“Ya no tiene importancia volver o no volver”

Abilio Estévez (Foto del archivo del autor)
Abilio Estévez (foto del archivo del autor)
Yoani Sánchez

17 de febrero 2015 - 07:05

La Habana-Barcelona/Durante esta edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana se presentará la novela Los palacios distantes del escritor Abilio Estévez. Radicado en Barcelona desde hace quince años, el autor nos trae en esta ocasión la historia de Victorio, un personaje con el que comparte penas y pasiones.

A pocas horas del lanzamiento de su libro en la sala Alejo Carpentier, el novelista y también licenciado en lengua y literatura hispánicas, responde por correo electrónico algunas preguntas para los lectores de 14ymedio desde la ciudad del Barrio Gótico donde vive y crea.

Pregunta. ¿A quiénes aún no han leído Los palacios... y esperan poder adquirir un ejemplar en esta Feria del Libro, que les advertirías antes de adentrarse en sus páginas?

Respuesta. Nada, no les advertiría. Me parece que un libro debe tener importancia en sí mismo, y que el autor debe pasar lo más inadvertido posible. Además, el libro debiera ser siempre un misterio por resolver, una aventura de la que no se tiene idea alguna. Durante mi preuniversitario, por ejemplo, dejé de leer muchos libros por las "advertencias" que me daban los profesores. O me dejaba prejuiciar si leía en la contraportada de Los Buddenbrook que era "un reflejo de la decadencia burguesa". Luego leía esos libros, gozaba con ellos, y me daba cuenta del tiempo que había perdido por hacer caso de las "advertencias", la mayoría de las veces demasiado tendenciosas.

"No soy yo quien se va a cerrar puertas a sí mismo"

P. La novela se publicó originalmente en Tusquets Editores, en 2002. ¿Cómo fue el proceso para lograr esta edición cubana?

R. Sí, hace ya trece años que apareció la edición de Tusquets. Hace algún tiempo Alfredo Zaldívar me escribió amablemente solicitando el permiso para publicar Los palacios distantes en la editorial que dirige, Ediciones Matanzas. Me alegró mucho. Le dije que sí, por supuesto. No soy yo quien se va a cerrar puertas a sí mismo. Lo puse en contacto con la oficina de derechos de Tusquets Editores. Y eso es cuanto sé. El proceso matancero habrá que preguntárselo a Zaldívar.

P. ¿Sorprendido de que tu libro sea presentado en un evento donde con frecuencia se excluye a los escritores exiliados?

R. Sí, un poco sorprendido. Aunque Ediciones Matanzas ha publicado a José Kozer, a Gastón Baquero... De cualquier modo, hace mucho que mi país no me sorprende. Ni para bien ni para mal.

P. La risa, las ilusiones y la esperanza se cuelan en la vida de Victorio, el protagonista de Los palacios... a pesar de que vive una realidad que se cae a pedazos como su propia casa. ¿Cuánto de tu propia experiencia personal hay en su historia?

R. Seguramente hay mucho de mi propia experiencia, como por ejemplo la homosexualidad de Victorio y el derrumbe de su casa. Sin embargo, creo que es un error confundir al personaje con el autor. Por mucho que haya de mí en Victorio, también es cierto que hay de otras muchas otras personas y de la imaginación, como es natural. Hay un momento en la novela, por ejemplo, en que se dice que Victorio nunca conoció el amor. Cierto amigo, una noche de confidencias, me dijo: "A mí me ha pasado como a ti". "¿Qué me pasó a mí?", pregunté. Nunca he conocido el amor. Me tuve que reír. Por más confesional que parezca una novela, ella no es más que eso, una novela.

P. ¿Cómo lidias con la distancia a la hora de escribir sobre una realidad que no habitas desde hace más de dos décadas?

R. Supongo que eso sea difícil si uno intenta escribir exactamente sobre una determinada "realidad". Supongo que eso haya sido difícil tal vez para un Emile Zola o para un Miguel de Carrión. Pero a mí no me interesa la sociología disfrazada de ficción, me preocupa algo más que la realidad, si reducimos la palabra a sus connotaciones sociopolíticas. No soy un costumbrista. O al menos no quisiera ser un costumbrista. Y el mundo (y eso es algo que hay que descubrir) es afortunadamente ancho y ajeno, y los problemas de los seres humanos son parecidos y distintos en cada lugar en que uno vive. La distancia misma ya es materia literaria. No habito esa realidad, pero habito otra que también quiere ser narrada. Además, siempre recuerdo y cito aquella frase de Nabokov en una maravillosa entrevista, cuando respondió que toda la Rusia que necesitaba la llevaba consigo.

P. ¿Qué le ha aportado a tu literatura la vida en Barcelona? ¿Cuánto te ha cambiado desde el punto de vista de la escritura tu experiencia como inmigrante?

R. Todo lo que se vive aporta algo a la literatura, si uno está sobre aviso. Barcelona es una ciudad muy hermosa y culta. Y creo que el sólo hecho de andar por el Barrio Gótico transforma la visión que uno puede tener sobre cualquier cosa. En cuanto al exilio, me parece una experiencia extraordinaria, aun cuando sea dolorosa. Cuando era niño y me llevaban a la iglesia, escuchaba una oración a la Virgen que en algún momento decía algo así como "A ti clamamos los desterrados hijos de Eva". Y entonces yo me preguntaba "¿Por qué desterrados? ¿Desterrados de dónde? No lo entendí hasta mucho después aunque mi interpretación nada tiene de religiosa, puesto que no soy religioso. Recuerdo una frase de Elías Canetti: "Únicamente en el exilio se da cuenta uno de hasta qué punto el mundo ha sido siempre un mundo de proscritos". Es muy bueno para un escritor esa sensación de perder cosas, de saber que no vas a volverlas a tener.

P. Los lectores que hemos seguido y admirado tu obra por años ¿Podremos disfrutar pronto de una presentación de tus novelas en la que participes físicamente? ¿Volverás a esta Habana de "los palacios distantes"?

R. Gracias por lo de "seguido y admirado". Esta pregunta no tiene respuesta. No lo sé. Ya no tiene importancia volver o no volver, porque a lo que de verdad quisiera regresar es a los buenos momentos que viví. Y eso, hasta donde sé, es imposible.

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