"Se ha perdido el gran espectáculo del béisbol" en el estadio Victoria de Girón de Matanzas
Matanzas
Con capacidad para 27.000 espectadores, las gradas están casi vacías mientras los Cocodrilos se enfrentan a los Tigres
Matanzas/Cuando Freddy vivía en El Naranjal, las noches de pelota eran casi sagradas. Acompañaba a su hijo al estadio Victoria de Girón, compraban una pizza en la entrada y, durante los nueve innings, no faltaban las chucherías que ofrecían los vendedores que recorrían las gradas repletas. "La gente tenía deseos de ver al equipo ganar, pero todo aquel entusiasmo se ha ido perdiendo, como perdido está el gran espectáculo que debería ser nuestro deporte nacional", lamenta hoy el aficionado, con la gorra de los Cocodrilos calada en la frente.
Este miércoles, pese a que la lluvia amenazaba en el pronóstico, no fueron las nubes las que vaciaron el estadio. Con capacidad para 27.000 espectadores, las gradas estaban casi desiertas a la hora de comenzar el partido. Freddy apunta la causa: la dificultad para llegar hasta allí. "Si pusieran guaguas locales que vinieran hasta aquí, la cosa sería diferente. Ahora mismo hay que pagar 300 o 500 pesos a un bicitaxi, según desde dónde uno venga".
"La pelota cubana ha perdido calidad y ya no se juega de noche. Esos son dos motivos que decepcionan a los fanáticos"
Su amigo Fernando también llegó cansado. Tras la caminata, esperaba encontrar algún alimento en las afueras, pero solo había silencio. Sorprendido de no ver colas en la taquilla, sacó los 20 pesos del precio de la entrada y entró con pocas expectativas. "Lo único que están vendiendo es granizado, con más hielo que refresco", se queja. Recuerda que antes, aunque escasas, existían más opciones gastronómicas. Prefiere sentarse en la parte derecha del terreno, pero esta vez tuvo que entrar por la zona de tercera base: "Esta es la única puerta abierta", le dijo el propio empleado que vendía las papeletas y hacía también de portero.
El estadio, fundado en 1977, recibe al visitante con un cartel improvisado de "recepción" sobre un buró. "Hacía más de tres años que no venía. La pelota cubana ha perdido calidad y ya no se juega de noche. Esos son dos motivos que decepcionan a los fanáticos", comenta Fernando. Mientras tanto, sobre el césped se alistan Matanzas y los Tigres de Ciego de Ávila. Los pasillos muestran charcos de agua que el personal de mantenimiento no ha eliminado. "Qué se puede esperar de otras áreas deportivas, si la principal instalación de la provincia está así", se pregunta en voz alta otro espectador.
Las nubes se espesan sobre el cielo de Matanzas. En el silencio de las gradas se escuchan con nitidez las voces de los peloteros y las conversaciones de los pocos asistentes. Los duros asientos de cemento bastarían para acomodar a todos en la zona restringida detrás del home, y aún sobraría espacio. Un solitario vendedor ofrece chicharrones de viento, mientras los palcos carecen de peñas, tambores o congas que en otras épocas contagiaban al público. "El área de los jardines no aguantaría ni una llovizna", sentencia un policía de servicio.
Durante el encuentro, la pizarra permaneció apagada. Nadie llevó la cuenta más allá de su memoria. "Parece que no hay corriente", sugirió una señora, resignada a otra falla técnica. Finalmente, la llovizna se convirtió en obstáculo insalvable y el juego fue sellado en el cuarto inning. A la salida, un anciano buscaba transporte: "Ahora veré si pasa un coche y puedo montarme hasta la Plaza del Mercado, porque de aquí a mi casa no hay quien vaya a pie". Se despidió del portero con una palmada en la espalda y lanzó la frase más amarga de la noche: "Para que yo vuelva a ver a los Cocodrilos tendrá que ser por televisión".