¿Estamos ante la Tercera Intifada?

La estrategia de confrontación de Hamás busca socavar el liderazgo de Al Fatah, al que acusa de traidor desde los acuerdos de Oslo

Un grupo de judíos contempla Jerusalén, la ciudad oriental que los palestinos reclaman como capital de su estado. (EFE)
Un grupo de judíos contempla Jerusalén, la ciudad oriental que los palestinos reclaman como capital de su estado. (EFE)
Alberto Priego

12 de mayo 2021 - 18:31

Madrid/El 28 de Iyar del calendario hebreo, el pueblo judío celebra Iom Ierushalaim, un día que conmemora la reunificación de Jerusalén, una ciudad que quedó dividida en 1949 por la invasión que la Legión Árabe hizo de su parte Este.

A pesar de haberse comprometido en el Armisticio de 1949 a respetar la libertad religiosa, durante estos 18 años de ocupación jordana los judíos no solo tuvieron prohibida la entrada a la Ciudad Vieja, sino que el barrio judío y todas sus sinagogas fueron reducidas a escombros y las tumbas del Cementerio del Monte de los Olivos usadas como letrinas. Solo así se puede entender el júbilo que inundó al pueblo judío cuando el 7 de junio de 1967 un anónimo paracaidista dijo: "¡El Monte del Templo está en nuestras manos!

Desde entonces todos los años se conmemora el Día de Jerusalén, una celebración nacionalista en la que se ensalza la liberación y posterior reunificación de Jerusalén, la capital del Estado de Israel. Entre los eventos que se organizan en este día, está la Marcha de la Bandera que es un peregrinaje de miles de jóvenes que entran en la Ciudad Vieja por la controvertida Puerta de Damasco, atraviesan el Barrio Musulmán para acabar en el Monte del Templo.

La Marcha de la Bandera es un peregrinaje de miles de jóvenes que entran en la Ciudad Vieja por la controvertida Puerta de Damasco, atraviesan el Barrio Musulmán para acabar en el Monte del Templo

Este acontecimiento, que debía haberse celebrado el domingo 9 y que no gusta a todo el mundo en Israel, fue el elegido por los palestinos radicales como punto de inicio de una Tercera Intifada que tiene por objetivo destruir todos los esfuerzos llevados a cabo por Israel para normalizar sus relaciones con el Mundo Árabe.

Sin embargo, esta estrategia palestina de confrontación directa, poniendo a la Mezquita Al Aqsa en el centro, no es ni mucho menos nueva, ya que se remonta a semanas atrás con tres acciones organizadas cuya culminación ha sido el ataque con cohetes que ha sufrido Jerusalén en su día grande. ¿Cuáles fueron estas acciones?

En primer lugar, desde hace tiempo jóvenes israelíes, muchos de ellos haredim (judíos ortodoxos), han venido sufriendo agresiones a manos de grupos de adolescentes árabes. Desde hace semanas hemos asistido a escenas en las que judíos religiosos eran agredidos salvajemente cuando viajaban en los tranvías de la calle Jaffa, cuando montaban en bicicleta por la Ciudad Vieja o cuando caminaban por Jerusalén.

El último de estos episodios lo hemos presenciado este lunes, cuando un ciudadano israelí se ha librado de un linchamiento en la Puerta de los Leones de la Ciudad Vieja gracias a la acción de un policía israelí.

Estas agresiones no son más que la respuesta a la incitación a la violencia desde las televisiones árabes lanzada por políticos palestinos quienes parecen haber encontrado en la violencia contra los judíos un filón inagotable para movilizar a sus ciudadanos en la campaña electoral que vive Palestina.

Se trata no solo de restablecer los puentes entre Doha y Riad, sino de recuperar el frente común frente a Israel que quedó roto con los Acuerdos de Abraham

En segundo lugar, desde hace semanas los palestinos –con la ayuda de Irán– están tratando de movilizar a los países árabes usando para ello la cuestión de Jerusalén. De hecho, el propio Ayatolá Jamenei creó el "Día Mundial de Al Quds (Jerusalén)" como una contranarrativa del Iom Ierushalaim judío que buscaba movilizar al mundo musulmán contra la presencia judía en la ciudad. El pasado viernes, el propio Ayatolá Jamenei a través de su cuenta de Twitter llamaba a todos los estados y naciones musulmanas a unirse en favor del pueblo palestino, a quien no dudó en calificar de "eje de la Yihad".

La primera "victoria" de esta estrategia liderada por Irán –en menor medida por Qatar– llegó ayer mismo, con la reunión extraordinaria de la Liga Árabe en Doha para "discutir los crímenes israelíes en la ocupada Al Quods". De este modo, se trata no solo de restablecer los puentes entre Doha y Riad, sino de recuperar el frente común frente a Israel que quedó roto con los Acuerdos de Abraham.

En tercer y último lugar, los radicales palestinos están tratando de destruir la reputación internacional que Israel viene construyendo en los últimos años.

El turismo, la celebración de eventos internacionales como Eurovisión, la exportación de series que muestran el rostro humano de Israel (Shtisel, Cuando los Héroes vuelan, The Baker and the Beauty, etc.) o la admirada gestión de la pandemia, son solo algunos ejemplos de una exitosa política de diplomacia pública (Hashbará) que ha transformado muy positivamente la imagen de Israel en la Sociedad Internacional, incluyendo el Mundo Árabe.

La mejoría de la imagen y de la reputación internacional de Israel ha sido la clave en la construcción de los Acuerdos de Abraham, ya que las nuevas generaciones de árabes del golfo ya no ven a Israel como el "enemigo que ocupa Palestina", sino como un lugar que visitar y donde hacer negocios.

El principal impulsor de esta estrategia de confrontación es Hamás, quien quiere erigirse en el defensor de los palestinos frente a Al Fatah, a quien viene acusando de traición desde Oslo. Para ello, está utilizando el símbolo de la Mezquita de Al Aqsa como icono de una futura Tercera Intifada que amenaza no solo a la incipiente y todavía inestable coalición de Gobierno israelí, sino sobre todo a Abu Mazen, un candidato desgastado, sin credibilidad y que se encuentra cercado por la corrupción endémica de la Autoridad Nacional Palestina.

El principal impulsor de esta estrategia de confrontación es Hamás, quien quiere erigirse en el defensor de los palestinos frente a Al Fatah, a quien viene acusando de traición desde Oslo

En esta tormenta perfecta, Israel tiene un papel muy complicado ya que los focos están puestos en las acciones de la policía israelí, quien se emplea con contundencia para evitar que la situación se le vaya de las manos.

Sin embargo, una exposición excesiva podría acabar con la política de normalización con los estados árabes del golfo que comenzó en 1994 cuando un desconocido profesor emiratí (Jamal al-Suwaidi) estableció contacto informal con un joven diplomático israelí (Jeremy Assacharoff) y que 26 años después ha fraguado en los Acuerdo de Abraham.

Para concluir, es necesario recordar que en el año 1948, Israel no era reconocido por ningún país árabe. A día de hoy Marruecos, Mauritania, Sudán, Egipto, Jordania, Emiratos y Bahréin no solo reconocen a Israel, sino que pueden ser considerados como estados amigos, una amistad que puede romperse con una Tercera Intifada que pone su foco en la Mezquita de Al Aqsa.

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Nota de la Redacción: Este texto se publicó originalmente en The Conversation bajo licencia Creative Commons. Su autor es profesor agregado de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales, Departamento de Relaciones Internacionales, de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid.

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