"Si nos unimos más madres vamos a lograr que liberen a nuestros hijos"

Bárbara Farrat, madre de un joven detenido tras el 11J, depone la huelga de hambre con la que exigía su liberación

Bárbara Farrat se puso este sábado en huelga de hambre para reclamar la libertad de su hijo. (14ymedio)
Bárbara Farrat se puso este sábado en huelga de hambre para reclamar la libertad de su hijo. (14ymedio)
Luz Escobar

14 de diciembre 2021 - 15:59

La Habana/El único rincón reluciente en casa de la familia de Jonathan Torres, uno de los jóvenes detenidos tras las protestas del pasado 11 de julio, es la esquina donde está la cuna de su bebé, que tiene casi dos meses. Las sábanas limpias, el mosquitero, las toallitas húmedas y los culeros desechables primorosamente ordenados contrastan con el resto de la vivienda, una precaria construcción en la calzada Diez de Octubre, de La Habana, con techos rotos, vigas carcomidas, grietas en las paredes y manchas de humedad. Aquí se respira pobreza, pero también dignidad.

Bárbara Farrat, madre de Torres, dejó este lunes en la noche la huelga de hambre que comenzó tres días atrás para reclamar la libertad de su hijo, en prisión desde el 13 de agosto y acusado de atentado, desórdenes públicos y propagación de epidemia por haber lanzado una piedra a la policía sin alcanzar a golpear a nadie.

La joven abuela, que se ha convertido en uno de los rostros más activos en defensa de los presos del 11J, ha contado que deja la huelga por su madre, que ayer sufrió una subida de presión

La joven abuela, que se ha convertido en uno de los rostros más activos en defensa de los presos del 11J, ha contado que deja la huelga por su madre, que ayer sufrió una subida de presión que estuvo a punto de provocarle un derrame cerebral, según Farrat. "No voy a seguir teniendo a mi madre con la preocupación. Su único nieto está preso. No voy a dejar a mi mamá con el miedo de que tenga que enterrar a un hijo", ha relatado en un vídeo difundido en redes sociales.

El abandono de la huelga de hambre se produce dos días después de que Farrat, de apenas 33 años y aquejada ella misma de problemas de salud, recibiera a 14ymedio en su hogar, donde reside con su esposo, Orlando Ramírez, y la novia de su hijo –madre de su nieto–, de 16 años. La habanera, que nunca imaginó que lo que le ha tocado vivir pudiera pasarle, contó a este diario cómo han sido los cuatro últimos meses, con su hijo encarcelado y la constante presión de la Seguridad del Estado. Lamenta además que Torres solo ha podido disfrutar a su bebé, nacido el 27 de octubre, "de hora y media en hora y media, en tres visitas que ha tenido".

Farrat asegura que su hijo se vio envuelto en el tumulto de aquel día de casualidad. Aquel domingo, cuando Torres cumplía 17 años, la familia estaba celebrando en casa, pero se acabó la bebida y su esposo salió a comprar algo para seguir la fiesta. "Teníamos puesta la música y no habíamos visto ni el noticiero ni la información de Díaz-Canel diciendo que la orden de combate estaba dada", afirma.

En un momento dado, relata, la calle "se empezó a llenar de gente que bajaba por toda la calzada de Diez de Octubre", una situación que la asustó mucho y por la que decidió salir a buscar a su pareja. Torres, sin embargo, la disuadió y le pidió que se quedara en casa acompañando a su novia, en ese momento embarazada, mientras él se ocupaba de buscar a su padrastro ("aunque él le dice papá porque lo ha criado de toda una vida").

En la calle Serafines, Torres encontró a Ramírez, oculto detrás de un muro. "De Serafines para allá la policía no dejaba pasar a nadie", cuenta Farrat. "Alguien dijo entre los manifestantes que el objetivo era llegar hasta la Plaza de la Revolución y los oficiales se plantaron en la Vía Blanca advirtiendo de que desde ahí no iba a pasar más nadie. Fue en ese momento cuando empezaron los tiros y las piedras", prosigue.

"Alguien dijo entre los manifestantes que el objetivo era llegar hasta la Plaza de la Revolución y los oficiales se plantaron en la Vía Blanca advirtiendo de que desde ahí no iba a pasar más nadie"

Lo que pasó después lo ha contado ya varias veces: el viernes 13 de agosto, aparecieron en la puerta de su casa dos agentes de la Dirección Técnica de Investigación que se llevaron a Jonathan Torres, a quien habían identificado en uno de los videos difundidos en redes el día de las manifestaciones.

En ese momento, comenzó su calvario. Tres horas después de que se lo llevaran supo que no estaba en la unidad de policía de Acosta, como le habían dicho los oficiales, sino que estaba en la de Aguilera, a donde se dirigió con la novia de su hijo. No fue hasta el lunes, cuando lo trasladaron finalmente a la estación que le dijeron inicialmente , cuando le comunicaron que estaba acusado de desorden público, propagación de epidemia y atentado.

El instructor mostró en ese momento el video en el que Torres aparece lanzando una piedra, pero en el que también puede verse, asegura, que se trata de la misma que la policía había arrojado a los manifestantes. "La lanzó y cayó a 50 metros de donde estaban los policías parados, ni le dio a una patrulla ni golpeó a nadie, simplemente cayó en la calle", afirma Ramírez.

A los 14 días, su hijo llamó por teléfono para decir que lo habían trasladado a la prisión de Manto Negro, en La Habana, una antigua cárcel de mujeres reconvertida en prisión para menores.

Farrat cuenta que ha sido "una odisea" enfrentar este proceso penal, porque inicialmente ni siquiera querían darle el número del expediente de su hijo. Entonces buscó la asesoría de un familiar abogado, que, desde que asumió el caso, ya ha pedido seis cambios de la medida cautelar que mantiene al adolescente en la cárcel, infructuosamente. "Puso una séptima, que por supuesto también se la van a negar. Mi hijo cumple este lunes 13 de diciembre cuatro meses detenido y ni siquiera tiene una petición del fiscal", denuncia.

Farrat también ha denunciado que su hijo, que padece una hipertrofia coronaria, estuvo dos meses sin acceso a sus medicinas. "No solamente querían jugar con la libertad de mi hijo, sino que también estaban jugando con su vida", llegó a denunciar en las redes.

Ella misma tampoco está tomando los medicamentos que debiera. Seropositiva, al igual que su esposo, lleva sin tomar sus retrovirales desde agosto

Ella misma tampoco está tomando los medicamentos que debiera. Seropositiva, al igual que su esposo, lleva sin tomar sus retrovirales desde agosto. "He estado muy ocupada y nerviosa con todo lo de mi hijo, y aunque tengo las medicinas no las he tomado", confiesa. "Yo me siento culpable de que esté preso, no se me quita de la cabeza que la que debe estar en la cárcel soy yo, y esta es una forma que he encontrado para castigarme", dice confusamente, a modo de explicación, desmoronándose en llanto.

La presión que ha recibido por parte de la Seguridad del Estado también está afectando a su salud. El pasado viernes, cuando regresaba de visitar a su hijo, vio al oficial que la ha interrogado varias veces merodeando por el barrio, sin tocar a su puerta, pero hablando con sus vecinos, a los que, considera, pretenden intimidar para que "informen" sobre ella y su familia.

"Me puse mal, mi esposo tuvo que llevarme al hospital a medianoche porque comencé con una crisis de asma", cuenta. El agente "ya había estado aquí el miércoles con sus amenazas, diciéndome que si yo seguía haciendo denuncias en redes sociales no me iba a dejar entrar a ver a mi hijo".

Orlando Ramírez intercede: "Las palabras textuales fueron que a él lo había llamado el jefe de la Seguridad del Estado que atiende la prisión de jóvenes de occidente para decirle que si la madre continuaba haciendo esas publicaciones hablando de su hijo, era muy posible que no la dejaran entrar más nunca a una visita". El padrastro replicó al agente, al que recordó que no podían interrogar al muchacho sin tener cerca a su familia o a su abogado.

Ramírez señala que a Torres le ofrecieron rebajar su pena –"de hasta siete años"– si "cooperaba" "Si quieren saber algo de nosotros que nos pregunten, a él no tienen que preguntarle nada porque nosotros lo mantenemos al margen de lo que hacemos. Nuestra política, nuestra ideología, están al margen de él".

"A mi hijo le dijeron: si logras que tu mamá no publique más nada en las redes sociales te voy a dar privilegios de llamadas", prosigue Farrat. "Él solito le respondió que no quería privilegios, que él solo quería lo que por derecho le corresponde: 'Las dos llamadas que me tocan a la semana, yo no quiero nada que no me corresponda'. Que mi mamá deje de publicar, eso lo decide ella, no lo decido yo".

Bárbara Farrat dice que, aunque abandone la huelga de hambre, va a seguir denunciando los abusos del Gobierno, pero añade que "un solo palo no hace monte y haría falta que más madres se unieran" a su causa, considera

Farrat insiste en que a su hijo solamente le importan sus estudios –está en segundo año de soldadura– y su bebé. "Siempre tuvo claro que esa decisión de ser padre tan jovencito y estudiando no podía afectarme a mí y a mi esposo, que estamos enfermos", narra. "De nosotros siempre tuvo el apoyo, pero también entendió que era su responsabilidad, como la tuve yo de jovencita cuando decidí tenerlo a él. Salía de la escuela y se ponía con la venta del pan, para poder comprarle la canastilla a su pequeño".

Bárbara Farrat dice que, aunque abandone la huelga de hambre, va a seguir denunciando los abusos del Gobierno, pero añade que "un solo palo no hace monte y haría falta que más madres se unieran" a su causa, considera.

"Yo sé bien que como pueblo nosotros le importamos poco a ellos", dice refiriéndose a las autoridades. "Pero he recibido mucho apoyo en las redes sociales y sé que esa presión puede lograr que el Gobierno me dé una respuesta sobre mi hijo. Si yo sola he logrado despertar preocupación en ellos, quiere decir que si nos unimos más madres vamos a lograr que liberen a nuestros hijos, yo sé que podemos lograrlo".

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