Fidel Betancourt, un ‘chamaco’ cubano
La Habana/Más allá de un físico memorable y de los suspiros que arranca en muchas admiradoras, Fidel Betancourt es un actor al que le gustan los retos. Cuando se radicó en España debió esforzarse "el doble" para volver a las tablas y también comenzó una carrera en la televisión donde ha trabajado en una docena de series. Su papel en Chamaco, la cinta dirigida por Juan Carlos Cremata, se encuentra entre los más recordados por el público cubano. Esta semana, durante un viaje a la Isla, conversó con 14ymedio sobre su vida profesional y sus planes futuros.
Pregunta. ¿Qué significó para su carrera protagonizar Chamaco?
Respuesta. La película surgió en un momento de mi vida en que recién llegaba a Europa y pensé que iba a dejar a un lado la actuación. Sin embargo, tuve la suerte de que me llamaron para hacer Chamaco y, cuando terminé, me quedé convencido de que lo mío era actuar. Me mudé de Bilbao a Madrid a intentar retomar ese camino y desarrollé una carrera en televisión, que fue una nueva experiencia, porque aquí hice muy poco de ese género.
P. Para los espectadores españoles su rostro se ha vuelto familiar gracias a varios programas televisivos, pero ¿podría detallar para los cubanos cuáles han sido esas series en las que ha trabajado?
R. He actuado en Aida, La que se avecina, Estamos ocupados y lo último que he hecho fue El secreto del puente viejo, una telenovela que lleva tres años al aire. He tenido la suerte de conocer a actrices de la talla de Carmen Maura y en el cine trabajé el año pasado en la película Animal del director argentino Fernando Balihaut y que protagoniza Giorvis Martínez, un actor cubano excelente. La cinta consiguió la Biznaga de Plata, Premio del público en el Festival de Málaga.
P. ¿Su labor en el teatro ha cedido espacio ante las propuestas que ha recibido para actuar en la pantalla chica?
"Hasta que no exista una Ley de cine no habrá la posibilidad real para poder crear con contenido y con libertad"
R. No he dejado el teatro, he estado trabajando en dos compañías. He participando en las puestas de Cyrano de Bergerac, Los Miserables, El burgués gentilhombre, Fuenteovejuna y muchos clásicos españoles. En esta última, trabajé con Vladimir Cruz, quien interpretó el papel protagonista. Fuera de Cuba he tenido la oportunidad de conocer a artistas de primera como Yolandita Ruiz, el Chino Castellano, actor insignia del musical cubano. Interactuar con ellos ha sido una suerte, un privilegio.
P. ¿En qué radica la diferencia entre la persona que era en Cuba y la que es ahora, después de haber vivido diez años en otro país?
R. Fui madurando y he tenido la suerte de ser padre. Dejé de ser un joven para ser un hombre. Ahora los personajes que llegan a mis manos son de mayor peso. Dejé de ser el hijo y el alumno para convertirme en el maestro, en el padre, y atrás han quedado muchas cosas. Hasta físicamente cambié al punto de que no intento aparentar esa juventud, ni tengo temor de mostrarme como una persona más adulta.
P. ¿Ha sido difícil insertarse en una nueva realidad como la española?
R. El esfuerzo ha sido el doble, porque afuera he tenido que demostrar mucha capacidad para que confíen en mí y me den un personaje. Tuve que empezar de cero y fue un proceso de aprendizaje y eso aumentó la confianza en mí mismo.
P. Su carrera en el teatro ha estado marcada por haber trabajado desde muy joven con el director Carlos Celdrán, Premio Nacional de Teatro 2016. ¿Todavía lleva esa influencia consigo?
R. Celdrán fue mi maestro, cuando empecé y no sabía siquiera que sería actor. Mi salto al mundo profesional lo hice con él y al lado de Alexis Díaz de Villegas y Pancho García, artistas con una gran capacidad para interpretar. En la sede de la calle 20 de Mayo y Ayestarán, Celdrán me dio todas las herramientas que hasta hoy he ido desarrollando. Esa es mi base para actuar y enfrentar los procesos de trabajo.
"Hay un nuevo tipo de cubano que ha desandado el mundo, que ha visto muchas cosas y quiere volver para compartir lo aprendido"
P. Ahora que está de visita en la Isla, ¿cómo ve la salud del teatro cubano?
R. En Cuba, el teatro es fuerte y la cartelera es amplia. No es la que tiene Buenos Aires, pero aquí el teatro goza de buena salud y el cine cubano también, aunque falta industria. El Instituto Cubano de Arte e Industrias Cinematográficos (Icaic) ha demostrado en los últimos años que no puede echarse encima toda la responsabilidad del cine cubano.
El cine necesita maquinaria, y por eso a veces a las películas cubanas le falta empaque, contenido y no sé por qué, si este es un lugar lleno de historias. No he trabajado mucho con directores de la Isla, pero creo que les falta un poco de habilidad para llevar ese barco que es la historia a buen puerto. No sé si eso ocurre a partir del divorcio que hay entre asuntos relacionados con la política y la realidad, que trae como consecuencia que no se puede decir todo.
P. ¿Qué cree de las nuevas productoras independientes que han aparecido en el escenario cinematográfico cubano y su demanda de lograr una Ley de cine?
R. Cuba se tiene que reestructurar en montón de cosas. Han cambiado muchas cosas en el mundo y en la sociedad de la Isla, y la cultura es la responsable de documentar eso. La Ley de cine es necesaria para lograr registrar ese testimonio. Hasta que no exista esa ley no habrá la posibilidad real para poder crear con contenido y con libertad.
P. ¿Cuáles son sus planes futuros e inmediatos?
R. Ahora estoy en Bogotá. Quiero acercarme más al mundo latino y en Colombia se produce mucha televisión y hay realizadores importantes. Me encantaría volver a trabajar en Cuba, de hecho he perdido dos producciones aquí por los problemas que hablamos hace un rato de lo que significa producir cine en Cuba y la precariedad con la que se trabaja, la falta de esa estructura que hace que las cosas salgan bien y rápido.
Hay un nuevo tipo de cubano que ha desandado el mundo, que ha visto muchas cosas y quiere volver para compartir lo aprendido.
P. ¿Qué opina de la censura que sufrió el director Juan Carlos Cremata por su obra El rey se muere?
R. He estado pendiente de Cremata, porque él fue mi director en Chamaco. Imagino que ha pasado por momentos duros, difíciles, pero he estado lejos de eso. Esa medida, ese castigo, creo que no está bien. Él es un director de muchos resultados, de mucha experiencia y no se puede cortarle las alas. Además, marca un precedente que me atemoriza como artista, porque si se lo hicieron a él qué puede pasar con gente que todavía somos jóvenes.
No debe llegarse a esos extremos que crean un precedente riesgoso y atentan contra el futuro y la salud del teatro. Puede crear temor en otros artistas que tienen en mente hacer algo y ahora no se van atrever por miedo. El miedo paraliza. Atemorizar a las personas es anularla, es ir al punto más antihumano de la cuestión y menos a un artistas que vive de eso, de la capacidad de contar sus puntos de vistas, sean cual sean.