Los nuevos precios de los taxis privados complican el transporte de pasajeros en La Habana

Los transportistas han comenzado una protesta discreta: estancados en la piquera, ante la mirada nerviosa de los inspectores, los vehículos se niegan a salir

Hasta ahora se pagaban 150 pesos por el tramo del Parque de la Fraternidad a Guanabacoa, unos 18 kilómetros. (14ymedio)
Hasta ahora se pagaban 150 pesos por el tramo del Parque de la Fraternidad a Guanabacoa, unos 18 kilómetros. (14ymedio)
Juan Diego Rodríguez

10 de junio 2023 - 18:12

La Habana/Debajo de los balcones destartalados de la calle Dragones, en La Habana, decenas de viajeros intentan negociar con los choferes. Desde la entrada en efecto, este viernes, de los nuevos precios para el transporte privado, ha comenzado una protesta discreta: estancados en la piquera, ante la mirada nerviosa de los inspectores, los vehículos se niegan a salir.

Hasta ahora se pagaban 150 pesos por el tramo del Parque de la Fraternidad a Guanabacoa, unos 18 kilómetros. Sin embargo, la Dirección General de Transporte Provincial impuso una reducción de las tarifas que, en medio de un panorama de desabastecimiento e inflación, los cuentapropistas se tomaron como una afrenta.

"No quieren salir", asegura, frustrado, uno de los pasajeros que regresa a la piquera. "Hasta ahora se cobraban 150 pesos por ir de aquí a La Cuevita, pero eso es relativo: a veces había que desembolsar 200 pesos si uno quería moverse", alega otro de los viajeros.

Vestidos de caluroso azul, los inspectores asisten a la escena. Hay muy poco que puedan hacer. Los nuevos precios fueron estipulados "desde arriba" y ellos –sobre los que recaen las miradas de enojo de los que esperan– no tienen ni la autoridad ni los medios para negociar una salida viable al conflicto.

Entre los choferes hay uno que conoce a alguno de los inspectores y lleva algunos minutos haciéndole señas con sus manos. "Bájate del carro, por favor", le responde el funcionario, que no quiere que lo vean parlamentando con los discretos sublevados. Intercambian un par de frases, pero la crispación es tal que el chofer invita a su conocido a "tomar algo", para salir del campo visual de los otros.

"Mira", contraviene el inspector, "mejor otro día. Nos vemos". Y se esfuma en el grupo de uniformados.

A medida que se acerca el mediodía y la cola no se mueve, el ambiente se empieza a caldear. Los más, calculan si la cantidad de kilómetros a recorrer es proporcional al exiguo desayuno tomado –si es que alguno hubo–. La solución, echar a andar.

Vertiginosos, unos jóvenes en patinetas atraviesan el tumulto y se pierden calle abajo. Entre la desesperación y el calor, alguien se burla: "Por lo menos a ellos no los controla Transporte".

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