"Prohibido hacer y echar brujería"
La Habana
En el Cementerio Viejo de Guanabacoa la hierba invade las tumbas, saqueadas por los ladrones
La Habana/Entre las reglas que rigen el Cementerio Viejo de Guanabacoa, en La Habana, los trabajadores se han visto obligados a inmortalizar una: "Prohibido hacer y echar brujería". Pintado con tinta negra en una pared para intentar espantar a los saqueadores de tumbas, el cartel anuncia sin tapujos el principal mal del camposanto, desvalijado hasta de las argollas de cobre que adornan las lápidas.
Comenzado a construir en 1814 y declarado Patrimonio Nacional en 1997, el cementerio "está abandonado porque nadie quiere trabajar ahí por 2.400 pesos”, dice Antonio, quien fue enterrador durante ocho años en los cementerios Viejo y Nuevo de Guanabacoa, separados por la carretera vieja. “Las condiciones están bastante malas. Esto está lleno de yerbas, de ahí se han llevado restos, anillas de cobre, eso lo sabe todo el mundo”, se queja.
Una reja abierta y carcomida por el óxido recibe a los pocos visitantes que se atreven a caminar por el cementerio bajo el fuerte sol y las altas temperaturas de mayo. Cruces rotas y en el suelo, aceras levantadas y matorrales creciendo a voluntad, hacen dudar de la funcionalidad del cementerio, o de si existe alguien encargado de su cuidado.
Ese mismo abandono es el que ha atraído visitas no deseadas, y no es raro el día en el que la aparente calma del cementerio se ve perturbada por quienes buscan huesos para hacer rituales o metales para vender.
“Cuando hay algún robo, pocas veces se denuncia”, continúa Antonio. “Tiene que ser que algún familiar vea que le falta algo a la tumba. El último caso que hubo fue cuando robaron una argollas, que total, cogieron a la persona cuando iba por el semáforo, la llevaron para la estación de la Policía, le quitaron el saco de argollas y la soltaron.”
Rodrigo tiene 50 años, de los cuales 30 los dedicó a ser celador del cementerio. Hace años, una pedrada de la que nunca supo el origen o la intención lo dejó inconsciente e inhabilitado para el trabajo. Ahora, con dificultades en el habla producto del golpe, el habanero reside en la parte trasera del mismo camposanto al que dedicó la vida, jubilado y con apenas 1.500 pesos de chequera. “No hay un cementerio que quede con argollas”, dice en alusión a los accesorios imprescindibles para levantar las pesadas tapas de las tumbas. “Han cogido gente robándoselas, pero yo no sé si la Policía sabe que ellos están vendiendo el cobre. Cogieron a un tipo hace como un mes y pico. Dijo que se las había encontrado, y lo soltaron”, lamenta.
Más que tumbas, las bóvedas derruidas por el tiempo y despedazadas por los robos parecen montones de escombros. La basura acumulada, los hierbajos que crecen en cualquier rincón, incluso encima de tapas y muros, y los restos de ofrendas yorubas acompañados por botellas de ron terminan de completar un paisaje desolador. “Aquí pasa la gente y tira la basura para dentro del cementerio y todo está lleno de brujería. Aunque eso pasa en todos los cementerios”.
Además del Viejo, el más antiguo por antonomasia, Guanabacoa cuenta con otros seis cementerios, lo que la convierte en el municipio con más camposantos de la Isla. En su interior está la Ermita del Potosí, fundada con el nombre Ermita de la Inmaculada Concepción de María y del Santo Cristo del Potosí y considerada la obra arquitectónica más antigua de Guanabacoa, que data del siglo XVII.
“Esto, por estadística, es patrimonio, pero mira como está. El muro y la iglesia los han reformado, pero la última vez fue hace cinco años. En cualquier momento se vuelven a caer”, dice Rodrigo. “No tiene calidad la restauración”.
La tapia que marca el límite del cementerio y lo separa de las casas, es baja e irregular. En varias secciones ya se ha inclinado, y las rejas deberían ir encima también han sido robadas. El campanario de la iglesia, reparado recientemente, muestra señales evidentes de mal trabajo debido a su rápido deterioro, además del chapucero acabado que desentona con el resto de la obra.
Según Antonio y Rodrigo, la responsabilidad es de Comunales de Guanabacoa, aunque reconocen que los incentivos a los trabajadores también dejan qué desear: “Es que pagan muy poco y no dan nada. Vas al Cementerio de Colón y te dan zapatos, pantalón, de todo. Aquí no”.