Silencio en Cuba sobre el triunfo de J. D. Martínez en las Grandes Ligas

Con él se demuestra que la censura no es solo con los que se van, sino también con sus descendientes

Julio Daniel Martínez juega con los Medias Rojas de Boston después de su paso por el Diamondbacks de Arizona. (Globe)
Julio Daniel Martínez juega con los Medias Rojas de Boston después de su paso por el Diamondbacks de Arizona. (Globe)
Ernesto Santana

02 de noviembre 2018 - 11:00

La Habana/Cuando acabó la Serie Mundial de las Grandes Ligas de Estados Unidos en 2017, los aficionados se preguntaron cómo sería la situación en adelante, pues nunca los medios oficiales y la audiencia habían seguido tan de cerca, a la vez, lo que ocurría en la postemporada nacional, en los play off de la liga japonesa y en el Clásico de Otoño, donde rivalizaban dos grandes peloteros muy conocidos en Cuba.

Muchos se ilusionaron con que la cerrada política deportiva del Gobierno, que había tenido cierta relajación, siguiera abriéndose y no volviera a cerrarse como otras veces. ¿Habíamos alcanzado ya el punto de no retorno o, en su lugar, el triunfo fulminante de Yuli Gurriel provocaría que se disparara aún más la fuga de talentos hacia otras ligas?

Muchos se ilusionaron con que la cerrada política deportiva del Gobierno, que había tenido cierta relajación, siguiera abriéndose y no volviera a cerrarse como otras veces

En 2015, ya se habían enfrentado los cubanos Kendrys Morales (Reales de Kansas City) y Yoenis Céspedes (Mets de New York), y en 2016 lo hicieron Aroldis Chapman y Jorge Soler, además de Albert Almora Jr. y Dan Otero, de origen cubano. Los nuestros volvían a estar entre los mejores en el mejor béisbol del mundo.

En el pasado Clásico otoñal, se coronaron los Astros de Gurriel derrotando a los Dodgers de Yasel Puig y Yasmani Grandal. El campeón cubano, que había llegado con más de 30 años a la Gran Carpa, no lo podía creer: "Jugar mi primer año completo como profesional y tener ya un título de la Serie Mundial, es un sueño". Demasiado tentador.

Ahora, cuando otro cubano se titula en la Serie Mundial, tras brillar en la temporada como pocos de los nuestros lo han hecho, y aún más que el propio Gurriel, la atención mediática es mínima: con Julio Daniel Martínez (Miami, 1987) se demuestra que la censura no es solo con los cubanos que se van, sino también con los descendientes de cubanos.

Las pocas veces que deben mencionar al 28 de los Medias Rojas, los conductores de televisión callan que desciende de cubanos como si su ejemplo no sirviera para los muchachos de aquí

Las pocas veces que deben mencionar al 28 de los Medias Rojas, los conductores de televisión callan que desciende de cubanos como si su ejemplo no sirviera para los muchachos de aquí. Como si recibir los premios Silver Slugger y Hank Aaron, integrar en 2015 y ahora el Todos Estrellas y jonronear cuatro veces en un juego significara poco en un país sin sluggers.

Su trabajo ofensivo con los de Boston ha sido tal que el mentor puertorriqueño Alex Cora prefirió ponerlo en el jardín derecho, pese a su falta de práctica, cuando —según las reglas de la Liga Nacional— no pudo usarlo como bateador designado. Eso lo obligó a sentar al titular de esa posición, pero la riesgosa jugada salió perfecta.

J. D. Martínez tuvo una campaña ofensiva de 43 jonrones, 130 empujadas y 330 de average, números dorados que recuerdan a Tony Oliva con los Mellizos de Minnesota en 1964, a Tony Pérez con los Rojos de Cincinnati en 1970, a José Canseco con los Atléticos de Oakland en 1988 o a Rafael Palmeiro con los Rangers de Texas en 1999. Ellos no se coronaron durante esas grandes rachas, pero él sí lo ha hecho ahora.

Si el año pasado Grandal y Puig se enfrentaron a Gurriel y cayeron con gran honra, ahora, tras ganar dos Ligas Nacionales sucesivas, con un Puig crecido que ha prestado un servicio ya histórico en Los Ángeles, los Dodgers han sido a pesar de todo vencidos por unos Medias Rojas que resultaron el gran elenco de la temporada.

Es difícil imaginar que la posibilidad de ver con más frecuencia en la televisión a esos atletas nuestros en la Gran Carpa pueda agravar la crisis del béisbol cubano dentro de la Isla, porque el éxodo no se detiene

En 2004, después de 86 años, los de Boston volvieron a hacer la gran cosecha de otoño y, desde entonces, la han repetido en 2007 y 2013. Este triunfo ha tenido en J. D. Martínez a su máximo héroe, que ha protagonizado una temporada de ensueño.

Mientras tanto, en los espacios deportivos de la televisión cubana ha habido excesivo hockey sobre hielo, muchísimo ciclismo y demasiado A todo motor, para no hablar del fútbol, que, gracias a su carencia de jugadores cubanos, puede ser visto y revisto, estudiado, explicado y machacado hasta casi merecer tarjeta roja.

Es difícil imaginar que la posibilidad de ver con más frecuencia en la televisión a esos atletas nuestros en la Gran Carpa pueda agravar la crisis del béisbol cubano dentro de la Isla —que no fuera—, porque el éxodo no se detiene, como lo demuestra la salida del país de Yosver Zulueta, otro extraordinario pitcher que escogió terminar su crecimiento en mejor terreno.

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