Celdrán se interpreta a sí mismo

Carlos Celdrán durante su conversatorio en la Consejería Cultural de la Embajada de España en La Habana. (14ymedio)
Carlos Celdrán durante su conversatorio en la Consejería Cultural de la Embajada de España en La Habana. (14ymedio)
Luz Escobar

31 de enero 2016 - 13:55

La Habana/“Nunca me preocupó estar de moda”, dijo con determinación Carlos Celdrán frente al público reunido el pasado jueves en la Consejería Cultural de la Embajada de España en La Habana. El director de Argos Teatro, galardonado con el Premio Nacional de Teatro de este año, tiene en la mirada esa determinación de quien ha enfrentado mil batallas y sabe que le quedan otras tantas.

Desde hace algunos días, el rostro de este hombre que apuesta por un “teatro trasparente” se ha vuelto común en algunos medios informativos que hasta hace poco no le hacían caso. En medio de ese merecido protagonismo, la sede diplomática española organizó una conversación entre el dramaturgo y Omar Valiño, director de la Casa Editorial Tablas Alarcos.

Desde hace algunos días, el rostro de este hombre que apuesta por un “teatro trasparente” se ha vuelto común en algunos medios informativos que hasta hace poco no le hacían caso

Durante hora y media Celdrán dejó clara su “obsesión de buscar cierta dosis de verdad en el teatro”. El director de puestas emblemáticas del teatro cubano como El alma buena de Se-Chuan o Mecánica comentó ante el público reunido en el lugar que la experiencia de llevar una obra a escena viene a ser para él como “un viaje”.

La mención sobre su paso por el grupo de Teatro Buendía no podía faltar entre los recuerdos del artista que lo ubica en los momentos más trascendentales de su vida. En un lugar especial de su agradecimiento, colocó también a Eugenio Barba, el prestigioso director que le insufló parte de “su poética, su sabiduría, su teatro”.

El dramaturgo rememoró también que al llegar por primera vez a la actual sede de su compañía en la esquina de 20 de Mayo y la calle Ayestarán, en La Habana, tuvo la impresión de un espacio “muy aficionado”. Sin embargo, con el tiempo, dice haber encontrado en la escenografía realista la solución para la pequeñez del local.

En esa esquina de la poblada barriada del Cerro, el inquieto director ha sentido el deber y la necesidad de abrirse más a “la sociedad, de encontrar historias” para llegar a “una platea diversa, heterogénea, con todos los niveles culturales, todos los estratos sociales”.

En sus puestas en escena muchos personajes salen de lo más lóbrego de la sociedad cubana actual. “Los marginales eran las únicas personas que podían tener verdad dentro del escenario” explica. En ellos “podía encontrar verdad y que no se hundiera la mano”.

En Argos Teatro no deben entrar “los miedos, las máscaras y los fantasmas de afuera” sentencia Celdrán, porque pueden “matar lo que se ha logrado”

Irreverente y atemporal, Celdrán aclara que nunca le preocupó “estar de moda ni a la vanguardia”. Eso sí, procurado que que los actores encuentren la experiencia de lo real “a través del diálogo”. Porque “donde la gente dice lo que piensa” y puede “descuartizar la realidad sin miedos” afloran maravillas. En el público asentían actores como Verónica Díaz o Caleb Casas, que han trabajado en varias ocasiones con el laureado director.

En Argos Teatro no deben entrar “los miedos, las máscaras y los fantasmas de afuera” sentencia Celdrán, porque pueden “matar lo que se ha logrado”. Debe existir “una regla donde la gente pueda hablar de todo, de sexualidad, de política, de problemas sociales, psicológicos” porque “eso es lo que hace que un actor llegue a estar bien”.

Celdrán se interpretó a sí mismo este jueves con toda la crudeza y el realismo con los que ha mostrado las partes más oscuras de la Cuba de hoy.

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