Salsa versus reggaetón

Promoción de un grupo de reggaetón. (14ymedio)
Promoción de un grupo de reggaetón. (14ymedio)
Orlando Palma

04 de julio 2014 - 07:30

La Habana/Es una guerra estridente. Los dos géneros musicales más presentes en el país, la salsa y el reggaetón, se pelean el favor del público. Mientras los salseros acusan a sus contrincantes de facilismo, estos conquistan espacios en cabarets, centros nocturnos y fiestas privadas. En esa lucha por las bocinas, todo se vale y el ganador se lleva a un público que baila, consume sus discos y le pide la próxima canción.

Me fui en busca del campo de batalla donde se desarrolla esta contienda, sin tener idea de lo fuerte que podía llegar a ser la confrontación. Bajo las luces de las discotecas y en los espacios abiertos, la rivalidad se percibe desde la primera mirada.

"El poder de decidir lo que se escucha lo tiene el dueño del equipo de música", me dice el trompetista de una conocida agrupación salsera. Ante mi asombro pasa a detallar las atribuciones que se adjudica aquel que lleve a los espectáculos los altavoces y otros artefactos de sonido.

"El propietario de los equipos es quien pone la música antes y después del concierto", explica este intérprete y compositor, cuyo trabajo musical se inclina más a la salsa y el son. "Así es como más se difunde el reggaetón", apunta con incomodidad. "No importa si el grupo que se presenta se dedica a la guaracha o a la música fusión, el público tendrá que escuchar reggaetón al principio y al final del concierto", concluye.

Muchas agrupaciones dependen del alquiler de estos aparatos de audio, pues no cuentan con los suyos propios. Están a merced entonces del gusto musical de "los técnicos". Varias orquestas de música bailable han recibido abucheos y gritos cuando les ha tocado el turno de presentarse después de una sesión de música grabada elegida por los propietarios de las bocinas.

Hace unos días el salsero Wil Campa, conocido por su interpretación de Qué me quiten lo bailao, aseguraba en los medios nacionales: "No tengo nada en contra del reggaetón, pero la música bailable se está perdiendo en Cuba, ya no se escucha". Los jóvenes cantantes prefieren incursionar en el terreno del reggaetón, porque les permite presentarse con mayor frecuencia y además reporta mejores dividendos.

Las letras de sus canciones han generado numerosas polémicas y críticas desde el sector intelectual oficial

Dos conocidas figuras de la escena reggaetonera, Yakarta y El Chacal, se han convertido en ídolos de la juventud que los sigue y tararea sus canciones. A pesar de su ausencia en los medios masivos de difusión, su música tiene millones de seguidores en toda la Isla. Las letras de sus canciones han generado numerosas polémicas y críticas desde el sector intelectual oficial, que las considera vulgares y volcadas hacia al consumismo. El escándalo provocado por el tema El Chupi Chupi, en la voz de Osmani García, calentó la discusión y provocó una razzia anti-reggaetón en la televisión y la radio nacionales. Pero otra cosa bien distinta ocurre cuando la gente puede decidir qué escuchar.

Los vendedores de música saben que los salseros están perdiendo el pulso. "Lo que más salida tiene son los combos con videoclips de reggaetón", cuenta Alejandro Michel, que se dedica a ofrecer su mercancía en las cafeterías de Marianao. "La salsa se vende, pero ya no tanto", explica este cuentapropista. Prefiere "quemar discos" de las nuevas agrupaciones que incluyen en su coreografía los pasos del "perreo", ese estilo de baile de movimientos lascivos y pélvicos, muy popular entre los cubanos.

En los centros recreativos donde van más turistas que nacionales, el panorama es bien distinto. Ahí la salsa sigue teniendo supremacía, al igual que el son o la vieja trova, pues es lo que más pide el público extranjero. "Quieren aprender a bailar casino y eso hay que hacerlo con música de verdad, no con esa cosa del reggaetón", señala Mijaíl González, que trabaja en una conocida academia privada donde enseñan bailes cubanos, en la cercanía del Malecón habanero.

No obstante, los más tradicionales salseros y soneros se han visto empujados a agregar nuevos ritmos en sus discos. Cantar con un reggaetonero o incluir un tema cercano a este género se va volviendo común en la escena de la música bailable. Hasta el punto de que, en sus nuevas producciones, algunos usan como gancho comercial un guiño al gusto de los más jóvenes.

Por el momento, el reggaetón se impone en ventas de discos en el mercado informal, en los reproductores de audio de la mayoría de los taxis colectivos y en las fiestas organizadas por los menores de cuarenta años. Es la melodía de nuestra realidad y el acompañamiento sonoro de buena parte de nuestros días. Sin embargo, los salseros no se dan por vencidos.

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