Entre apagones y crisis el cine latinoamericano eclipsa a Cuba en su propio festival
Cine
La brasileña 'O agente secreto' y la colombiana 'Un poeta' arrasan con los premios Coral
La Habana/La 46ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana transcurrió bajo el signo más visible de la vida cubana actual: los apagones. Las interrupciones eléctricas obligaron a reprogramar tandas, retrasaron presentaciones y recordaron que, incluso en uno de los eventos culturales más emblemáticos de la Isla, la crisis energética y económica se impone como una presencia ineludible. Las largas colas ante los cines iluminados con el apoyo de plantas eléctricas, los espectadores entrando y saliendo en medio de fallas de corriente y la incertidumbre general marcaron una edición en la que el cine latinoamericano brilló más que la propia ciudad que lo acogía.
Varios asistentes relataron a este diario que, además del proyector roto del Acapulco, tampoco se proyectaron funciones en el cine Yara por el mismo problema, y que en 23 y 12 ni siquiera había corriente. “De los siete cines que debían exhibir películas en ese horario, tres estaban fuera de servicio”, lamentó un espectador. “La gente está muy disgustada con este Festival. Se siente en el aire. Y eso es suponiendo que en el Infanta hayan proyectado la película, porque pasé por allí y solo vi a una persona en el lobby. Muchas películas se han quedado y se van a quedar sin proyectar”. El ambiente de frustración contrastaba con la euforia institucional de la gala de premiación.
Esa crisis que apaga las salas también apaga proyectos, porque el cine cubano llegó al festival con una presencia limitada y con resultados acordes a su estado actual. Entre menciones, premios menores y categorías periféricas, Cuba solo logró sumar un puñado de reconocimientos que contrastan con las épocas en que sus largometrajes competían –y ganaban– en las categorías centrales. La precariedad material, la disminución de fondos estatales, el éxodo de jóvenes talentos, la censura y la falta de circulación internacional han golpeado a una industria que, en otros tiempos, marcaba hitos en el continente.
En ese contexto, uno de los momentos más comentados de la noche fue el Premio Coral de Cartel otorgado a Para vivir. El implacable tiempo de Pablo Milanés, un documental sobre el mítico cantautor dirigido por Fabien Pisani. El galardón fue para el ilustrador cubanoamericano Edel Rodríguez, autor del afiche, pero lo que resonó fue la denuncia que Pisani hizo al iniciarse el festival, ya que su película había sido excluida de la programación oficial sin explicación convincente. Que el cartel del filme censurado terminara premiado pareció, para muchos, un gesto tan irónico como incómodo, una prueba más de las tensiones entre los creadores y las instituciones culturales cubanas.
El resto de los premios obtenidos por artistas locales confirmó la modestia de la cosecha. Raptus, de Ivette Ávila, se llevó el Coral de Animación en cortometraje; Noche Buena, de Dailyn Sucel Lage Barroso, obtuvo el Coral de Guion Inédito; y Mijaín, el documental sobre el legendario luchador cubano, recibió una mención especial del jurado. La coproducción cubano-italiana Sueña ahora fue reconocida en la categoría de corto documental. Son premios valiosos para quienes los reciben, pero insuficientes para revertir la mala racha, ya que la creación audiovisual cubana continúa perdiendo terreno ante una región que avanza a mayor velocidad.
Las grandes ganadoras de la noche no fueron cubanas ni caribeñas, sino obras que ya habían brillado en festivales de mayor prestigio. Un poeta, del colombiano Simón Mesa, se llevó el Coral de Largometraje de Ficción, el Don Quijote, el SIGNIS y el premio de actuación masculina para Ubeimar Ríos. Era una favorita indiscutible desde su paso por Cannes, donde obtuvo un reconocimiento en Un Certain Regard, y tras sus premios en San Sebastián y en los Horizontes Latinos. Su triunfo en La Habana solo confirmó su trayectoria ascendente y el momento de esplendor que vive el cine colombiano.
Cuba observa desde el borde, tratando de sostener una tradición que no consigue acompañar el ritmo del continente
Brasil, por su parte, dominó el resto del panorama con O agente secreto, la nueva obra de Kleber Mendonça Filho, que acumuló algunos de los principales premios, incluyendo Dirección, Guion, Dirección Artística, Música Original y Edición. El filme, que mezcla thriller político y memoria histórica, llegó a La Habana con un sólido recorrido internacional y acabó por imponerse como la producción más completa de la competencia. Brasil extendió su racha ganadora con Coração das trevas en largometraje de animación, Safo como premio especial del jurado y A natureza das coisas invisíveis en Ópera Prima, además del documental Sukande Kasáká, que obtuvo el Coral correspondiente a su categoría.
El resto del palmarés reflejó la diversidad del continente. Chile destacó con Cuerpo celeste, que recibió el Premio Especial del Jurado en ficción, así como los Corales de Fotografía y Actuación Femenina para Helen Mrugalski. También celebró el Coral de Ópera Prima con La misteriosa mirada del flamenco, de Diego Céspedes. México obtuvo el Fipresci por En el camino, de David Pablos, y el Coral de cortometraje de ficción con Domingo familiar, mientras que Argentina sumó el largometraje documental con El príncipe de Nanawa, el Coral de Sonido por Belén y el Coral de Otros Territorios por Croma, de Manuel Abramovich.
Entre apagones, crisis y ausencias notables, el evento dejó claro que el cine latinoamericano avanza con vigor mientras Cuba observa desde el borde, tratando de sostener una tradición que no consigue acompañar el ritmo del continente. ¿Hasta cuándo podrá seguir haciéndolo? Esa pregunta, más que los propios premios, es la que flotó sobre el Chaplin al cerrar la noche.