Literatura
Entre dos mundos
Miniaturas
Salamanca/¿Quién dibujó el chino de la charada? El enigma lleva días desvelándome y ya es hora de hacer pública mi desesperación. Encuentro al chino en viejos cartones de lotería, en periódicos republicanos, en ediciones críticas, en panfletos de ocultismo. Lo citaba mi abuela, lo glosaba mi abuelo, no hay mejor mecanismo para memorizar un número de teléfono o una dirección, pero quién lo dibujó por primera vez.
“El que ejecute actividades como banquero, colector, apuntador o promotor de juegos ilícitos es sancionado con privación de libertad de uno a tres años o multa de trescientas a mil cuotas, o ambas”, dice el Código Penal, pero el chino de la charada se ríe de ese tipo de cosas. “Los bancos de bolita están cada tres casas”, me dice el primo de un sobrino de algún pariente anónimo. Duermo tranquilo. El azar –condensado en ese misterioso diagrama– sigue rigiendo el país.
No hay cubano que no haya visto alguna vez esa figura pretendidamente asiática, pero que podría ser un criollo disfrazado con chaquetón, un actor del teatro Shanghái. Todo es inquietante en el chino, del que emergen, o sobre cuya piel van tatuados, 36 emblemas. Son los bichos: el 1 es caballo, el 2 mariposa, el 3 marinero, el 4 gato, y así hasta el 36, que significa cachimba. Algunos dicen que hay solo 27 bichos y los demás son interpretaciones, signos auxiliares. Con el tiempo la secuencia original se completó hasta el 100 –Dios o el inodoro–, pero esto es cháchara para no iniciados.
Por increíble que parezca, todos los símbolos caben en la ropa, las manos, tobillos, cabeza y lengua del chino de la charada
Por increíble que parezca, todos los símbolos caben en la ropa, las manos, tobillos, cabeza y lengua del chino de la charada. Animales feos, como el ratón (29) y la anguila (26) van tatuados en sus pies. El gato le sale de la boca (¿le comió la lengua?) y tiene a la monja (5) posada en su hombro derecho, aunque no parece dispuesta a aconsejarlo. En el corazón, una puta (12) con escote belicoso, que las cartillas de los años 50 denominaban ramera y otras listas ¡mujer santa!
Se arman curiosas simetrías sobre el dibujo: la muerte está en un brazo y el majá en el otro. Los animales que tratan de subir al hombro derecho son lentos y positivos –el elefante, la tortuga, el caracol–, mientras que los que trepan por el izquierdo son veloces y negativos: la tiñosa, el mono y la araña. Yin y yang de la fortuna criolla.
De la portañuela del chino sale gozosamente un camarón. No se sabe qué hierba fuma en su cachimba –en Cuba el tabaco es el opio del pueblo–, ni qué clase de pez le muerde las uñas, que lleva largas y agresivas como las de Fidel Castro, gemelo de Fu Manchú. La expresión general del chino, como si lanzara un alarido o le doliera algo, es lo más intimidatorio de la figura.
En los viejos listados, a cada bicho le correspondía un nombre supuestamente en chino y otro en chino aplatanado. Gallo, por ejemplo, se dice Kai en cantonés y Jasán en chino criollo. Se forma toda una jerga –Foncuna, Chinfiú, Yan-yin, Ho-sek, Si, Lo, Yit, Luk– que podría designar a los enanitos de Blancanieves, si Blancanieves fuera una princesa pekinesa.
He dado con toda clase de variantes del dibujo. En algunas el trazo es habilidoso, en otras tosco. Varias –sobre todo las antiguas– conservan caracteres chinos junto al número. Las más modernas solo tienen la cifra y el bicho, pero la mirada desconcertante del chino, a la que no le corresponde ningún número (quizás es la coordenada cero, el punto de partida místico), se respeta en todas las representaciones. Hay incluso una generada por computadora, muy chea, aunque en cierto modo toda la charada lo es.
A imitación de los comunistas chinos –que quisieron borrar la lotería y ahora experimenta un gran resurgimiento–, Castro prohibió la bolita. Su mística prevaleció
La arremetida del poder contra el juego ha sido histórica en Cuba. Un exaltado cronista social lo calificó de “aritmopatología”, pues los cubanos se lo habían contagiado a los brasileños, mexicanos y puertorriqueños. A imitación de los comunistas chinos –que quisieron borrar la lotería y ahora experimenta un gran resurgimiento–, Castro prohibió la bolita. Su mística prevaleció. Hay alusiones y experimentos con la charada (de muy disímil calidad) en las novelas de Severo Sarduy, Cabrera Infante y Zoé Valdés. Uno de los significados que parece tener la palabra china para charada, Chi-fa, es anagrama de la flor, una expresión que no puede ser más poética.
Como la imagen podía traducirse a la cifra, y viceversa, la charada sirvió para plantear enigmas y –con más frecuencia– cuentos de relajo. Solo un viejo o un experto sabría decir qué significa “pelotero que no ve la bola” o “gato que camina por los tejados sin romper las tejas”. La charada es también una adivinanza en la que alguien dice una letra o sílaba y el otro la completa, que es justo como un masón le revela a otro su palabra secreta.
La santería ha puesto lo suyo (San Lázaro es el 17, sus muletas el 77, Santa Bárbara el 4, la Caridad el 8), pero ya es demasiado para explicar algo que ni yo mismo entiendo.
Pero el chino, ¿quién dibujó primero al chino de la charada?, ¿quién le asignó un número a cada jeroglífico?, ¿quién fijó para siempre a los bichos, los compañeros, los peones, los parlés, los versos? También el chino se burla de mi pregunta, como se ríe del Código Penal, de la moral, de la razón cartesiana y de la cosa pública.
También te puede interesar
Lo último