Rescatan la obra de Ernesto Briel, amigo de Reinaldo Arenas y pintor maldito del exilio cubano

Pionero del arte óptico en Cuba y "sobreviviente" del Mariel, murió en Nueva York en 1992

A 80 años de su nacimiento en Guanabacoa y a 30 de su deceso en EE UU, enfermo de sida, estudiosos de la Isla y el exilio vuelven a interesarse por Briel. (Juan Carlos Maldonado Collection)
A 80 años de su nacimiento en Guanabacoa y a 30 de su deceso en EE UU, enfermo de sida, estudiosos de la Isla y el exilio vuelven a interesarse por Briel. (Juan Carlos Maldonado Collection)
Xavier Carbonell

18 de marzo 2023 - 14:04

Salamanca/El pintor Ernesto Briel (1943-1992), pionero del arte óptico en Cuba, escapó de su país en una lancha durante el éxodo del Mariel, en 1980. Integrante de una generación "destruida por el régimen comunista", según Reinaldo Arenas, pero inmensamente creativa, Briel dejó una impronta notable en las galerías de Nueva York, ciudad donde trabajó hasta su muerte.

A 80 años de su nacimiento en Guanabacoa y a 30 de su deceso en EE UU, enfermo de sida, estudiosos de la Isla y el exilio vuelven a interesarse por Briel en busca de una revalorización de su legado. La reciente publicación de The Rest is Silence (Fundación Mariano Rodríguez), una antología al cuidado de los editores Beatriz Gago y Francisco Arévalo, es un importante paso para recobrar la memoria del artista.

Briel fue, según Samuel Feijóo, el pintor "más puro" del arte óptico en Cuba, asegura a 14ymedio el coleccionista Gustavo Valdés, especialista en su obra y uno de los autores del libro. Durante los años sesenta, varios creadores habían incursionado en la abstracción geométrica, como los integrantes del Grupo Concreto –activos de 1958 a 1961– o Armando Morales, que exploró junto a Briel el op-art, pero que, a diferencia de este, incluía textos en sus cuadros.

"La abstracción se trató de 'castigar' en Cuba", recuerda Valdés, "para favorecer lo referencial o figurativo, al estilo del realismo socialista". Esto generó, entre los pintores abstractos como Briel, una personalidad en cierta medida "disidente y contestataria", pues "sobrevivieron" al panfleto y la propaganda plástica del régimen.

Desde luego, Briel pagó cara esa resistencia también en su faceta como miembro del Teatro Guiñol, en La Habana. "Fue atacado directamente por las entidades gubernamentales a cargo de la cultura" durante los sesenta, explica el coleccionista, residente en Estados Unidos. "Contra aquel intento de eliminar a la troupe del Guiñol, Briel encabezó un litigio legal que devolvió al teatro a un grupo de sus actores y personal técnico que habían sido despedidos por no ser 'dignos representantes del modelo del hombre nuevo'", afirma.

Tras años de tensión, Briel se fue de Cuba en 1980 y llegó a Estados Unidos en plena efervescencia de un nuevo tipo de abstraccionismo geométrico. "En Nueva York", expone Valdés, "se encuentra con la obra de Frank Stella, de Leon Polk Smith, de Ellsworth Kelly, pero en especial de los cubanos Waldo Díaz Balart y Carmen Herrera, con quienes establece una cercana amistad".

La cercanía de la muerte, tras 12 años de trabajo en el exilio, tuvo un correlato en su obra, que se tornó "más sobria y solemne"

La obra de Briel en Estados Unidos también puede interpretarse como una "oda a la majestuosidad geométrica" de Nueva York, opina el coleccionista. En determinado momento, su pintura adopta colores y tonos metálicos, texturas y formas similares a los de los edificios, que reflejan su "compromiso" con su nuevo entorno.

La cercanía de la muerte, tras 12 años de trabajo en el exilio, tuvo un correlato en su obra, que se tornó "más sobria y solemne", con "títulos que evidencian su preocupación por lo espiritual y lo místico", valora.

"Personalmente impactado y afectado por el sida, Briel expuso en muestras colectivas que expresaban la insatisfacción y descontento de los círculos intelectuales más progresistas y la comunidad gay con la inacción del Gobierno de turno en EE UU y la intolerancia de la Iglesia católica ante la crisis que supuso la epidemia del sida".

Aunque hay varias obras suyas en Cuba, Briel ha tenido que esperar más de 30 años para que los críticos de la Isla vuelvan a comentar su trabajo esquivando la censura. Valdés señala que las instituciones oficiales, incluyendo al Museo Nacional de Bellas Artes, intentan discretamente recuperar las creaciones de artistas como Roberto Estopiñán, Carmen Herrera o Hugo Consuegra e incluso Briel, "condenados al ostracismo y la invisibilidad" en cuanto abandonaron la Isla.

Sin embargo, a pesar del valor del arte como "agente reconciliador", muchos prefieren que sus obras vuelvan a exponerse solo cuando llegue la democracia a Cuba. Se lo dijo la propia Herrera a Valdés, que la entrevistó en 1992 sobre la posibilidad de exhibir sus cuadros en La Habana: "Su respuesta fue clara y firme: 'En una Cuba democrática, con mucho gusto'", evoca.

Otra faceta que es necesario rescatar, señala Valdés, es la de Briel como persona y hombre de cultura. "Informado, afable, gentil", lo describe, inmerso en la vida neoyorquina junto a su pareja, el también pintor Jesús Cepp Selgas. El artista fue, además, vecino de Reinaldo Arenas –vivían en la misma cuadra del Midtown de Nueva York, dice Valdés– y muy amigo del cineasta Néstor Almendros.

"En sus 12 años de vida y creación en Nueva York, Ernesto Briel valoró y disfrutó de la libertad personal y creativa que le devolvió su condición de exiliado. Y por esa recién ganada libertad, pudo crear un sólido cuerpo de obras", resume Valdés.

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