Fidel Castro y Ernesto Guevara: la inevitable colisión

Ernesto 'Che' Guevara y Fidel Castro. (Archivo)
Ernesto "Che" Guevara y Fidel Castro. (Archivo)
José Gabriel Barrenechea

14 de diciembre 2014 - 07:11

La Habana/Lo primero que le recomiendo del libro Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), es que se salte el prólogo de María del Carmen Ariet García. A menos, claro, de que sea usted uno de esos jóvenes bendecidos por la suerte, quienes gracias a su medio y educación nunca han debido sufrir la retórica izquierdizante. Como experiencia les será a estos muy loable, ya que aquí podrán encontrar muchos de los lugares comunes de dicha retórica y adivinar algunos de los tabúes del pensamiento de izquierda.

El libro reúne nueve discursos y seis textos de Guevara, además del acta casi completa de una reunión bimestral del Ministerio de Industrias. Esta última, por cierto, les aclarará por qué el referido Ministerio andaba patas arriba: su plana mayor se dedicaba, más que a analizar aspectos concretos de su actividad productiva, a escuchar por horas al ministro divagar sobre cuestiones teóricas de la construcción del socialismo.

De los discursos les recomiendo "Sobre la construcción del Partido", del 24 de marzo de 1963, en el que nos asomamos al proceso de constitución del Partido en una unidad industrial específica: la fábrica textil de Ariguanabo. Los resultados inesperados de ese proceso, por ejemplo, la relegación de la mujer, o hasta el choteo a que eran sometidos por el cubano de a pie los altísimos estándares que se exigían de un miembro del Partido. Al punto de convertirlo es una especie novedosa de asceta: el revolucionario.

Los escritos sí deberá leerlos todos, ya que en ellos se recoge lo esencial del pensamiento guevariano. Por ejemplo, la visión piramidal que el Che tenía de la sociedad socialista, en "El cuadro, columna vertebral de la Revolución". La cual le venía tanto de la teoría de las élites vanguardistas de Lenin, como de otra paradójica fuente. Lo comprenderemos en "Algunas reflexiones sobre la transición socialista", un fragmento de una de las tantas cartas que Guevara le hiciera llegar a Fidel Castro antes o después de su partida hacia otras tierras del mundo. Resulta que, como también se advertirá en la lectura del acta, el excesivo centralismo de su sistema presupuestado tenía su principal fuente en su admiración por las formas administrativas, y los consiguientes logros, productivos y técnicos, de las grandes empresas monopolistas norteamericanas.

Ernesto Guevara era un hombre sumamente peligroso para cualquier poder establecido

Algo más se desprende de la lectura del mencionado fragmento epistolar: Ernesto Guevara era un hombre sumamente peligroso para cualquier poder establecido. Por su inquietud y potencia mental, y por su desmesurado sentido de la dignidad, a la larga hubiese terminado por enfrentarse a un Fidel Castro mucho más preocupado por las razones de Estado que por la verdad. Pero en el momento de la salida del Che de Cuba, esa ruptura todavía estaba lejos de darse. Otra explicación no tiene el que Fidel Castro adoptara poco después, en ese mismo año de 1965, todo el sistema de organización de la economía y el Estado guevarianos. Lea "Contra el burocratismo", por ejemplo, y luego los famosos editoriales en los que Granma pronto atacaría a esta "lacra social", y saltará a la vista que estos últimos no son más que una exacta transcripción del texto de Guevara.

Gústenos o no, lo cierto es que entre los dos hombres parece haber existido una profunda, más que amistad, sinergia. Sobran las pruebas de que ya barranca abajo en su temprano endiosamiento, Fidel Castro solo bajaba el pendón ante la réplica del Che. En 1964 solo él se atrevía a ignorar al Comandante en Jefe en un discurso, y solo él salía indemne de tal atrevimiento. Así, en "Una actitud nueva frente al trabajo", discurso de ese año precisamente, se permite demostrar cierto fastidio cuando el público le responde "Fidel" a su pregunta de quién merecía con más derecho ostentar el certificado por un determinado mérito revolucionario. Consideremos que incluso un Raúl Castro, ante una situación semejante, no habría dejado de dedicar al menos unos minutos a exaltar las virtudes del Jefe, antes de atreverse a retomar el hilo de su discurso.

En sus búsquedas teóricas Guevara llegaría a posiciones peligrosamente cercanas a las del pensamiento más liberal

Pero repetimos, de haber continuado en Cuba, tarde o temprano el compromiso con la verdad de Ernesto Guevara habría provocado la colisión frontal entre ambos gigantes. Pongamos un ejemplo. Contrario a todos sus panegiristas posteriores, Guevara sabía que tal cosa como un pensamiento económico suyo no existía. Para estructurarlo, por ejemplo, habría necesitado de una teoría del valor para el sistema socialista, que él bien sabía faltaba. Y en sus búsquedas de ella llegaría a posiciones más que "revisionistas", peligrosamente cercanas a las del pensamiento más liberal.

Si de hecho todo el pensamiento socialista de raigambre marxista ha subestimado, desacreditado la labor del empresario, escuchemos lo que en la página 230 de este libro nos dice el Che: "Un cuadro técnico bien situado puede hacer muchísimo más que todos los obreros de una fábrica y un cuadro de dirección colocado en una fábrica puede cambiar totalmente las características de ella, ya sea en uno y otro sentido". De ahí a Schumpeter, ciertamente, no hay más que un paso.

En fin, un libro peligroso este, que nos asoma al pensamiento todavía en elaboración de un hombre muy complejo, dotado de una inteligencia superior e incapaz para los ocultamientos premeditados de la verdad. Un libro en consecuencia inquietante para el poder, pero que por fortuna los militantes compran para no leer jamás.

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