daria.

"Aquella tampoco era una oficina de Inmigración, sino de la Policía. Allí nos gritaron, nos insultaron, lanzaron sillas y dieron golpes sobre las mesas, todo para humillarnos y para intimidarnos. Trataron de asustarnos de todos los modos posibles. Me interrogaron sobre los motivos por los que salimos de Rusia y sobre mis afiliaciones. Sobre unos amigos que tengo aquí en Cuba y que son tenidos por conflictivos".

"También argumentaron que nuestro matrimonio no era legal porque no nos casamos en Cuba y que debido a esto mi esposa no podía vivir conmigo. Ni siquiera me permitieron traducirle a Daria, que casi no conoce español, lo que ellos decían. Cuando traté de explicarle a ella lo que pasaba me mandaron a callar, diciendo que sólo ellos tenían el derecho de hablar".

Después de horas de interrogatorio les dieron otra cita, esta vez a la oficina de Inmigración central y los despidieron con la amenaza de que pagarían sus insolencias

Después de horas de interrogatorio les dieron otra cita, esta vez a la oficina de Inmigración central y los despidieron con la amenaza de que pagarían sus insolencias.

Lo primero que se le ocurrió a Daria fue contactar con el Consulado ruso en La Habana para pedir ayuda. Como siempre había escuchado que Cuba y Rusia son países amigos o hermanos, supuso que todo se arreglaría, que se trataba de un malentendido.

Con la ayuda de Carlos como traductor, Daria cuenta a este diario: "Llamé al teléfono del Consulado y expliqué mi situación, entonces un hombre me dio otro número para que hablara con el cónsul de guardia. Cuando segundos después marqué ese número, salió al teléfono la misma voz que, sin ocultar sus risas, me hizo saber que allí no ayudaban a los traidores."

Cuando finalmente fueron atendidos en las oficinas centrales de Inmigración y Extranjería conocieron una nueva versión: les explicaron que el problema es que Daria no era solvente económicamente, lo cual también es falso.

"Nos dijeron que tenemos que dejar el país pronto. No tenemos pasajes aún porque no sabemos a dónde ir. La situación en la cual estamos es difícil. No nos podemos quedar en Cuba porque estamos siendo acosados por la Policía, tampoco podemos volver a Rusia porque allí no estaríamos seguros".

Ella dice algo en ruso que Carlos no traduce directamente. Se toman de la mano y finalmente él dice: "Tenemos miedo de que algo terrible pudiera pasarnos".

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