La terminal de ómnibus de Matanzas cerró y la vida comercial se apagó

Matanzas

Cafeterías y kioscos cercanos al edificio en peligro de derrumbe sobreviven con ventas mínimas y horarios reducidos

El traslado de los servicios a la estación de ferrocarril ha sido un duro golpe para los comerciantes.
El traslado de los servicios a la estación de ferrocarril ha sido un duro golpe para los comerciantes. / 14ymedio
Julio César Contreras

02 de agosto 2025 - 12:30

Matanzas/Desde que cerraron la terminal de ómnibus de Matanzas por peligro de derrumbe, el bullicio en sus alrededores se apagó, arrastrando consigo la economía de quienes dependían de los viajeros. Maricela, de 24 años, solo ha podido trabajar de manera intermitente en una de las cafeterías cercanas al deteriorado edificio y teme que la situación se prolongue meses o años. 

"Tenemos una buena posición, justo frente a donde estaba la lista de espera", dice, señalando la esquina ahora desierta. "Antes la gente se quedaba consumiendo hasta las 8:00 de la noche, pero desde que no entran guaguas, esto se muere a partir de las 2:00 de la tarde", lamenta la matancera.

Inicialmente Maricela trabajaba como dependienta tres días a la semana. Ahora, con menos clientes y ganancias menguadas, su horario se redujo a cubrir los turnos de la otra empleada solo cuando esta falta. "Mi salario era de 1.000 pesos diarios. Trabajaba dos días y descansaba dos, pero ahora apenas pagan 700. La alegría en casa del pobre dura poco", lamenta.

Algunos empleados han visto reducidos sus turnos de trabajo por la baja afluencia de clientes.
Algunos empleados han visto reducidos sus turnos de trabajo por la baja afluencia de clientes. / 14ymedio

El cierre de la terminal también amenaza el sustento de Vladimir, quien logró hace poco un empleo como dependiente en un kiosco próximo a la piquera de taxis. "Tuvimos que suspender la venta de pizzas porque con los apagones no podemos encender el horno. El refresco se calienta enseguida y nadie lo compra", explica. A las seis de la tarde, apenas han vendido 5.000 pesos. 

"En menos de un mes cerraron dos negocios privados aquí al lado. El dueño no podía ni pagar el arrendamiento", añade, preocupado por el aviso que recibió de su jefe: si en los próximos días las ventas no mejoran, cerrarán temporalmente hasta que la terminal reabra. Otros puntos de venta se enfrentan a una situación muy similar.

Pero el pronóstico de las obras es incierto. El inmueble llegó a acumular tal deterioro que su restauración puede tomar bastante tiempo y muchos recursos. Con los vitrales medio rotos, alguna vez coloridos, y un esqueleto de metal –a la manera de las estaciones europeas clásicas– la terminal fue construida en 1883 por la británica Ferrocarriles Unidos. Las décadas sin inversiones hicieron brotar helechos de sus paredes y agrandaron los huecos del techo.

En octubre pasado llegó el anuncio oficial de que los servicios de la terminal de ómnibus se pasarían a la estación de ferrocarril. El traslado no solo ha traído molestias a los pasajeros, sino que también ha sido un duro golpe para los comerciantes, choferes y vendedores ambulantes de la zona.  

"Nuestros principales clientes eran los que viajaban lejos, no los que se mueven dentro de la provincia", dicen los comerciantes.
"Nuestros principales clientes eran los que viajaban lejos, no los que se mueven dentro de la provincia", dicen los comerciantes. / 14ymedio

Eliécer, otro emprendedor del área, enfrenta además la escasez de agua potable. "Alquilo un triciclo y traigo el agua de mi casa en cubetas", cuenta. Su kiosco, que abrió junto al andén de las guaguas atraído por la antigua afluencia de público, ahora se limita a vender confituras y alimentos ligeros preelaborados. 

"Antes abríamos a las cinco de la mañana y aquí mismo preparábamos todo. Hasta pensé en tener el kiosco abierto 24 horas. Invertí en mejorar el techo y estaba listo para comprar una planta eléctrica pequeña. Pero en este país nada es como uno quiere. Ahora cierro a las cinco de la tarde y no pienso hacer más gastos", admite.

Los comerciantes privados cargan con las pérdidas. "Nuestros principales clientes eran los que viajaban lejos, no los que se mueven dentro de la provincia ni los choferes de la piquera", dice Eliécer. "El que venía hasta aquí para viajar quería darse su buchito de café antes de abordar la guagua, llevarse un bocadito para la merienda o comer antes de salir", enumera.

Eliécer cree que cuando reabra la estación muchos de los locales comerciales de la zona ya se habrán hundido del todo. "Cada día que pase cerrada es un negocio que tiene un pie en la tumba", describe.

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