Mike Fernández
"Me duele que mi gente no defienda al migrante"
Mike Fernández
Miami/Todavía, de vez en cuando, le llega de golpe el olor de la mermelada de guayaba que una vecina preparaba en su natal Manzanillo, aunque mucho ha llovido entre aquel niño y el próspero empresario que es hoy Miguel Mike Fernández. En el camino de la vida, este cubano de 73 años ha librado todo tipo de batallas y ahora protagoniza la enésima escaramuza, esta vez desde Miami y por el respeto a los migrantes.
En su oficina, el magnate del sector farmacéutico ha recibido este martes a 14ymedio para hablar de su cruzada de los últimos meses y conversar sobre los retos que tiene por delante la Isla.
Pregunta. ¿De dónde le brota tanta sensibilidad hacia los migrantes?
Respuesta. Cuando mi familia salió de Cuba en 1964 aterrizamos en México y los mexicanos nos ayudaron mucho, nos dieron un techo, nos invitaron a conocer a unas monjas que brindaban protección y sus servicios a migrantes cubanos como nosotros. Los viernes íbamos a ese convento a buscar leche en polvo, queso y otros alimentos en unas cajitas que ellas preparaban. Seis meses después llegamos a Nueva York, vivíamos en una zona muy pobre. Al principio la pasé bien jugando en la calle y asistiendo al colegio, pero entonces llegó el invierno y nos dimos cuenta de que no estábamos preparados.
Un mexicano, que era mesero en un restaurante, me regaló mi primer abrigo y unas botas para la nieve que habían sido de su hijo. De manera que mi vida ha estado desde el inicio tocada por la generosidad de otros. En esos momentos tan difíciles, me brindaron su ayuda y considero una obligación atender a esas personas que ahora necesitan de mí.
P. ¿Qué lo llevó a financiar esas vallas críticas contra Donald Trump y los congresistas cubanoamericanos y que tanta polémica han levantado en Miami?
R. Como cubano, y viviendo en una ciudad con tantos cubanos, me duele decir que la mayoría de mis compatriotas han cerrado la puerta como diciendo "yo estoy dentro y ese, que acaba de llegar, que se quede fuera". Me duele que mi gente no defienda al migrante, que no lo proteja. Por eso, quería que esos que apoyan a nuestros representantes se dieran cuenta de que no nos hacen ningún bien trabajando en Washington.
Para que estos políticos sean elegidos tienen que buscar capital y votos, yo he aportado y mucho, otros también lo han hecho. Siempre consideré eso un contrato que dice "tú quieres mi dinero y mi voto, yo quiero tu voz en Washington para que me representes". Pero no nos están representando, ni nos representan en el caso de Cuba, ni nos representan como Miami. No están defendiendo el derecho de las personas que los llevaron a esa posición. Era importante decir eso en público.
P. ¿Cuál fue la reacción?
R. Al principio no dije quién estaba financiando las vallas. Nos gastamos cerca de un millón de dólares y por meses nadie sabía, los representantes cubanoamericanos llegaron a decir que habían sido organizadas por la izquierda de George Soros, y fue entonces que me sentí obligado a dar la cara para que se dieran cuenta de que no era un izquierdista, ni un socialista y mucho menos un comunista. Era un capitalista, cubano, vecino de Miami y contribuyente de ellos.
P. Tiene una carta firmada por Donald Trump en su despacho. ¿Qué dice ese documento enmarcado en la pared?
R. Donald Trump no es una buena persona. Lo conocí hace años y me cayó como una patada, como diría mi padre, hasta el punto de que me levanté de la mesa y me fui. No almorcé con él por su manera de tratar al mesero centroamericano que nos estaba sirviendo la comida en su club de Palm Beach. Le llamé la atención, le dije: "perdóname, Don, pero ese joven ya ha sufrido mucho para llegar aquí, no te puedes imaginar lo que debe haber pasado en su país hasta poder trabajar en este club privado, así que no lo maltrates, hazme el favor. Trátalo bien que ese muchacho va a llegar a ser algo que tú ni imaginas, esto es solo una parada en el camino de su vida". La respuesta de Trump fue: "él trabaja para mí" y yo me levanté y me fui.
P. ¿Y qué dice la carta?
R. Cuando él se propuso postularse por primera vez a la presidencia de Estados Unidos, estaba dando discursos por todo el país y yo me hice el propósito de hacer varias vallas, una de ellas tenía una foto del senador John McCain que decía "nuestro héroe"; al lado había una foto de Donald Trump y decía "nuestra culebra". A partir de ahí me empezaron a llegar esas cartas amenazantes para que me detuviera. Así que simplemente le mandé una copia con el monto de los impuestos que yo pago anualmente y le dije: "si quieres seguir mandándome cartas, nos va a costar a los dos". No recibí ninguna más, esa en la pared fue la última.
Simplemente le mandé una copia con el monto de los impuestos que yo pago anualmente y le dije: "si quieres seguir mandándome cartas, nos va a costar a los dos"
P. ¿Y todo ese activismo que usted despliega ahora desembocará en una carrera política?
R. No tengo interés en la política, lo estoy haciendo porque mis padres me educaron para cuidar a otros, para ser responsable con lo que pasa a mi alrededor. Después de cierta edad he tenido una vida privilegiada y siento la obligación de dar. Esto me está costando capital, tiempo y dolores de cabeza.
P. ¿Reacciones y represalias por su actuación?
R. Hace como dos semanas estaba almorzando en un restaurante y vino un cubano hacia mí, con mala cara, y me dijo "usted lo que es un comunista disfrazado". Me levanté para estrecharle la mano y no me la dio, entonces le pregunté si le gustaba pescar. Cuando me respondió que sí, le dije que si él y yo estuviéramos en un yate en medio del mar y nos encontramos con un bote de remos, en la proa están los hermanos Castro, no tienen agua y están pidiendo ayuda. En la popa hay dos niños pequeños. ¿Usted le daría agua aunque sepa que los dos ancianos también van a tomar?, le pregunté. El hombre me respondió: "que se mueran todos de sed". Yo no puedo ser así.
P. ¿No tiene miedo?
R.- Tengo temor de lo que pueda pasar tras los ataques que he recibido, pero también me llegan llamadas y comentarios muy positivos que me felicitan por lo que estoy diciendo públicamente.
P. Recientemente usted contribuyó a colocar, en los alrededores de La Ermita de la Caridad en Miami, una escultura. ¿A quiénes homenajea la pieza?
R. Cada año, junto a mi familia, paso al menos un mes en Europa y estando de visita en el Vaticano veo esta escultura de un bote, lleno de personas. Me tocó emocionalmente porque eran de todas las razas, de todas partes del mundo. Cuando regresé a Estados Unidos, localicé al autor, el artista Timothy Schmalz, y le dije que me parecía interesante ubicar una pieza como esa en Miami donde hay tantas culturas y se hablan varias lenguas, una ciudad construida por los migrantes. La que pusimos aquí es más pequeña que la del Vaticano y el lugar ideal para colocarla fue justo esa iglesia donde van tantos cubanos, venezolanos y nicaragüenses.
P. "No dogs, no cubans", decía un cartel a las afueras de las casas que se alquilaban cuando usted llegó por primera vez a Miami. ¿Y ahora?
R. Desafortunadamente se está poniendo la cosa muy caliente.
Desafortunadamente se está poniendo la cosa muy caliente
P. Recientemente retiró fondos que había donado a la Universidad Internacional de la Florida (FIU, por sus siglas en inglés) ¿Usará esos recursos en alguna otra iniciativa educativa?
R. El Gobierno de la Florida decidió incrementar el monto que pagan los hijos de migrantes no nacidos en los EE UU. Muchas personas que estaban en sus últimos años de una carrera se han visto forzadas a dejar los estudios porque no pueden pagarlos. Duele mucho porque, ese documento en esa pared [señala un par de hojas enmarcadas], es la ley que fue aprobada en 2011 en este estado para que se cobrara al hijo de un migrante no documentado lo mismo que a un muchacho nacido en este país. Eso se ha echado atrás este año.
Ahora estoy contribuyendo a la organización The Dreams US que ayuda a muchos de estos jóvenes a continuar sus estudios.
P. Escribió un libro, ha hecho el Camino de Santiago cinco veces, ha impactado en la vida de miles de personas, tiene cinco hijos, un negocio millonario y ha cuidado una cantidad innumerable de perros a lo largo de la vida. ¿Qué le queda pendiente en su lista personal?
R. Ayudar a otros. Veo mi vida como un libro del que escribo una página cada día y en esa hoja tengo la obligación de hacer algo por alguien en cada jornada. Sea un vendedor de zapatos o un alcalde. No busco publicidad ni fama.
P. ¿Esa voluntad de servicio de dónde le viene?
R. De mis padres y de mi formación católica. Mi padre me enseñó cómo enfrentarme al mal y mi madre cómo ser generoso. Los jesuitas, con los que aprendí en la escuela, me decían que fuera un "hombre para otros".
P. ¿Cuál es el recuerdo más intenso que tiene de su infancia en Cuba?
R. Subirme al techo de mi casa cuando caía la tarde, acostarme de cara al cielo y encender un pequeño radio que había construido yo mismo con una caja de tabaco, un imán y una bocina. Esos fueron los días más felices de mi vida.
P. ¿Un consejo para los que dirigen la economía cubana?
R. Abran las puertas.
P. ¿Ha trabajado usted para esa apertura en la Isla?
R. Nunca lo he contado, pero me acerqué hace unos años al Gobierno norteamericano para crear un fondo de inversiones, de unos 300 millones de dólares para Cuba. Me reuní con funcionarios cubanos y les dije que yo no tenía ningún interés en invertir un centavo en proyectos oficiales, que yo quería ayudar a los emprendedores privados. Esa iniciativa debía pasar por la aprobación de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (Office of Foreign Assets Control) y ahí se quedó, en ese trámite. No creo que ahora mismo una idea de ese tipo pueda prosperar y, desafortunadamente, Cuba tiene una mala reputación de no pagar sus deudas.
Le cogieron miedo a las palabras que pronunció Obama
P. ¿Por qué fracasó el deshielo diplomático entre Washington y La Habana?
R. Estuve cuando el discurso de Obama en el Gran Teatro de La Habana y algo que me llamó la atención es que cada vez que él decía una frase importante, los funcionarios que estaban sentados en el público primero miraban a Raúl Castro a ver si aplaudía: solo si Castro aplaudía ellos también lo hacían. El futuro de Cuba habría cambiado totalmente si hubieran seguido dándole calor a esa relación con los gobernantes estadounidenses, pero a ese proceso lo destruyó el miedo de los dirigentes cubanos, de mayor edad, que temían un cambio. Le cogieron miedo a las palabras que pronunció Obama.
P. En los viajes de regreso que ha hecho a Cuba ¿ha estado en Manzanillo?
R. Sí, estuve una vez en 1999 y me reencontré con unos amigos de la infancia, uno de ellos todavía guardaba la bicicleta que le regalé cuando mi familia y yo tuvimos que salir al exilio en 1964. Fue un encuentro muy emotivo. Al principio no me acordaba de casi nada de la ciudad pero cuando me acerqué, los recuerdos comenzaron a llegar y yo supe a dónde tenía que ir para encontrar a aquellos amigos de los que había sido inseparable.
P. Al lugar donde se ha sido feliz mejor no volver… ¿Regresaría a vivir en Cuba?
R. Mientras no haya un cambio político en la Isla no veo futuro ni para el cubano ni para mí. Espero estar vivo para cuando ocurra ese cambio. Estuve en la guerra de Vietnam y 20 años después me encontré en Washington con un general vietnamita. Nos pusimos a conversar y le pregunté cómo había logrado su país establecer una economía capitalista. El hombre señaló un libro que teníamos cerca y dijo "pasando la página".
P. O sea que la finca de Mike Fernández, con vacas y caballos, en Manzanillo… no llegará por el momento.
R. No, me confiscarían las vacas.
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