Pistoletto convierte la prensa en pura “bola”

Luz Escobar

02 de diciembre 2016 - 09:45

La Habana/Empujando una enorme bola cubierta con periódicos nacionales, Michelangelo Pistoletto inauguró su exposición en La Habana, pero la noticia de la muerte de Fidel Castro, unas horas después, impidió que los medios se hiciera eco del perfomance. Era viernes y decenas de personas aguardaban por el artista italiano a las afueras del Edificio de Arte Universal del Museo de Bellas Artes.

Tras más de una hora de espera, apareció el creador con una redonda mole de prensa oficial que partió en dos la multitud, metáfora de un mundo donde la información a veces discurre con acierto y otras aplasta sin compasión. Algunos lo siguieron en su Walking sculpture, pero otros se quedaron frente a la puerta a ver desde la distancia a ese "loco" de la bola rodante.

Durante poco más de 15 minutos, en el Parque Central y a pocos metros de la escultura de José Martí, los curiosos juguetearon con la esfera que el artista definió como "el autorretrato de los cubanos". Sobre ella tocaron rumba, subieron niños y hasta fue elevada en brazos como el trofeo de una competencia. A su regreso al museo quedó encerrada dentro de una estructura de hierro. ¿Un guiño a la idea de una prensa bajo custodia? ¿A un periodismo censurado?

Con Pistoletto todo es posible. No en balde se trata de uno de los principales exponentes del Arte Povera, una tendencia que utiliza materiales humildes y pobres, que estén al alcance de cualquiera, como cartón, botellas y metales desechados. Representa la manera particular de decir que el arte se ubica en cualquier sitio y que todo individuo puede transformarse en un creador.

Nadie podía imaginar que pocas horas después de aquella sugerente inauguración el Gobierno decretaría un duelo nacional

Nadie podía imaginar que pocas horas después de aquella sugerente inauguración el Gobierno decretaría un duelo nacional y hasta el muy anunciado concierto del tenor Plácido Domingo quedaría cancelado. Pistoletto, siempre en el ojo del huracán, recordó que una de sus muestras anteriores coincidió con el anuncio del restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Pero aquel viernes en la tarde, cuando todavía la realidad no se había fracturado, el director del museo Jorge Fernández agradeció que se materializara el "viejo sueño" de tener a Pistoletto en la sala después de los "dos magníficos performances que desarrolló" en la duodécima bienal de La Habana.

Emocionado, el artista italiano describió a la Isla como su "país de futuro", donde sus sueños "se deben realizar". Sobre las tres esferas juntas, dos pequeñas y una mayor, que se repiten en muchas de sus piezas, aseguró que se trataba de un "símbolo de la paz, del equilibrio y de la vida que permitirá un mundo mejor".

Pistoletto habló también de su obsesión con los espejos y evocó el comienzo de su carrera en los años cincuenta, cuando para hacer un autorretrato necesitó una de esas superficies con azogue. "Ahora el espejo se ha convertido en parte de mi trabajo", explicó el artista, que convocó a los cubanos a formar parte de los cuadros en esta "exposición participativa". Y agregó: "Todos juntos debemos cambiar el mundo".

La pieza rodante de Pistoletto, con sus periódicos pegados por todos lados, seguía encerrada en su cárcel de hierro cuando la televisión nacional transmitió la noticia del fallecimiento de Castro. Fue como una mole de rumores, titulares, pésames y condolencias que recorría el país: una bola imparable que crecía por minutos. La exposición está abierta al público hasta el 13 de marzo.

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