Muere a los 93 años el escritor y traductor alemán Hans Magnus Enzensberger

Vivió una temporada en Cuba en 1968, justo cuando el entusiasmo internacional por la Revolución casi no tenía fisuras

El escritor Hans Magnus Enzensberger, en una foto de 2010. (EFE/Montserrat T. Diez)
El escritor Hans Magnus Enzensberger, en una foto de 2010. (EFE/Montserrat T. Diez)
EFE/14ymedio

25 de noviembre 2022 - 22:14

Berlín/Madrid/El escritor alemán Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, 1929) ha muerto a los 93 años dejando como legado una de las obras más prolíficas y polifacéticas de la literatura alemana que abarca la poesía, la crítica literaria, el ensayo político, la narración histórica y el reportaje periodístico.

Su obra como traductor, poeta, crítico y ensayista –que le valió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades y el Premio Georg Büchner, entre otros–, es casi inabarcable. Además, Enzensberger tuvo un trabajo importante como editor con su participación en el nacimiento de la legendaria colección Die andere Bibliotek (La otra biblioteca).

En el mundo de lengua española, Enzensberger es conocido entre otras cosas por El corto verano de la anarquía, trabajo en el que aborda la figura del anarquista español Buenaventura Durruti, así como por sus trabajos sobre poetas hispanoamericanos como el peruano César Vallejo, a quien tradujo al alemán.

Incluso, asistió al Congreso Cultural de La Habana, igual que medio millar de escritores e intelectuales de todos los países

Tras doctorarse con una tesis sobre el poeta romántico Clemens Brentano en 1955, Enzensberger trabajó en emisoras de radio y en editoriales y, desde muy temprano, impulsó debates tanto políticos como literarios. Fue él quien, en un artículo sobre Nelly Sachs, recuperó y cuestionó la idea de Theodor W. Adorno según la cual escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie.

En 1968, siendo profesor invitado en la Universidad de Wesleyan, abandonó su cátedra como protesta por la política exterior de Washington y, contundentemente, se marchó a Cuba.

Allí, como él mismo recopiló en su libro Tumulto, escrito a sus 86 años, vivió una temporada, justo cuando el entusiasmo internacional por la Revolución castrista casi no tenía fisuras. Incluso, asistió al Congreso Cultural de La Habana, igual que medio millar de escritores e intelectuales de todos los países, entre ellos el español Jorge Semprún, el argentino Julio Cortázar, el italiano Giacomo Feltrinelli, el británico John Berger o la estadounidense Susan Sontag.

También participó, cortando caña, en la zafra de 1969, aunque, por lo demás, como todos los extranjeros en los que el régimen veía una extraordinaria vía de propaganda, se hospedó en los mejores hoteles y disfrutó de atenciones inalcanzables para el resto de la población.

Tras un comienzo claramente de izquierdas, tuvo un giro hacia el centro y también hacia cierto escepticismo melancólico ante las grandes utopías que se refleja en su libro de poemas Mausoleum (1994).

De ese libro es revelador un poema dedicado al anarquista ruso Mijail Bakunin: "Porque, en una palabra, eres inútil. Porque no sirves para icono ni para redentor, burócrata o padre de la iglesia, ni para policía de izquierda o de derecha, Bakunin, vuelve, vuelve."

Como ensayista, abordó temas diversos que van desde la crítica literaria –como en sus trabajos sobre poesía– hasta la reflexión política, como en La gran migración o en Perspectivas de guerra civil, pasando por la crítica de los medios de comunicación o intentos de aproximación a la ciencia.

Una de las líneas maestras de la obra de madurez de Enzensberger fue la idea de que a la literatura y a la poesía nada les debía ser ajeno

Entre su legado hay una antología clásica, Museo de la poesía moderna (1960) –que él se negaba a calificar de su antología– en la que se ofrece un panorama de la lírica universal entre 1912 y 1945, con poemas en versión original y en traducción al alemán.

Una de las líneas maestras de la obra de madurez de Enzensberger fue la idea de que a la literatura y a la poesía nada les debía ser ajeno.

Esa idea la desarrolla en varios ensayos, algunos recogidos en su libro Los elixires de la ciencia, en los que propone una recuperación de las relaciones entre ciencia y poesía que, según él, se perdieron a partir del siglo XIX con el surgimiento de la doctrina del arte por el arte.

Aunque reconoce que, así como en la mayor parte de los lugares del mundo todos somos extranjeros, todos somos ignorantes en la mayor parte de las áreas del conocimiento, pero una cosa es reconocer esa situación "y otra sentirse orgulloso de ella".

"El experto en Shakespeare que nunca ha leído una página de Darwin, el pintor al que se le nubla la vista con sólo oír hablar de números complejos, el psicoanalista que no sabe nada de las investigaciones del entomólogo y el poeta que no puede oír a un neurólogo sin dormirse, son figuras involuntariamente cómicas, no lejanas a la estupidez voluntaria", escribe.

Su gusto por las matemáticas como una de las formas de felicidad lo llevó también a escribir un libro, El diablo de los números, una especie de introducción a la teoría de números al alcance de los niños.

De los últimos años cabe destacar, además de Tumulto, Mis fracasos preferidos, un resumen de las cosas que quiso hacer y en las que fracasó, como si no tuviera suficiente con lo que ha hecho, y 99 artistas de la supervivencia. Viñeta literarias del siglo XX.

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