Lo que ocurre en la pelota no tiene nombre

El tope contra Nicaragua, cierre de la preparación para los Panamericanos de Lima, ha sorprendido incluso a muchos escépticos

Cuando el martes se suspendió por lluvia el cuarto y último juego en Nicaragua, la selección dirigida por Rey Vicente Anglada había quedado oficialmente barrida.
Cuando el martes se suspendió por lluvia el cuarto y último juego en Nicaragua, la selección dirigida por Rey Vicente Anglada había quedado oficialmente barrida.
Ernesto Santana

18 de julio 2019 - 14:25

La Habana/A estas alturas, decir que el béisbol cubano padece una crisis sin precedentes no basta para describir lo que ocurre. El tope contra Nicaragua, cierre de la preparación para los Panamericanos de Lima, ha sorprendido incluso a muchos escépticos.

Cuando el martes se suspendió por lluvia el cuarto y último juego en tierra pinolera, la selección dirigida por Rey Vicente Anglada había quedado oficialmente barrida de la forma más sorpresiva por un equipo que, se suponía, ni siquiera lo igualaba en calidad, pero que le ganó en dos ocasiones (4-1 y 4-3) y empató en una.

Cuando ocurrió ese empate, en el primer encuentro, Nicaragua acumulaba 23 juegos sin poder vencer a una selección cubana y, sin embargo, ganó los siguientes dos partidos. Los visitantes solo dieron 15 hits en esos tres juegos, incluyendo un doblete de César Prieto, único extrabase del tope, y batearon para un fabulosamente mísero promedio de 167.

Cuando ocurrió ese empate, en el primer encuentro, Nicaragua acumulaba 23 juegos sin poder vencer a una selección cubana y, sin embargo, ganó los siguientes dos partidos

Anteriormente, desde el 14 de junio, Cuba había celebrado cinco series de tres partidos en la Liga CanAm, ante diferentes escuadras de Canadá y de Estados Unidos. En total, ganó ocho juegos, con dos lechadas, pasándoles la escoba a los Capitals y a los Boulders, y perdió siete choques, sufriendo una barrida ante los Aigles. La ofensiva promedió un discreto 257.

Los que se preocuparon con estos resultados vieron luego cómo los universitarios norteamericanos vapuleaban a los cubanos en el tradicional tope anual, con un bateo aún inferior (224). Perdieron cuatro de cinco juegos y batearon solo tres dobles y un jonrón, anotando 11 carreras, en 45 innings. El pitcheo, sin sorpresas, se comportó muy vulnerable en esta gira por norteamérica, lanzando bolas de 85 millas y menos.

Aunque ciertamente la Liga CanAm no tiene una calidad notable, sus lanzadores mostraron a los cubanos, en general, una velocidad y una variedad de lanzamientos que no están acostumbrados a enfrentar. Pero ya en Carolina del Norte, ante los estudiantes, se vieron superados por una eficiencia desbordante.

Entre los jóvenes norteamericanos, algunos de 19 o 20 años, había 15 a punto de firmar contratos profesionales. En total, estos muchachos ejemplifican la revolución actual del béisbol norteamericano, especialmente el estudiantil, hoy con un nivel de competitividad nunca antes conocido.

Sus lanzadores alcanzan con facilidad las 95 millas por hora y cuentan con una reserva de tres o cuatro envíos secundarios, y no hay modo de compararlos con los serpentineros cubanos, que carecen, además, de una secuencia bien pensada. Como resultado, nuestros bateadores se poncharon 38 veces y el pitcheo regaló 19 bases por bolas.

Sin dudas, era fácil perder cuatro de cinco juegos contra un equipo como ese, pero tampoco puede decirse que los cubanos ganaron en experiencia, teniendo en cuenta lo que ocurrió poco después ante Nicaragua; y la fuga de tres jugadores —Yoelkis Céspedes, Norge Carlos Vera y Orlando Acebey— no fue determinante. Afortunadamente, y por una razón que aún se desconoce, Estados Unidos no participará en la cita hemisférica, ahorrándole así un serio problema a nuestra selección.

Lo peor de la barrida ante los pinoleros no tiene tanto que ver, en el fondo, con la falta de garra ganadora como con la ausencia de la combatividad misma, del juego vivo y la creatividad. ¿De qué valieron entonces el entrenamiento de altura en México y los meses de preparación intensiva en distintos países, que no pocos criticaron desde que se anunció?

Lo peor de la barrida ante los pinoleros no tiene tanto que ver, en el fondo, con la falta de garra ganadora como con la ausencia de la combatividad misma, del juego vivo y la creatividad

Según la prensa especializada, la selección que irá a los Panamericanos será más completa que esta, pues se reforzará hasta en una tercera parte de la alineación con jugadores provenientes de ligas extranjeras, pero ya ha ocurrido otras veces que esos jugadores, exhaustos y sin tiempo para recuperarse, no han tenido el rendimiento que se esperaba.

Cuba se ha acostumbrado ya a perder ante rivales inconcebibles —recordemos a Alemania—, contra fuertes y contra débiles, contra paìses con tradición beisbolera y sin ella, por el pitcheo o por la ofensiva de los contrarios, por la carencia de bateo oportuno y por la falta de lanzadores con eficacia sostenida.

Antes del naufragio en Centroamérica, Yosvani Aragón, jerarca de la pelota cubana, había declarado: "No podemos pensar de otra forma que ganar los Panamericanos de Lima y para ello realizamos una preparación esmerada que concluye con topes de fogueo en Nicaragua". ¿Qué diría ahora? Seguro que sigue pensando con el mismo optimismo, como toda la nefasta burocracia beisbolera.

Pero los aficionados creen otra cosa muy distinta. No están ciegos y saben que esto que ocurre en la pelota cubana no tiene nombre.

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