Muere el cineasta cubano Manuel Marzel, figura rupturista de los años 90
Obituario
Entendía el cine como territorio de libertad, zona de riesgo y trinchera contra la norma
Madrid/El cineasta cubano Manuel Marzel, una de las voces más radicales y experimentales del audiovisual de la Isla en los años 90, falleció este martes en Valencia, España, a causa de un infarto, según confirmó el realizador José Luis Aparicio. “Estamos todos en shock y devastados”, expresó el joven director. La noticia fue compartida en redes sociales por varias figuras del cine cubano, que lamentaron la pérdida de un autor que marcó una ruptura definitiva con la estética y los discursos del cine oficial.
Marzel, nacido en Santiago de Cuba en 1967, se formó en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (Eictv) y trabajó brevemente en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic). Muy pronto, sin embargo, se apartó de las estructuras institucionales para desarrollar un cine profundamente personal, influido por el dadaísmo, las vanguardias históricas del siglo XX y el arte conceptual.
A través de un lenguaje visual fragmentario, irónico y deliberadamente provocador, Marzel se enfrentó a los modelos narrativos dominantes
Su obra se caracterizó por una apuesta radical por la libertad formal. A través de un lenguaje visual fragmentario, irónico y deliberadamente provocador, Marzel se enfrentó a los modelos narrativos dominantes del cine revolucionario, apostando por un cine como juego, como gesto, como subversión estética. Fue una figura clave en la ruptura con el realismo heredado del Icaic clásico, y uno de los pioneros de un cine verdaderamente independiente en Cuba.
Entre sus obras más destacadas se encuentran los cortometrajes A Norman McLaren (1990), Evidentemente comieron chocolate suizo (último rollo) (1991) y La ballena es buena (1991), recientemente remasterizados y presentados en la segunda edición del Festival de Cine del Instituto de Artivismo Hannah Arendt (Instar). Concebidos en los márgenes del sistema, estos filmes redefinieron el lugar del cine experimental cubano en los años 90, y lo hicieron a contrapelo del discurso oficial.
La actitud irreverente de Marzel, así como su negativa a someterse a los criterios políticos del aparato cultural, lo llevaron al exilio. En los años 90 se estableció en Valencia, donde continuó vinculado al cine y a la creación visual, alejado de los focos pero no de la experimentación. Desde entonces, su nombre permaneció en los márgenes, reivindicado por una nueva generación de cineastas y críticos que encontraron en su trabajo un modelo de resistencia expresiva.
"Prefiero imaginarte así, ya vagabundeando por el mundo, libre, como siempre fuiste”
“Te llevo siempre conmigo... ¡Adiós, amigo! ¡Qué dolor tan fuerte! En el mismo momento que me daban la noticia de tu partida, apareció un gato en mi terraza... prefiero imaginarte así, ya vagabundeando por el mundo, libre, como siempre fuiste”, escribió en Facebook el realizador Riccardo Vega Figuerola, amigo cercano de Marzel.
El editor y cineasta Ricardo Acosta también compartió un mensaje emotivo: “Recuerdo cuando irrumpiste en la palestra audiovisual de nuestra generación. Traías toda la frescura y la desfachatez de los cineastas genios. Nunca te pareciste a otros, siempre fuiste fiel a tu belleza, imperecedera, contagiosa. Tu partida duele, mucho”.
Carlos Lechuga, director de Santa y Andrés y Vicenta B., lo recordó con gratitud: “Hace mucho que no hablábamos. Tus películas siguen siendo de lo mejor del cine cubano. Gracias por todas esas imágenes. Me quedé con ganas de más cine del tuyo. Gracias”.
Vivió al margen de los círculos de poder y su obra fue, durante años, silenciada
El legado de Marzel ha sido difícil de clasificar. Nunca aceptó premios oficiales ni cargos culturales. Vivió al margen de los círculos de poder y su obra fue, durante años, silenciada. Pero su influencia fue profunda. Sus filmes, que combinaban humor absurdo, crítica cultural y rupturas de lenguaje, continúan desafiando al espectador, al tiempo que celebran la libertad creativa frente a cualquier dogma.
En los últimos años, su trabajo fue recuperado por proyectos independientes y espacios alternativos. En particular, Instar, que le dedicó un homenaje en 2024, permitió que nuevas generaciones se acercaran a sus películas y a su pensamiento visual, marcado por la rebeldía y la ironía.
Marzel no solo fue un cineasta, sino también un pensador de la imagen. Su cine, híbrido y fronterizo, se movía entre la poesía visual, el ensayo fílmico y el gesto plástico. Fue un creador que entendía el cine como territorio de libertad, como zona de riesgo, como trinchera contra la norma.
Marzel encarnó una ética del arte comprometida con la autonomía, la lucidez y la desobediencia
Su muerte, a los 57 años, deja una herida en el cine cubano, pero también confirma la vigencia de su propuesta. Lejos de los discursos complacientes o los mecanismos de consagración institucional, Marzel encarnó una ética del arte comprometida con la autonomía, la lucidez y la desobediencia.
“Marzel fue el más grande de todos, no importa que probablemente sea el único”, escribió José Luis Aparicio. Una frase que resume el sentimiento de quienes vieron en él una de las voces más valientes y necesarias del cine cubano contemporáneo.
Sus restos serán cremados en Valencia, en una ceremonia íntima, según informaron allegados. No habrá actos oficiales. Como él mismo, su despedida será discreta, pero su obra, ineludible.