"Si quieres un alquiler con agua corriente garantizada, no baja de 20.000 pesos mensuales"

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Entre subidas de precios y pagos en dólares, Maura y su nieta cargan su vida a cuesta cada pocos meses, en Matanzas

La mayoría de los dueños en Matanzas pide ahora el pago de los alquileres en dólares, a pesar de que el salario promedio apenas supera los 6.000 pesos.
La mayoría de los dueños en Matanzas pide ahora el pago de los alquileres en dólares, a pesar de que el salario promedio apenas supera los 6.000 pesos. / 14ymedio
Julio César Contreras

23 de septiembre 2025 - 13:21

Matanzas/Las cajas todavía guardan ropa, y en una esquina se apilan algunos enseres de cocina. La vida de Maura y su nieta cabe en maletas y bolsos, listas siempre para la próxima mudanza. Vivir de alquiler en alquiler significa nunca deshacer del todo los bultos, porque basta que el dueño suba el precio o decida recuperar su vivienda para que la rutina vuelva a convertirse en exilio doméstico. El alza del dólar en el mercado informal ha disparado el precio del techo ajeno.

En apenas seis meses, Maura ha tenido que cambiar de casa dos veces. Este domingo, con 64 años a cuestas, la mujer salió de nuevo a recorrer los barrios de la ciudad de Matanzas en busca de un espacio que cumpla con lo mínimo. “La única manera de hallar algo es así, caminando y preguntando”, dice con resignación. Hace tiempo dejó atrás su casita en el poblado de Carlos Rojas. “Allí no hay futuro para la niña, y ella estudia en la universidad. Mi hija, desde Estados Unidos, es quien paga el alquiler. Pero aun con esa ayuda hemos tenido que buscar algo más barato: apenas nos alcanza para lo elemental”.

En marzo parecía que la suerte le sonreía: consiguió arrendar una casa independiente en Peñas Altas por 15.000 pesos mensuales. Sin embargo, apenas mes y medio después, el propietario apareció con la exigencia de subir la renta a 50 dólares, un poco más de 21.000 pesos al cambio actual. “La casa apenas tenía lo básico y lo peor fue que nos dio diez días para reunir el pago. Si no, teníamos que irnos. Al final recogimos todo de nuevo. Hoy, un lugar similar, con un cuarto, baño, cocina, sala pequeña y algunos electrodomésticos, cuesta el doble”, lamenta.

“Entre mi novia y yo ganamos 12.000 pesos al mes, y eso apenas da para vivir en La Marina”

La situación no es exclusiva. Yordan, que llegó desde Jovellanos para trabajar en una mipyme, conoce bien las reglas de este juego. “Entre mi novia y yo ganamos 12.000 pesos al mes, y eso apenas da para vivir en La Marina”, cuenta. Su alquiler: una casa con techo de zinc, entregada vacía. “Tuvimos que llevar hasta la cama. Ahora la dueña nos pide dos meses por adelantado, pero si encontramos algo antes, nos vamos. Aquello está en candela”, admite.

La pareja ha comprobado, en su búsqueda, que los precios suben de un día para otro. “Hace un mes vimos una casita cerca del pediátrico: pedían 8.000 y ya cuesta 10.000. Sólo tiene un cuarto, una cama y una hornilla eléctrica, pero allí se va poco la luz. Eso la encarece”, explica Yordan. El abasto de agua es otro factor: “Donde estamos hay que almacenarla, porque la ponen cada cuatro o cinco días. Si quieres un alquiler con agua corriente garantizada, no baja de 20.000 pesos mensuales”.

Sin contratos de por medio, los inquilinos quedan a merced de los dueños. La mayoría pide ahora pagos en dólares, a pesar de que el salario promedio apenas supera los 6.000 pesos. “Yo trabajo en Versalles y ni siquiera puedo soñar con vivir allí”, agrega Yordan. “Las casas pequeñas cuestan 100 dólares y las mejor acondicionadas, 150. Además, como es un negocio ilegal, no hay carteles: se consiguen con contactos, casi a escondidas”.

Algunos optan por una solución desesperada: compartir techo con casi desconocidos para repartir gastos

En paralelo, proliferan las estafas. Sandra, estudiante de enfermería, lo sabe por experiencia. “En redes sociales publican alquileres. Cuando les escribes, te dicen que para acceder a un grupo de WhatsApp donde hay muchas ofertas hay que pagar entre 500 y 1.000 pesos. Luego te das cuenta de que es una trampa: publican dos o tres casas a la semana, con teléfonos falsos. Una vez que caí fue suficiente”, asegura.

La joven, que cursa tercer año, busca un cuarto cerca del Hospital Faustino Pérez, harta de las pésimas condiciones de la residencia estudiantil. “Lo máximo que puedo pagar son 10.000 pesos. Pero si lo convierto, eso apenas son 24 dólares. Y con el peso cayendo cada día, todo es más difícil”.

Algunos optan por una solución desesperada: compartir techo con casi desconocidos para repartir gastos. Sandra no descarta hacerlo con una colega de la escuela. “Cualquier cosa –dice– antes que seguir en una litera, devorada por los mosquitos, sin poder bañarme y con hambre”.

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