Breve comentario sobre los comentaristas deportivos
La Habana/Hay fanáticos del béisbol que no extrañan mucho en estos días la ausencia de juegos transmitidos por radio y por televisión. No es que no extrañen los juegos propiamente, sino que no extrañan la retransmisión. Aunque tampoco es que sean demasiado intolerantes con las deficiencias técnicas de la emisión en sí misma.
Para ser precisos: no extrañan en absoluto la retransmisiónde los juegos. Un apasionado de la pelota ya entrado en años me comentó lo siguiente: "Cuando paso unas semanas sin oír a Rodolfo García y a Modesto Agüero se me normaliza la presión y duermo como un niño". Es de suponer que ahora ha mejorado bastante, pues hace unos días, durante el cierre del Clásico Mundial, Agüero anunció su retiro como narrador deportivo.
En un foro leí este comentario: "Ojala algún día se sepan los infartos que han ocasionado (los comentaristas deportivos). El daño hecho por esa gente al deporte cubano es incalculable. La gente ha llegado a alegrarse de las derrotas para no oír a esos rufianes".
Muchos coinciden en que, junto a todos los problemas que padece nuestro béisbol, hay que sumar las deficiencias de los comentaristas, tanto en eventos nacionales como en internacionales. A estos últimos siempre van los mismos, que no son, quién lo duda, ni los más profesionales, ni los más conocedores del deporte que narran, ni los de más experiencia.
Son sencillamente, como el resto del personal que acompaña a las delegaciones deportivas, los más confiables desde el punto de vista político
Son sencillamente, como el resto del personal que acompaña a las delegaciones deportivas, los más confiables desde el punto de vista político. Casi un complemento de los segurosos y funcionarios que custodian al rebaño de gladiadores para que no tiren el escudo y, literalmente, pasen a mejor vida. ¿Recuerdan a la temible Julita Osendi?
Pero en cuanto a la calidad misma del trabajo, un aficionado rememora a Héctor Rodríguez en las Olimpiadas de Barcelona 92, narrando pésimamente el fútbol, la equitación y otros deportes, sin saber o sin haberse preparado lo suficiente. Y a veces tenemos que asistir a algo peor que eso en determinados eventos nacionales, que parecen dedicados a una afición dormida o ignorante.
Hay quienes escuchan la narración de béisbol en la radio viendo las imágenes del juego en el televisor sin volumen. Dicen que funciona bastante bien. Hasta el momento, por supuesto, en que empiezan los comerciales del narrador elogiando al cocinero del hotel donde se hospeda, quien al momento reporta hallarse en sintonía y saluda al "hombre de buen apetito".
O al comunicador le da por divertirse contando sobre el supuesto ruido del aire acondicionado que resultó ser su compañero de habitación que roncaba, y su colega lo interrumpe para decir que hay bases llenas, que han dado un hit, etcétera. O resulta que llama a media docena de burócratas del INDER o del Partido para felicitar por su cumpleaños a su querida suegra o a cualquier otro familiar.
Comentaristas y narradores interrumpen el relato del juego para saludar a algún colega o dirigente, y se largan a hacer comentarios personales que no le importan ni al camarógrafo
Como a veces no bastan los comentaristas en activo, pueden invitar a alguno ya jubilado. Iván López, digamos, que se pone a alardear de su vieja vocación por la pelota y otros mil deportes, y dice, con tono de desprecio, preferir ver el juego desde su casa para que la gente no le pregunte sobre el campeonato o sobre el parte meteorológico. Le irrita sobremanera que los aficionados en la calle le paren para hacer críticas o pedirle opiniones.
Lo mismo en la radio que en la televisión, comentaristas y narradores interrumpen el relato del juego para saludar a algún colega o dirigente, y se largan a hacer comentarios personales que no le importan ni al camarógrafo.
Podemos recordar, en los juegos de la Serie Nacional, a Rodolfo García durante minutos dando datos y cifras sobre distintos aspectos de la provincia, a la que elogiaba, con sus jefes y timbiriches, para que parezca un país normal. Modesto Agüero o Yimy Castillo lo secundan como porristas. ¿Pero qué pasa con el juego?
Todo eso cambiará, aunque de momento es una visión imposible, cuando cambie el deporte cubano, cuando alcancemos el inatrapable horizonte.